Capítulo 38

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Una vez que llegamos al Manhattan, Ezequiel y yo revisamos todo lo que había a nuestro alrededor. Para mi gusto, demasiada gente, no obstante, pegué a Caroline a mi cuerpo y la fui dirigiendo con celeridad entre el tumulto. Nos ubicamos en un espacio habilitado al aire libre. Una vez que llegamos a la barra, pedí dos copas y ella aprovechó para restregarme su trasero. La azoté y me adherí más a ella.

—Eres muy tentadora.

—Cielo, tócame, necesito que me toques.

Satisfecho por lo que escuchaba, deslicé mis fuertes manos por su cadera. Las moví con sutiliza, con lentitud… Recorrí su costado, ascendí hasta su cintura, bordeé sus pechos, descendí por su vientre y para rematar, apreté mi dura erección a su culo. Ella, totalmente desinhibida gimió, sin importarle la aglomeración de personas que estaban a escasos centímetros de nosotros.

—Bailemos Cariño, bailemos.

—Quiero mimarte —inquirió mientras se giraba y deslizaba sus brazos tras mi cuello —. ¿Me lo permites?

—Tú puedes mimarme siempre.

Con una amplia sonrisa se apretujó contra mí. Me abrazó con intensidad y yo me permití relajarme. Sus dedos se enrollaron en mi cabello, donde comenzó a realizar pequeños círculos que me calmaron. Solté el aire acumulado y cerré los ojos. Me centré en ella, en su olor, sus caricias…

—Te quiero Cedric —ronroneó en mi oído —. Has dejado de ser El Diablo de New York, para ser mío. Mi Diablo.

Suspiré ante sus palabras, apoyé mis manos en la parte baja de su espalda y la mantuve adherida a mi cuerpo. De pronto, sentí sus labios deslizándose por el lateral de mi cuello, donde depositaba cuidadosos besos. Me dejé querer. La necesitaba. Comenzó a moverse melosa, se contoneó siguiendo el ritmo de la música y me dejé llevar. Seguí sus movimientos, me restregué con ella, la sentí, me cautivó y me apresó en sus redes.

—Cariño, haces que pierda la cabeza.

—Tranquilo, no estás en desventaja —admitió mordisqueando el lóbulo de mi oreja.

Incendiado la giré, coloqué mi mano en su pelvis y la apreté contra mi dureza. Me moví, seguí la canción que sonaba en aquel preciso momento y me restregué contra su trasero. Regué una hilera de besos por su cuello y finalmente la mordisqueé.

—¡Muévete! —indiqué azotándola.

—Cedric, no.

—Baila para mí.

Aprovechando que, en aquel momento, comenzaba a sonar una canción techno, horrible bajo mi punto de vista, para cogerla de la mano y llevarla a un lado de la pista. Ella miró a su alrededor y tras verse rodeada por jóvenes que no dejaban de menearse de manera imparable y ridícula, suspiró y finalmente confesó:

—Esto ha sido un error —admitió acercándose a mi oído para que la pudiese escuchar —. ¿Por qué no vamos al pent-house? Estoy deseando deshacerme de tu juguetito.

—Yo no —gruñí en su oído —. Estoy deseando jugar contigo.

—¿Más juegos? —preguntó abatida — Cielo, llevo cerca de dos horas con esa maldita joya dentro de mi trasero, me has masturbado delante de uno de tus hombres y aun así… ¿Quieres seguir jugando?

—Me pediste que acabásemos la noche de manera salvaje… así que eso, depende de ti. ¿Cómo quieres que te folle, Cariño?

—¡Por Dios! —dijo acalorada — Lo quiero todo.

Reí ante su confesión, la estrujé entre mis brazos, miré a mi alrededor, y percatándome de que estaba lejos de cualquier mirada curiosa dirigí mi mano a su entrepierna.

Cedric - El Diablo de New York | Erótica + 21 Completa ✅ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora