Capítulo quince.

52 5 2
                                    

La Falda, Córdoba, Argentina.

Sara.
Saliendo de las altas cumbres, la hermosa naturaleza que nos regala nuestra Córdoba, empecé a ver árboles, pequeñas cabañas. Más árboles, pequeños negocios.

El día está en un punto medio, ni mucho calor, ni mucho frío, aunque acá arriba las temperaturas son más bajas.

La música va baja, sonando Soda Stereo, sus grandes éxitos. La canción que está hace que me quiera parar como loca a saltar y gritar la letra, pero vamos en un auto y por medio de la ruta.

Comienzo a mover mis pies al compas de la música, al igual que mis hombros.

Siento que me toman de mi mano y por su tacto y tamaño, la reconozco.

Entrelazamos nuestras manos, la sube a sus labios, aún manejando, y la besa, sonriendome.

Siempre seremos prófugos ¡Los dos! —Cantamos mirandonos y riendo—.

Bajamos nuestras manos y sin soltar la mía, cambia la marcha. Eso fue sexy.

Él me guiña un ojo y yo rodeo mis ojos, por lo que muerde su labio inferior y se acerca a mi oído;

—No hagas esa mirada, Leoncita, que me pone duro recordarte gimiendo y haciendo tus ojos hacia arriba, al igual que tu cuerpo.

Se aleja y sigue manejando, sonriendo.

¡Doñas hormonas!

Ante sus palabras y su respiración en mi cuello, mi bello se pone de punta y mi piel se estremece ¡Mierda!

—¿Falta mucho? —Pregunta el rulos—.

Como dije, teníamos las vacaciones pendientes, las cuales se adelantaron. Es lunes y estamos dirigiendonos a la casa de vacaciones de los gemelos.

Vamos; Lucio y sus cuatros amigos, que luego de lo sucedido en el bar con Esteban, le invitaron un trago y se llevaron más que bien. Fue ahí cuando Esteban propuso lo de las vacaciones y todos aceptaron encantados, incluso mi mejor amigo. También va el novio de Esme y unos dos amigos de Esteban con sus chicas. Más los gemelos y yo.

Si, seremos trece personas en una casa.

¿Cómo saldrá eso? ¿Cómo dormiremos? No lo sé y ¡Eso me asusta!

¿Vinimos todos en una trafi? No, ja.

En el auto de Facundo, novio de Esme, van ellos dos, el Rubio y el Colo. En el auto de Tomás, amigo de Esteban, lo acompañan Nico, su otro amigo, Milena y Milagros, sus chicas, como dije.
Y en el auto de Esteban, lo acompaños con Lucio, el Rulos y el Tucu.

El viaje ha sido largo pero, al menos nosotros, no nos hemos dejado de reír con el tucumano, por su tonada y anécdotas.

Cada auto va lleno de maletas o mochilas, supuestamente nos quedaremos alrededor de una semana, o más, no lo sabemos, todo depende de que las cosas salgan bien. Posiblemente sean unos días y ya.

—No, no falta mucho. —Responde Esteban—.

—Che Cordobés ¿Vamos a entrar las trece personas en tu casa? —Pregunta el Tucu, poniéndose entre medio de nosotros—.

—Alejandro, no te has callado en todo el viaje. —Dice Lucio frustrado—.

-¡Es que somos trece personas! —Dice exhaltado—. Y todos tienen chinitas, menos nosotros. —Bufa—.

Todos reímos y el tucumano se vuelva hacia atrás, poniéndose de brazos cruzados.

Vuelvo mi mirada a Esteban y él está concentrado en el volante. Las cosas entre nosotros están bien, hemos hablado y llegado a muchos acuerdos:

Por si regresas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora