Capítulo 2

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La voz se había corrido tal y como estaba planeado. Una vez más, Ezequiel cumplió con las expectativas. La muerte de Luca ya era un hecho y aunque no podía estar orgulloso de su traición, me compensaba saber que el resto de mis hombres se lo pensarían dos veces antes de aceptar cualquier tipo de trato que pudiese perjudicarme a mí o a mi familia. Al menos sabían que, era eso o la muerte. No debían andarse con rodeos, simplemente no les convenía.
Rodeé el escritorio de mi oficina y me dejé caer en el viejo sillón. Odiaba cuando Jordan no era puntual. Era algo a lo que se estaba empezando a acostumbrar y que, sin duda, a mí me sacaba de quicio. Lo hice girar y contemplé la enorme ciudad de New York bajo mis pies. Los enormes rascacielos entorpecían gran parte del increíble espectáculo, pero nada que mi pent-house no pudiese subsanar.

Ante la espera, saqué la daga del interior de mi chaqueta y la exploré. Era plateada, probablemente oro blanco, el nudo central simulaba el contorno de pequeñas colinas y el filo apenas cubría los 5-6cm de hoja. Era diminuta, perfecta para pasar desapercibida… La analicé a conciencia quizá intentando hallar una pista que me pudiese llevar a la dueña de aquella valiosa joya. En el pomo, pude observar una insignificante inicial escondida; C.

—¡Perdona el retraso!

Por inercia me giré desenfundando mi arma y apunté a la persona que había irrumpido de aquella manera irracional en mi despacho. Mi dedo presionó levemente el gatillo y bufé al comprobar que era el idiota de Jordan.

—Cualquier día te llevarás un tiro en esa jodida cabeza.

—Jamás te daré el gusto de que tú me mates.

—No apuestes demasiado.

Él rodó los ojos desconfiando de mis palabras y avanzó hasta posicionarse frente a mí. Maldije en voz alta y solté el arma, dejándola a un lado de la mesa. Mi vida no me permitía bajar la guardia, por lo que toda precaución era poca. Desvió su mirada sutilmente a la daga que aún se encontraba en mis manos. Su ceño se frunció, aquella no era mi arma predilecta, pero debía señalar que esta tenía su encanto. Humedecí mis labios al recordar como el frío metal se hundió brevemente en la piel de la mujer y sonreí con satisfacción.

—¿A quién se la has robado? —cuestionó vacilón.

—A aquella morena del club —respondí con brevedad. Sus cejas se alzaron con sorpresa y decidí guardarla en el interior de mi chaqueta —. Vuelve a llegar tarde y te cortaré las pelotas con ella.

—Ya… bueno, las tengo aprecio ¿sabes? — Le miré desafiante. Su actitud me crispaba — ¿Para qué crees que nos ha reunido nuestro padre aquí?

—Ni lo sé, ni me importa —declaré.

Mason Lewis, no era el modelo de padre perfecto y posiblemente estaba muy lejos de llegar a serlo. Él no era mi progenitor. La primera vez que le vi, apenas tenía once años y os puedo asegurar que no fue grato. Frecuentó el lugar en el que estaba durante meses, hasta que logró percatarse de esa enorme oscuridad que me rodeaba. Se mostraba maravillado ante el pequeño Diablo que tenía frente a él. Creo que de cierta manera se vio reflejado en mí, por lo que no dudó en tomar la iniciativa. Inmediatamente movió los hilos para obtener el poder completo y absoluto sobre mi persona. Su mierda de vida nos unió y me arrastró a este mundo de corrupción y muerte. No obstante, siempre tendría mi lealtad.

—Tenemos un problema —murmuró Jordan mientras me lanzaba una fotografía sobre mi escritorio.

Enseguida la cogí y la analicé. Era Luca, acompañado de una mujer rubia y un pequeño de aproximadamente seis años. Chasqueé la lengua y pensé en romperla en mil pedazos para demostrarle la gran indiferencia que aquello me producía. En su lugar, enarqué mis cejas y le observé fijamente.

Cedric - El Diablo de New York | Erótica + 21 Completa ✅ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora