Capítulo 23

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El día se tersaba tenso. Caroline había intentado acercarse a mí en varias ocasiones, pero mi malhumor no le ponía las cosas fáciles. A media tarde salí de la villa, me subí en el coche y conduje sin rumbo fijo. No tenía mucho por donde moverme, por lo que me limité a dar vueltas y estacionarme en un aparcamiento a medio llenar. Me fumé un cigarro, apoyado en el capo del coche y observé como dos turistas me miraba, provocándome. Gruñí molesto y cuando se dieron cuenta de mi indiferencia se metieron en el chiringuito que había a pocos metros de la playa. Mi móvil vibró y automáticamente me tensé al pensar en Jordan o Ezequiel. Como solían decir, la falta de noticias era buena señal. 

“Cielo, ¿puedes poner un poco de tu parte?

Te prometo que jamás volveré a tocarte, pero por favor,
regresa a casa.”

Era cómico, pero no quería que me prometiese tal cosa.

“Nos quedan 4 días y este último lo hemos desaprovechado.

¿Podemos disfrutar el tiempo que nos queda juntos?”

Maldición, tenía tanta razón… Ante mi silencio me volvió a escribir:

“Eres un imbécil, Cedric Lewis.”

“Dame media hora.
Te hice una promesa.
Llevaré algo para cenar.”

“No te preocupes, se me ha
quitado el hambre.

Te libero de tu estúpida promesa.”

“Cariño, media hora. ¿De acuerdo?
Te quiero ver abajo cuando yo llegué.”


Esperé su respuesta, pero jamás llegó. ¡Maldición! Lancé el cigarrillo y busqué un lugar en el que poder hacerme con algo decente que cenar. ¿Cómo podía ser tan difícil encontrar un restaurante con servicio take away en Las Bahamas? Al final, claudiqué y me adentré en aquel chiringuito de playa para hacerme con unas hamburguesas grasientas y unas patatas fritas. Conduje de nuevo a la villa y crucé los dedos para que Caroline, no solamente me perdonase, sino para que también estuviese igual de hambrienta que siempre. Accedí a la casa. En la planta baja no estaba, me asomé al jardín con la esperanza de que estuviese en la piscina, pero tampoco la hallé. Salí, atravesé el cenador y me asomé a la calita. Nada, vacía. 

Al darme la vuelta, con los nervios ya a flor de piel, percibí luz tras el ventanal que daba a la habitación. ¿Estaba bailando? Observé la sombra de su cuerpo, meneándose y contoneándose con esa soltura que la caracterizaba e instantáneamente sonreí. Con los últimos rayos de sol me dispuse a dejarlo todo preparado. Me esforcé y si lo hice, fue por ella. Si Jordan me viese sería hombre muerto. Estaba seguro de que me jodería con esto el resto de mi vida.

Cerré los ojos, con el pomo de la puerta en la mano y tomé una gran bocanada de aire mientras lo hacía girar. Los abrí buscándola y convencido de que Caroline era lo mejor que me había pasado en mi desastrosa vida. Ella me miró con seriedad, se giró para darme la espalda y continuó tarareando y meneando su trasero. Estaba en pijama, si acaso se le podía llamar así y descalza…

—Cariño, acompáñame a cenar.

—No, gracias —expresó sin tan siquiera mirarme.

—Por favor… —solicité estirando mi brazo hacia ella — ¿De verdad no tienes hambre? — Suspiró, se relajó y eso me permitió avanzar — Ven conmigo, por favor.

—¿Así? — preguntó analizando su vestimenta — Además, estoy enfadada.

Se cruzó de brazos ante mí. Al momento, me di cuenta de que la alargada camiseta que llevaba decía «Lo mejor de New York, eres tú» y sonreí. Me deshice de mi camisa, de mis zapatos y quedándome en vaqueros musité:

Cedric - El Diablo de New York | Erótica + 21 Completa ✅ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora