El Inicio, Pero Mas Tardecita

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Había muchas palabras con C que a Peter le gustaban en el idioma español. Chocolate, por ejemplo, esa era una palabra muy dulce. El cilantro también era una palabra divertida para decir. Coyote era una palabra extraña y confusa, pero agradable de todos modos. Había otra palabra con C que le encantaba en particular, pero en aras de mantener este libro PG-13, la omitiremos por completo.

Cáncer no era una de esas divertidas palabras con C. No solo porque podría ser la última palabra que quiera escuchar de su médico, sino también porque le recordó a Peter el Horóscopo, algo que él pensó que era una pseudociencia estúpida e inútil que solo idiotas y mamás de Facebook creían. Mentalidad típica de Libra.

—Entonces —dijo Peter fijaba su mirada sobre un bolígrafo caro en el escritorio del médico— ¿cuánto dinero tengo que arrojarle a esto para que desaparezca?

—Ni un centavo —dijo el médico.

Y ese fue el final de la historia. Comenzó su tratamiento, que fue intenso, pero justo, y vivió una vida plena y abundante gracias a las maravillas del sistema de salud universal de Canadá.

Pero nuestros lectores más ávidos recordarán que esta historia, de hecho, no está ambientada en Canadá. Canadá es aburrido y educado, no muy diferente al buen Dr. George, y dado que ya establecimos lo aburrido que sería tener al Dr. George como protagonista, sería un esfuerzo inútil volver a usar los mismos argumentos.

—Entonces dices —preguntó Peter con un poco de incredulidad— ¿que no tengo que pagar nada para que esto desaparezca?

El Dr. George tardó unos segundos en darse cuenta de que su mal chiste pasó por encima de la cabeza de Peter. —No. Quiero decir, no puedes hacer que esto desaparezca con dinero.

—Por supuesto que puedo —dijo Peter con una confianza infundada—. Puedo hacer que todo desaparezca con dinero. Una amante, una demanda, un bebe llorón en un avion...

—No puedes hacer que esto desaparezca.

Peter sacó un billete de cien dólares de su billetera y lo deslizó lentamente frente al Dr. George.

—Debe haber algo que puedas hacer al respecto, ¿verdad? —dijo Peter con un guiño.

El Dr. George ignoró su patético intento de sobornarlo y, en cambio, miró a Peter con severidad. —Sr. Katz, me temo que lo que tiene no puede desaparecer con el dinero. En este momento, tiene cáncer en fase IV.

—¿Por qué estás usando números romanos? —preguntó Peter—. ¿Y qué significa eso?

Una vez más, ignorando su extraña primera pregunta, el médico se levantó de su asiento y se acercó a una figura anatómica en el otro extremo de la habitación. —Este —dijo mientras sacaba una parte de la figura—, es el Colón.

—El cagadero —dijo Peter.

—Sí, puede llamarlo así. ¿Ha experimentado alguna forma de malestar, sarpullido o diarrea?

—Tengo que ser honesto, doctor —dijo Peter—, soy un hombre soltero y adicto al trabajo. Trabajo de nueve a nueve, y mi dieta consiste principalmente en Chipotle, McDonald y ramen en microondas, todo regado con Jack Daniel's. Cago todos los días como una máquina de helado barato.

—Ese podría ser el problema. Verá, el cáncer de colon se ha asociado estrechamente con dietas deficientes y estilos de vida sedentarios. Parece que usted encaja en el perfil. ¿Está escuchando?

Mientras el médico se quejaba de las malas decisiones de la vida de Peter, este ya estaba tramando cómo demandar a las empresas de comida rápida por sus problemas. Solo asintió instintivamente para dejar que el doctor divagara un poco más.

Corriendo Con TijerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora