Todos tenemos ese algo que nos relaja. Ese algo en lo que nos enfocamos cuando necesitamos despejar la mente. Algunos toman clases de piano, otros pintan y otros como yo, se ejercitan. Los días pasaban y yo caía en picado. En ocasiones, cuando estaba con Caroline, me escuchaba a mí mismo y... ¡Joder! Echaba en falta aquel tipo duro que era. Me había vuelto un blandengue. Al menos con ella. Con el resto, mi apariencia se mantenía intacta, era el mismo tipo frío e inaguantable de siempre. En cambio, Jordan me había comentado que mi humor era más humano. ¿En serio? ¿Humano? ¿Qué se suponía que era antes? ¿Un ogro? Vale. Lo admitía. Con Caroline en mi vida, me permitía sonreír y reír más de lo que, hasta ahora, me había permitido.
Muchas veces, cuando llegaba al pent-house y estaba de malhumor, ella lo solucionaba. Se ponía a canturrear de esa manera alocada que la caracterizaba y a mí me ganaba. Definitivamente la Thompson me tenía a sus pies. Eso me desesperaba. Me incomodaba. Me intimidaba. Yo, Cedric Lewis, manejado por una mujer, pero no por una cualquiera, sino mi mujer. Mía y de nadie más. Los últimos días, ella era la que reía divertida cuando la reclamaba atención y aseguraba que era suyo. Lo sabía. Sabía que, a pesar de esas barreras que me negaba a bajar, la pertenecía. Nos pertenecíamos.
Mason no había vuelto a pasarse por el ático, ni por la oficina. Jordan aseguraba que tras el último suceso estaba muy molesto, pero a mí me daba igual. Yo era el que estaba al mando y ni él, ni nadie, me harían cambiar de opinión. El final de Nikolay Petrov estaba cerca y yo estaba decidido a ser el causante.
—¡Vamos! ¡Más fuerte!
Observé a Peter que estaba a escasos metros entrenando con Caroline. Debía reconocer que había mejorado bastante. Hasta a mí me había sorprendido. Era una mujer de armas tomar y eso me fascinaba. Ella no se conformaba con que la mantuviese a salvo, sino que quería aprender a defenderse, quería ser autónoma y valerse por sí misma. Era la excepción más bonita que rompía la norma.
—¡Vamos Cedric! —gritó Jacob dándome un golpe — Concéntrate.
Me agazapé y continué con mi entrenamiento. Golpeé con determinación las planchas que tenía en sus manos y me centré en mi objetivo. Debía estar preparado para cuando aquel combate se llevase a cabo...
—¡Eso es! —exclamó — No bajes la guardia.
Primero derecha, luego izquierda... Últimamente estaba más enrabietado de lo normal, y la culpa la tenía Petrov. Todo se me había removido de tal manera que, por las noches, me despertaba con terribles pesadillas que me recordaban los castigos a los que me vi expuesto en mi niñez. Algunos recuerdos dolían más que otros y por ese motivo había días en los que literalmente era intratable. Incluso Caroline se había dado cuenta de ello, pero la pobre no decía nada. Se limitaba a hacerme compañía en silencio y tenderme su mano. Me cegaba la ira, la rabia y aquel era mi punto de fuga. Jacob recibía mis golpes con endereza. Avivé mis movimientos, intensifiqué mi energía y su expresión cambió. Lo golpeé como si no hubiese un mañana, no le di tregua y contraataque sin medir mi fuerza.
—¡Ey! Tranquilo...
En cambio, a pesar de su advertencia no pude parar. Derecha, izquierda, derecha, izquierda... Lo arrinconé en el cuadrilátero y le seguí sacudiendo, hasta que escuché un leve quejido que me hizo frenar. Él batió su muñeca y arrugó el entrecejo. Estaba claro que me había excedido y le había hecho daño.
—Lo siento, Jacob.
—No te preocupes —dijo mientras se sobaba la muñeca —, pero por hoy, hemos terminado.
Asentí. En sus condiciones no le obligaría a continuar. Me senté en una banqueta, enfurecido y vi como Caroline me miraba compungida. Le hizo un gesto a Peter y sin tiempo que perder se dirigió a mí.
ESTÁS LEYENDO
Cedric - El Diablo de New York | Erótica + 21 Completa ✅
RomanceOscuridad. Destrucción. Sexo. Muerte. Estas cuatro palabras definían mi vida. A decir verdad, eran las únicas que podían representarme. No soy el caballero de brillante armadura, ni pretendo serlo. Me identifico más con el villano de la HISTORIA. Sí...