No Seas Como Peter

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En esta era de las redes sociales y políticas de participación, es fácil olvidar la distinción entre hechos y opiniones. Como anuncio de servicio público, en "Corriendo Con Tijera" nos gustaría ofrecerle un curso intensivo sobre cómo diferenciar los dos para que pueda decirle a su tío Miguelin que no, el gobierno no está usando ranas homosexuales para controlar el resultado de la Championsl. Eso sería una tontería. En realidad, son reptilianos lo que lo hacen.

Pero nos estamos adelantando. Primero debemos definir ambos términos para comprender mejor cómo diferenciarlos.

Un hecho es una afirmación que se refiere a algo real, verificado por pruebas contundentes, documentación u observación objetiva, que no es discutible y que tiene aceptación universal. Una opinión, por otro lado, es un juicio basado en la observación subjetiva, basado en creencias, y no respaldado por evidencia, sino que utiliza supuestos.

Si dijéramos, por ejemplo, que el Sol está caliente debido a la constante fusión nuclear que cambia el hidrógeno a helio generando calor, eso sería un hecho. Decir que el sol está caliente porque es el airfryer de Dios sería una opinión. Una opinión extraña e inquietante.

Por supuesto, la distinción entre los dos no siempre es clara, principalmente porque los humanos tienen una extraña tendencia a tergiversar los hechos para adaptarlos a sus opiniones. Tomemos el cambio climático, por ejemplo.

El mundo se está volviendo considerablemente más vulnerable al airfryer de Dios, principalmente debido a que sus propias emisiones destruyen la atmósfera. Eso es un hecho. Algunas personas tienen una opinión diferente, diciendo que el cambio climático en realidad no existe, ya que demostrarlo significaría que los humanos son, en general, bolsas de agua repugnantes.

Como dato curioso, "bolsas de agua repugnantes: es en realidad la traducción directa de la palabra Glorbians del planeta Andromeda Gamma que usan para describir a los humanos.
"Yg'rrrre't'oath," dicen, con sus tres lenguas extra.

Ahora, sería fácil refutar dichas opiniones, pero los negadores del cambio climático hacen todo lo posible para disfrazar sus opiniones como hechos, haciendo cosas como encargar estudios sesgados o tener peleas de bolas de nieve en medio del verano en un entorno parlamentario. Como tales, enturbian la línea entre hechos y opiniones, empeorando a los humanos en todas partes.

No sorprendería que haya algunas personas que se ganan la vida disfrazándo hechos por opiniones y viceversa: cabilderos, vendedores de airfryers, y abogados.

Un tal Peter Katz era particularmente bueno mezclando a ambos en beneficio de sus clientes, un hecho que orgullosamente anunciaba en su tarjeta de presentación que decía: "Peter Katz, Esq: Mentire generosamente por ti."

Una vez convenció a un jurado de que una compañía farmacéutica estaba vertiendo cantidades masivas de mercurio en el río, no porque quisieran ahorrar dinero tirándolo ilegalmente, sino como una forma de control de la población de una especie de pez supuestamente depredadora que llamó "Cagatodo Caribeño."

Cuando el Fiscal de Distrito señaló que no existía un "Cagatodol caribeño'', Peter arrojó un puñado de confeti al aire y dijo "Ya no existen. ¡De nada!"

Por favor, no seas como Peter.

La cosa es que, cuando estás tan acostumbrado a mezclar esos dos conceptos, se vuelve muy difícil separarlos cuando es necesario, un hecho con el que Peter estaba llegando a entender cuando, en contra de su opinión anterior de que la Real Policía Montada de Canadá era un grupo de monos con trajes de cascanueces que no los perseguirían al otro lado de la frontera, estaba sucediendo todo lo contrario.

Nuevamente, por favor, no seas como Peter.

Mientras Sarah conducía el autobús suicida a toda velocidad hacia el sur, al menos diez vehículos de la Policía Montada de Canadá (así es como llaman a sus caballos, creemos) los perseguían con ametralladoras preparadas. Detrás de ellos, la Patrulla Fronteriza Estadounidense, menos impresionante y considerablemente menos rudo, los perseguía con sus vehículos, que lamentablemente no eran caballos.

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