Capítulo 20

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Orion:

Las emociones que experimenté en ese momento fueron devastadoras. No encontraba las palabras ni la manera de poder describir la inmensa rabia que recorrió mi cuerpo.

Fue un golpe muy duro para mí.

Tener que estar buscando como loco desesperado al responsable de tanto dolor, caos y destrucción, sintiéndote el ser más inútil en el universo y terminar descubriendo que el miserable siempre estuvo a tu lado, con una sonrisa hipócrita adornando su rostro.

Y la cereza del pastel, enterarte de que no solo fue un saurio cualquiera; sino tu propio hermano.

Ese fue el trago amargo de la noche.

Aquel que creí que protegería el Reino Tierra estaba mirándome por debajo de él como si fuera una completa basura.

Como si fuera un estorbo.

Como si no fuera nada.

Era aterradora la malicia que había en sus ojos mientras sostenía el ojo de Hades en sus garras como su tesoro más preciado.

La sonrisa malévola que poseía era algo que solo creí ver en películas.

Era incapaz de reconocer al hombre que tenía frente a mí.

Lo veía y por mi mente solo decía:

«Ese no es mi hermano».

Me era difícil comprender el porqué, la razón que tenía para haber iniciado todo el caos por el que tuvimos que pasar.

No podía. Necesitaba una explicación, entender el motivo de sus acciones.

El cómo mi hermano se había convertido en un tirano sin corazón.

—Por fin —vociferó el albino, con la locura desbordándose en sus ojos—. Es mío, todo mío.

Miraba al ojo de Hades con tanta satisfacción, como si fueran los únicos en el universo.

—¡Tundra, ya puedes salir! —gritó de manera autoritaria el traidor.

El ambiente cambió de golpe. El frio se intensificó en todo el interior del templo, sacándome unos escalofríos horriblemente exagerados, el vaho que salió de mi boca era más intenso.

Una neblina empezó a salir de cada rincón del templo, esta se acercó a mí y me envolvió por completo. En un parpadeo, unas cadenas de hielo me tenían aprisionadas las manos y los pies, estos estaban sujetados a las paredes del templo. Me tenían totalmente inmovilizado.

La niebla comenzó a unificarse en una especie de nube, tomando la forma física de aquel que con su presencia anunciaba la desgracia.

El encapuchado.

Este se puso al lado de mi hermano, como aliados.

El de ojos amarillos se fue acercando a mí con esa manera elegante pero intimidante de caminar, era como una serpiente hipnotizando a su presa con su presencia.

Puso su rostro a unos centímetros cerca del mío.

La sonrisa de diversión en su rostro era atemorizante.

—Tantas veces que te dije que tenías al enemigo cerca y no me escuchaste —habló el encapuchado con ironía—. Pobre de mi chispa.

Mi confusión no tardó mucho en hacerse visible.

—¿De qué estás hablando? —demandé—. Tú hablabas del asesino de Seth.

Trex me guiñó el ojo descaradamente dándome la respuesta.

Planeta Mesozoico: Período Triásico ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora