Capítulo 27

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Jade:

—Sé que son unos asesinos despiadados y sin alma pero… —Se detuvo a saborearlo por un momento—. Hacen la mejor comida del mundo.

Max estaba ocupado deleitándose con la comida que trajeron a nuestra celda, a cada rato preguntaba quién no quería más, para que se lo entregaran y poder devorar los restos como un animal. Incluso en los peores momentos él no perdía esa chispa de su personalidad.

Yo solo comí la mitad y el resto se lo entregué al garganta profunda con estomago sin fondo de mi hermano. Exceptuando el hecho de que antes de terminar atrapada comí como una camionera, estar encerrada sin saber si lograría salir con vida me tenía preocupada.

El simple hecho de no volver a mis padres, a Orion. Provocó que mi corazón se acelerara del pavor. No podía siquiera aceptar esa posibilidad.
Además, lo que el saurio le dijo al hombre que nos vigilaba, sobre lo de "alimentar", no paraba de rondar por mi cabeza una y otra vez.

«¿A qué se refería?», me pregunté.

Estaba asustada de descubrirlo. Había investigado mucho sobre las distintas leyendas de las religiones de Mesozoia, pero el secreto del elemento prohibido lo tenían bien escondido. He ahí mi temor de ver de lo que sería capaz Trex.

Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando alguien entró, pateando la puerta de la habitación.

Era el Espinosaurio.

—Señor Rain —dijo el saurio que nos estaba vigilando. Ver cómo su respiración se alteró con la presencia de Rain, me hizo saber el temor que le infundía—. ¿Qué sucede? —le preguntó.

Este sin demostrar una pizca de emoción, le respondió con otra pregunta:

—¿Los prisioneros ya terminaron de comer?

—No, señor —contestó el saurio—. Aún faltan algunos por terminar.

Rain bufó con desgano.

—Okey —dijo sin ánimos—. Volveré en unos minutos para llevarlos ante el marqués.

Dicho eso, se fue y el saurio temeroso, nos gritó:

—¡Ya escucharon al amo Rain, apresúrense!

Sonó como un bebé asustado.

Volteé a mirar a Max y este comenzó a comer de una manera tan veloz que me dejó sorprendida.

—Si esta va a ser la última vez que coma, entonces no dejaré ni una migaja —explicó, con simpleza.

Me senté junto a él para poder conversar una última vez.

—¿Así qué este es el fin? —le pregunté.

Le tomó un tiempo responderme.

—Eso creo —dijo con la voz débil—. Pero agradezco que seas tú quien me acompañe.

No sabía qué responder, no era muy buena expresando mis sentimientos con mi hermano.

—Si hoy vamos a morir, espero que Orion acabe con Trex si no quiere que lo atormente en sus pesadillas.

Max soltó una carcajada.

—Si de por sí logras atemorizarlo viva, creo que como muerta viviente será mucho peor.

Luego la que soltó una carcajada fui yo.

—Lo sé, es un don —Sonreí como una boba. Me detuve a pensar si debía o no hacerle la pregunta que quería hacerle desde hace un tiempo. Me quedé perdida en mi mundo hasta que finalmente me decidí—. Oye —Volteó a verme—. No me iré al infierno sin antes preguntarte esto.

Planeta Mesozoico: Período Triásico ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora