Capítulo treinta.

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PROZAC

Sophia...

El silencio envolvió la estancia antes de que Will y Mattia saliesen de ella, dejando a Luke para hacerme compañía.

—Entonces... ¿Cómo fue? —me giré hacia el chico que me observaba con expresión expectante.

—¿De qué hablas?

—De porqué Mattia luce como si le hubiesen dado la follada de su vida.

Mantuve mi expresión en blanco; no me avergonzaba charlar sobre mi vida sexual, solo no me apetecía hacerlo precisamente con Luke, básicamente, porque tenía la madurez de un adolescente de quince años.

—¿Disculpa?

—Vamos, está todo posesivo contigo, además de mucho más relajado.

—No voy a hablar contigo al respecto, Luke.

—¡Entonces te lo follaste! —exclamó sonriendo y por un momento casi olvidé la posible participación de mi padre con mi potencial secuestro —Vamos ¿Cómo fue?

—¡Que no! —le grité exasperada, parpadeé rápido para enfocar mi visión. Luke lejos de amedrentarse se emocionó más.

—Apuesto a que es rudo.

—Eres imposible.

—¿Lo es?

Me amonesté mentalmente por siquiera pensar en una respuesta para el chico.

—Que no te voy a responder.

—Con que rudo ¿huh?

—¿Por qué estás tan interesado en ello? —le pregunté girando mi cuerpo completo hacia él.

—Mera curiosidad.

Gracias al cielo Will y Mattia volvieron a entrar en ese momento. Se quedaron estáticos en la puerta observando la sonrisa pícara de Luke y mi expresión cansada.

—¿De qué hablaban? —preguntó Mattia enarcando una ceja

—De ti

—De nada —respondimos respectivamente Luke y yo al unísono.

—¿De mí?

—Ni una. Sola. Palabra —le gruñí al pelirrojo quien levantó las manos en un gesto de inocencia.

—Entonces ¿Qué pasa ahora? —preguntó Luke para mi suerte.

Mattia me dio una mirada dudosa, pero yo mantuve la expresión firme y fría. No era lo mejor del mundo pensar que mi padre me quería matar, pero tampoco quería que me excluyesen de sus planes o me escondieran sospechas por miedo a que no pudiese soportarlo.

—Tenemos noticias de Markus —habló por fin.

—¿Lo encontraron? —preguntó Luke a mi lado seriamente, me tranquilizaba que no fuese tan payaso con su trabajo. Mattia negó con la cabeza.

—Él se contactó con nosotros.

—¿Él? —intervine yo —¿Por qué? ¿Por qué ahora?

—No lo sabemos, no nos dijo su ubicación, solo dijo que quiere hablar en una semana, aquí en la sede.

—No entiendo nada ¿Una semana? ¿Por qué no ahora? ¿Qué...? —cerré mis ojos cuando un mareo severo me hizo tambalear; mi cabeza no paraba de girar, estaba aturdida y sentía que en cualquier momento caería al suelo.

Un segundo después, Mattia ya estaba a mi lado y me sentaba en el sillón. No paraba de dar vueltas y al abrir mis ojos solo fue peor, los rostros preocupados de Will y Luke me desconcertaron, las pintas amarillas en mi vista me forzaron a cerrar los párpados nuevamente y esperar a que la sensación menguara poco a poco.

Un último disparo [Vittale #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora