Orion:
Oscuridad.
Total y absoluta oscuridad.
Las tinieblas de la soledad me consumían lentamente deleitándose con mi sufrimiento y mis gritos de agonía.
Lo que fuese que me haya inyectado el tal Boris, me dejó en un profundo estado de vulnerabilidad, como si me hubiera inducido en una especie de estado de coma que hacía que mientras físicamente estaba dormido; mentalmente estaba sufriendo rodeado de pura desesperación e impotencia.
Sentía que estaba en una especie de abismo en el que solo existían las sombras.
Sombras tenebrosas que me susurraban cosas inentendibles; pero por alguna extraña razón, aunque no pudiera entender lo que me decían, podía sentir cómo el miedo me carcomía por dentro como un parasito come carne. Lo peor de todo es que no podía hacer que se callaran, solo podía perderme en mis pensamientos hasta perder la cordura.
Grave error.
Solo existía una cosa que podía atormentarme más de lo que podían esas malditas voces. Mi mente. Como si le encantara verme en total desesperación, quiso sumarse al grupo de cosas que trataban de atormentarme, obligándome a escuchar lo que menos quería en este mundo. Los gritos de mis amigos siendo torturados hasta la muerte.
"¡Orion, ayúdame!". Ese grito fue de Jade, se escuchó tan claro como si de verdad estuviera ocurriendo. Pude oir el crujir de varios huesos rompiéndose de forma brutal y sanguinaria, mientras alguien se reía con una emoción que hasta pareciera que le hubieran contado el mejor chiste de la historia.
"Detente, te lo ruego". Esa fue la voz de Max suplicando con desesperación, la tristeza con la que pronunció las palabras fue tan indescriptible que pudo transmitirme todo lo que sentía.
Mi corazón latía a mil por hora como si estuviera a punto de reventar, el dolor que sentía era tan desgarrador que no existía palabra en el universo para describirlo.
Estaba desesperado, quería que se callaran de una maldita vez, ¿hasta cuándo piensan torturarme? Desde que apareció el desquiciado de ojos amarillos, él y todos sus seguidores se han encargado de hacerme sufrir de la peor manera posible obligandome a vivir cosas tan desgarradoras en tan poco tiempo. Llegué a creer que mi cerebro estaba a punto de tener un derrame de tantas emociones experimentadas.
De todos los dinosaurios en Mesozoia, ¿por qué yo? ¿Cuál era esa amenaza o peligro que veían los de la hermandad de las sombras en mí? Yo, un saurio que nunca pudo ser capaz de cumplir las expectativas de su padre, aquel que se refugió en los brazos de su madre con una sonrisa fingiendo que no pasaba nada, aparentando ser fuerte cuando por dentro era el hombre más débil e insignificante.
Así me sentía al estar atrapado en mi propio cuerpo, sin ser consciente de lo que sucedía a mi alrededor. Mi mente se encargaba de presentarme los peores momentos de mi vida, haciéndome sentir innecesario en la lucha por salvar mi planeta.
A veces, nuestro peor enemigo no es el que tenemos en frente; sino el que vive dentro de nuestra mente.
—¡Ayuda!
Inútil.
No importaba cuánto gritara, estaba atrapado en mi propia desgracia.
La impotencia me estaba matando.
Necesitaba hallar la manera de despertar y recuperar el control de mi cuerpo.
«¿Pero cómo?», me pregunté.
«¿Cómo voy a lograr tal cosa?».
Estaba en un laberinto sin salida; pero para mí buena suerte un rayo de esperanza apareció en la forma de cierto dragón, con la respuesta de mi salvación.
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Planeta Mesozoico: Período Triásico ©
Fantasy¿Nunca te has imaginado cómo sería un mundo gobernado por dinosaurios? Uno en el que el asteroide no los hubiera extinguido, sino que los hubiera hecho evolucionar, otorgándoles poderes elementales. Un mundo cuya sociedad estuviera dividida en tres...