Capítulo veintiuno.

49 6 2
                                    

Edén parque aéreo. La Falda, Córdoba.

Sara.
Silencio.

Más silencio.

Lucio se sienta en el suelo, con sus rodillas flexionadas y sus manos arriba de ellas. Se lo ve frustrado, enojado, que aprieta sus dientes.

Suelta una larga respiración y yo seco algunas lágrimas que se me han salido.

A veces el corazón y la razón no coinciden. Yo trataba de entender lo que vivía Fernando y por ello aceptaba sus malos tratos, sus palabras hirientes, su tono amenazante, su golpe.

Ser bueno no es malo, pero en éstas generaciones, encontrar un corazón noble, una persona sincera, es casi imposible y las que hay, las toman del pelo, del codo, las lastiman de mil maneras. Mi mayor defecto es ese, agarrarle cariño rápido a los demás, dar todo por ello y luego salir hecha mierda. Me hacen mierda, pero peor es la decepción de que, aunque sabía lo que me esperaba, pretendía que por mi hicieran un poquito.

Lucio me conoce y me advirtió lo que podría pasarme, y decidí ser terca, ser ese casi nulo porcentaje que se queda al lado de alguien que todo el mundo ignora, pero así terminé. Nuevamente la ansiedad y el miedo.

-No pude estar ahí para cuidarte. -Suelta por lo bajo, molesto, jugando con una piedra-.

Le miro de reojo y meneo la cabeza para acomodar mis pensamientos, soltando un suspiro. Me termino de secar mis lagrimas, me paro de la roca donde estoy y me siento al lado de él.

-Me lo advertiste. -Respondo, sonriendo amargamente-. Yo sabía que me estaba metiendo en la boca del lobo. -Lo miro y él responde mi mirada también-.

-Sarita. -Exhala-. No ves las personas que son, ves las personas en las que pueden convertirse. Das y das hasta que sacan todo de vos y te dejan vacía. -Su mirada pasa a ser de tristeza-.

-Perdón. -Digo por lo bajo-.

-¿Por qué? -Ríe nervioso-. No pidas perdón, pequeña. -Me abraza y hundo mi rostro en su pecho-. Te mereces el mundo, pero el mundo no te merece. -Deposita un beso en mi cabeza, acariciando mi cabello-. No quiero que vuelvas a sufrir, que algo te coma por dentro. -Levanto mi cabeza y nuestras miradas se encuentran-. Soy yo, soy Lucio, tu mejor amigo, no me escondas nada, solo te voy a ayudar. -Me sonríe-.

-Perdón. -Lo abrazo fuerte y nuevamente me hundo en su pecho-. Te juro que tenía mucho miedo, he tenido ansiedad, quería hablarlo. -Hablo sin frenar-. No me guardaré nunca más nada. -Lo abrazo más fuerte-. Te lo prometo.

-Estás a salvo, ése infeliz no te va a hacer nada. -Me acerca más-.

-Rayito. -Digo sintiendo paz-.

Sus brazos son la paz misma. Desde que nos conocimos personalmente, ellos me calman, te hacen saber que lo que hoy duele, mañana será cicatriz, que no te dejarán sola.

Lucio es esa curita para lo que todavía sangra. Él no se va a ninguna parte, es de los que se queda escuchando cómo un corazón se rompe y te pone música para que te olvides de todo. 

Él es un huracán, de esos que llegan removiendo cielo y tierra en tu pecho para reconstruirte todo, con un parpadeo de ojos y una mano que aprieta fuerte. 

Por si regresas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora