Capítulo 12

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Severus estaba en el gran comedor almorzando o mejor dicho, jugando con la comida, cuando una lechuza llegó con un pergamino amarrado en la pata, extrañado le quitó la nota y lo abrió.

Te veo en la entrada del colegio a las 9.
S.B.

El corazón del pelinegro empezó a latir con ansiedad, terminó de comer y fue a clases, buscando con la mirada a Sirius, pero no lo encontró por ningún lado, ni siquiera al castigo fue.

Llegó las nueve y estaba parado en la entrada del colegio, le daba vergüenza haber llegado tan temprano, pero su curiosidad era demasiado grande, así que esperó a que Black llegara.

Pasó unos minutos, y el pelinegro tenía ganas de regresarse a su sala común, cuando una voz le susurró al oído.

—Buenas noches Severus.

El mencionado se volteó asustado, y su mente hizo colapso por lo que estaba viendo.

Sirius Black con un traje muggle, sin corbata y con los primeros botones de la camisa desabrochados, además como toque final, tenía la mitad del cabello recogido y la otra mitad de sus rizos callendole por los hombros, por Merlín, podía morir en ese instante, Sirius vestido de esa forma, era todo lo exquisito que había en la vida.

—Buenas noches Black—, se las arregló para decir con su mente turbada.

Sirius le dio una pequeña sonrisa, definitivamente ese hombre iba a ser su perdición, pero que Salazar lo castigara si Severus no quisiera eso.

—Acompañame por favor, te tengo una sorpresa—, le pidió tendiéndole un brazo.

El Slytherin lo miró con duda, sin embargo lo aceptó. Ambos caminaron hasta llegar al bosque prohibido, dentro de este habían velas que iluminaban su interior, entraron en el, andaron hasta que llegaron a un lago donde había un bote, el Gryffindor se subió y le tendió la mano a su acompañante, la cual Severus aceptó.

El bote empezó a desplazarse, la pareja estaba en silencio, no era incómodo, al contrario, daba mucha paz y tranquilidad, al rato llegaron a la orilla, el ojigris se bajó primero y ayudó a bajarlo.

—Cierra los ojos.

El otro chico lo miró con suspicacia, sin embargo obedeció, Sirius le vendó los ojos, y agarrándole de la mano, caminaron por unos cuantos minutos, que para Severus fueron horas, hasta que le quitaron la venda de los ojos.

El sitio en donde estaban, era iluminado por luciérnagas, el piso estaba cubierto de pétalos de rosas, en el centro había una manta extendida en donde había una cesta con comida, todo le daba un toque romántico.

—¿Te gusta?—, preguntó nerviosamente Sirius.

—Me encanta.

Se dirigieron a donde estaba la manta, sentándose uno enfrente del otro.

Cuando terminaron de comer, Sirius se acostó, dudando un poco, él hizo lo mismo, el otro chico lo abrazó por los hombros y lo atrajo más a su pecho.

—Gracias, por todo, por defenderme de Potter y por esto.

—No tienes nada de que agradecer, quise hacerlo.

—¿No te meterás en problemas con Potter?

—Ya hablé con él, y le dejé en claro que estoy enamorado de ti.

—¿Y cómo se lo tomó?

—No muy bien al principio, sin embargo al final lo aceptó.

El silencio se instaló entre ellos, la mano del Gryffindor acariciaba su cabello negro.

—Quiero darte algo—, le informó Sirius, mientras sacaba un anillo.

Severus lo miró como si hubiera enloquecido.

—No es de compromiso, no te asustes—, aclaró rápidamente—, es el anillo familiar de los Black, es lo único que tengo de mi familia después que fui desterrado, le tengo cariño sentimental porque me lo dio mi tío Alphar cuando cumplí los 17, es una tradición dar el anillo a los primogénitos de la familia.

—¿Por qué me lo das a mí?

—Porque hay una leyenda que dice que los Black nos enamoramos una sola vez en la vida, (y yo me enamoré de ti), así que cuando se regala el anillo, se hace la promesa de que se va a amar a esa persona por toda la eternidad, y yo te la quiero hacer a ti, no es obligatorio que tú lo hagas.

Severus no contestó nada, estaba en shock, mas Sirius siguió sin achantarse.

—Yo Sirius Orión Black, prometo amarte hasta que los dioses vivan, cuidarte, protegerte y sobretodo, dejarte ir cuando tú lo desees, mi alma y mente serán tuyos, hasta que la muerte decida reclamar mi cuerpo, desde el primer momento en que te vi, mi alma quedó prendida de ti, sé que fui un idiota, mas el conocerte me hizo verte de otra manera, y entender mis sentimientos hacía ti, sé que soy un idiota, pero quiero ser tu idiota—, le confesó mientras colocaba el anillo en el dedo del medio.

El pelinegro empezó a llorar de la felicidad, subió su cabeza y lo besó.

—Te quiero Severus.

—Y yo a ti Sirius.

El beso tierno, empezó a subir de tono, la ropa empezó a estorbar, por primera vez en su vida, Severus quería entregarse de lleno a alguien, seguro no era muy Slytherin de su parte, pero ¿alguna vez importó el ser una serpiente, cuando se trataba de Sirius?, sinceramente, no, jamás importó.

—Severus no quieras que te sientas obligado a acostarte conmigo, sino quieres lo entenderé…—, empezó a decir aceleradamente Sirius, más el ojinegro, lo calló con un beso.

—Quiero hacerlo, me nace hacerlo.

—De acuerdo, aunque si quieres parar, sólo dilo.

El chico aceptó con la cabeza.

Sirius fue dulce, delicado, como si fuera delicado y en cualquier momento se podría romper, sus manos, lengua y boca, recorrieron su piel, tomándose el tiempo adecuado para conocer sus puntos exactos, su cuerpo fue estimulado, amado y deseado tanto, que cuando sintió en su interior a Sirius, creyó ver el paraíso; el cielo, la noche, la luna y las estrellas, fueron testigos de tan hermoso acto hecho por el par de amantes, y ellos, eran los únicos que sabían lo que había en sus corazones, aunque no lo dijeran en voz alta, tenían el más puro y sincero amor.

Conoceme y enamórate de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora