Mason y Jordan nos esperaban directamente en la fiesta “Gold”. Caroline se estaba terminando de arreglar mientras yo la esperaba en el sofá, fumándome uno de mis cigarrillos. Esos que ella misma me había confesado que odiaba. Había descubierto que, en ocasiones, después del entrenamiento, ella mascaba chicles de fresa. Estaba cien por cien seguro de que se los cogía a Jordan. ¿Por qué? Simplemente porque emanaba el mismo olor molesto que tanto me irritaba. El primer día que lo descubrí, fue cuando al llegar al pent-house quiso besarme. Arrugué mi nariz y ella rompió a reír. Desde entonces, os puedo jurar que lo hace adrede. Me retaba y eso me divertía. Según ella, dejaría de mascar esa mierda cuando yo dejase de inhalar humo.
Era cómico. Acababa de llegar a mi vida y ya pretendía modificar mis hábitos. Yo también la retaba y ella salía perdiendo. Tenía ventaja y eso la desquiciaba. Estaba en mi ático, en mi ciudad y bajo mi poder. Debía confesarlo, a veces, simplemente la molestaba, porque después el sexo con ella era colosal. Mi hermano era consciente de que me la follaba, y aunque creo que sospechaba de nuestro inevitable acercamiento, no mencionaba palabra alguna… Con esto quiero decir que sus comentarios seguían la misma tónica de siempre. Era Jordan y no tenía salvación.
Ezequiel avanzó y se acomodó en el sofá de al lado. Él lo sabía desde aquella deliciosa noche que, tras salir del club, repetimos en la parte trasera del coche y por último en mi jodida cama. A pesar de que pulsé el botón correspondiente, elevando la pantalla de separación entre, el compartimento trasero y el del conductor, sabía que nos escuchaba y, además, era imposible que no hubiese sentido el traqueteo del vehículo. Mas no dijo nada, por algo es mi hombre de confianza.
—Señor, tenemos novedades de la persona que atacó a la Srta. Caroline.
—Habla.
—Hemos revisado los registros de cada hotel en los que ella se alojó en este último mes; España, Sicilia y aquí, en New York. Curiosamente, hay un nombre que coincide en todos ellos; Frank Weber.
—¿Qué sabemos de él? —indagué memorizando aquel nombre.
—Lo hemos investigado y sabemos que se trata de una identidad falsa. Todo apunta a que puede ser él.
—Encontradle.
—Por suerte, estuvo alojado en el Hotel The Ritz-Carlton — Era uno de los más conocidos de la ciudad —. Ya hemos hablado con el director de la cadena, el Sr. Campbell. Vamos a cotejar la hora de registro y después revisaremos las cámaras de seguridad. Al menos, conoceremos su rostro.
—Identificarlo y dar con él.
—Lo haremos.
En ese momento, la puerta corredera de mi habitación se abrió y Caroline apareció tras ella. La analicé con la mirada, la estudié de arriba abajo y de abajo arriba, mientras que me moría de ganas por arrancarle aquel vestido. Ezequiel asintió con suavidad y abandonó el ático. Él directamente nos esperaría en el coche para llevarnos al evento. Me levanté y ella caminó con suavidad hasta mí. En ese instante, me percaté de una jodida raja que atravesaba el vestido y que permitía que su pierna quedase al descubierto con su caminar. ¡Joder! Lo había rasgado. Cuando lo compré era completamente liso y le llegaba hasta los pies, en cambio ahora, era mucho más tentador, más provocador, más ella…
—Espero no romper ese estúpido protocolo de vestimenta.
—Cariño, estás preciosa.
El vestido era blanco, lo que hacía que sus ojos de color miel resaltasen. Su escote era tipo reina anna. Atractiva. Sexy. Estaba seguro de que hubiese disfrutado con un atrevido escote abierto hasta la ubicación de su ombligo y yo hubiese estado encantado de dárselo, pero en algún lugar debía guardar el kunai. Cuando la tuve frente a mí, coloqué mis manos en su cintura y relamí mis labios.
ESTÁS LEYENDO
Cedric - El Diablo de New York | Erótica + 21 Completa ✅
Roman d'amourOscuridad. Destrucción. Sexo. Muerte. Estas cuatro palabras definían mi vida. A decir verdad, eran las únicas que podían representarme. No soy el caballero de brillante armadura, ni pretendo serlo. Me identifico más con el villano de la HISTORIA. Sí...