Capítulo 44

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Abandoné el pent-house antes de que Caroline se despertase. Estaba empeñada en acompañarme al Jet, quería despedirse de mí, pero me negaba. No quería verla llorar, no quería verme en la obligación de tener que prometerla que todo saldría bien porque, a decir verdad, ni yo mismo lo sabía. Prefería guardar en mi memoria lo que había sucedido la noche anterior y recordarla plácidamente dormida en la cama. Así debía ser, ella debía mantenerse ajena a todo. Jacob me acompañó y ambos ultimamos los últimos preparativos durante el vuelo. Al pisar suelo polaco, suspiré y pensé que ya no había vuelta atrás. Petrov pagaría por cada año de sufrimiento que me había propinado sin piedad alguna. Y por contradictorio que pareciese, no me sentía aliviado…

Aprovechamos el día para revisar las instalaciones en las que se iba a llevar a cabo la pelea. Era un sitio pequeño, en el que sólo cabían unas cincuenta personas, pero era suficiente, ya que en realidad solamente me interesaba una persona y era a la que pensaba dar caza. Pasamos todo el día entrenando y preparándome para el combate que se celebraría pasado mañana. Esa noche me desnudé y traté de darme una ducha para relajarme, pero mi móvil no dejaba de sonar. Me planté una toalla alrededor de la cadera y puse el manos libres a la vez que me encaminaba hasta la cama.

—¡Joder! Hasta que das señales de vida —exclamó Jordan al otro lado —. ¿Se puede saber qué mierdas haces?

—Intentar ducharme. ¿Y tú? —bufé con malestar.

—¿Has hablado con la Muñequita?

—No —reconocí —. ¿La has visto? ¿Cómo está?

—¿Qué si la he visto? ¡Maldita sea Cedric! No me toques los cojones y llámala.

Lo pensé un buen rato, pero ni siquiera sabía si era buena idea.

—Jordan… ¿Qué quieres?

Hablamos durante veinte minutos. Me habló del combate, repasamos el plan y finalmente volvió a insistirme en que llamase a Caroline. Cuando le colgué pasé unos minutos mirando mi teléfono, tenía una decena de mensajes suyos que aún no había abierto. Estaría enfadada e imaginaba que eso sería poco. Valoré apagarlo, no obstante, no lo hice. La busqué en mi agenda y la llamé. Inmediatamente fui consciente de su desesperación cuando la logré escuchar al primer tono.

—¡Cedric! — La escuché moquear. Maldición. Estaba llorando — ¿Por qué te has ido así?

—Cariño, lo siento —indiqué molesto conmigo mismo —. No quería hacerlo más difícil.

—Eres tan injusto.

Suspiré, posiblemente tuviese razón. Solamente había pensado en mí y eso me decepcionaba. Sin embargo, no quería discutir. La llamaba para escucharla, para hablar con ella y lo último que quería era disgustarla más, por lo que, dispuesto a hacerla reír, indiqué:

—Abre el cajón de tu mesita.

La escuché moverse al otro lado, a continuación, dos sonidos secos y por último la escuché reír. ¡Bien! Percibí como sorbía por la nariz y después suspiró:

—¿Me has comprado kilos y kilos de chicles? — Reí y enseguida la oí mascar uno — ¡Vaya detallazo!

—Ahora abre el mío.

—¿Tu cajón? —preguntó sorprendida.

—Sí, corre.

Sonreí al percatarme de la ilusión tan grande que le estaba haciendo aquella tontería y esperé ansioso su reacción. Por la mañana, antes de marcharme, había decidido dejarla una breve nota:

"Echaré de menos tus besos mañaneros. Prometo dártelos todos a mi regreso.
Recuerda que lo eres todo.
Tu Diablo."

Cedric - El Diablo de New York | Erótica + 21 Completa ✅ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora