Orion:
El tiempo se detuvo por completo, mi cerebro era incapaz de enviarle señales a mi cuerpo, mi consciencia estaba en un universo paralelo.
La cólera me invadió en el instante que lo vi ahí parado recostado en la puerta de mi cuarto. Sentía que en cualquier momento me daría un ataque de pánico o que de la nada aparecería una enfermera para llevarme a mi terapia de electroshock. La única explicación era que finalmente después de estar peleando con desquiciados la locura se me había pegado.
Jade estaba muy nerviosa por el incómodo silencio que se formó con la presencia del encapuchado. Ben estaba recostado en mi closet sin articular una sola palabra, y mi madre estaba sentada en un banquito junto a la ventana con vista al jardín real.
Todo mi cuerpo tenía la inminente sensación de peligro, ¿y cómo no hacerlo? Si el asesino de la capucha no paraba de alterarme los nervios, penetrándome el alma con su diabólica mirada. Esos ojos amarillos los reconocería hasta en los rincones más oscuros.
El mundo se había descarrilado. A los dinosaurios la cordura los había abandonado. Mi chispa sangrienta había llegado.
—Déjame explicarte… —pidió Jade, nerviosa.
La de ojos azules se quedó pensando por un momento, como tratando de encontrar las palabras adecuadas para no alterarme más de lo que ya estaba.
—Jade, será mejor que hables de una vez, antes de que la crisis existencial de Orion aumente de nivel —sugirió Ben.
Equivocado no estaba.
La de ojos azules respiró profundo y habló:
—Nos infiltramos en la guarida de la hermandad, hay otra primigenia, Trex puede absorber la fuerza de su oponente, Max fue capturado, en el día del duelo habrá un eclipse solar que hará invencible a tu hermano, el encapuchado nos salvó, está de nuestro lado y se ofreció a ayudarte a dominar tu poder primigenio. —En menos de cinco segundos resumió ese montón de cosas para finalizar con una sonrisa tétrica.
Cualquier dinosaurio en Mesozoia no le hubiera entendido debido a la rapidez con la que lo dijo, pero como estoy acostumbrado a que a la de ojos azules le den sus ataques repentinos le entendí a la perfección.
Sin embargo eso no significa que no me haya sorprendido. Tampoco sabía qué responder. Un silencio se formó, pero para mi sorpresa, una risilla mezclada con diversión y perversión resonó por toda la habitación.
—Con esa explicación le reiniciaste el sistema —dijo el encapuchado, con burla.
—Sí le entendí, eso es lo que más me asusta —respondí, rápido—. Lo que quiero que me expliquen es, ¿por qué estás aquí? —exigí, con una autoridad y confianza que no sé de dónde la había sacado.
Creí que si no demostraba temor o incomodidad, él me tomaría en serio y no andaría con sus juegos perversos.
Pero me equivoqué.
Fue hacia mí con una naturalidad aterradora, como un depredador dispuesto a jugar con su presa antes de devorarla. Se sentó en mi cama, manteniendo su mirada fija en mí. Sus sombríos ojos amarillos estaban leyendo cada pensamiento que cruzaba por mi cabeza.
Mi corazón se aceleró por la peligrosa cercanía. Sentía que si bajaba la guardia, él me haría algo indescriptiblemente abominable. No podía evitarlo, por fuera me veía calmado; pero por dentro estaba aterrorizado.
Pensé que no se había dado cuenta de lo que me pasaba internamente, que había logrado ocultarlo; pero él podía leerme fácilmente sin el más mínimo esfuerzo.
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Planeta Mesozoico: Período Triásico ©
Fantasía¿Nunca te has imaginado cómo sería un mundo gobernado por dinosaurios? Uno en el que el asteroide no los hubiera extinguido, sino que los hubiera hecho evolucionar, otorgándoles poderes elementales. Un mundo cuya sociedad estuviera dividida en tres...