Capítulo veintisiete.

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Sara.
Me despierto, y veo a mi costado a Esteban dormido boca abajo; dejándome ver su rostro que está marcado por la almohada, su espalda descubierta, solo tapado de la cintura para abajo. Se ve tan vulnerable, tan tierno, y me fijo en cada detalle para fotografiarlo en mi mente y así recordarlo por siempre.

Me giro más a su costado y enredando mis piernas en las suyas, deposito mi mano en su mejilla, acariciandolo lentamente. Su piel es muy suave y su cuerpo muy grande.
Deslizo mi dedo índice a su espalda, dibujandola y lentamente comienza a abrir sus ojos.

-Podría estar por horas así y me seguiría haciendo el dormido. -Dice con su voz ronca y me roba una sonrisa-. Buen día, preciosa. -Deposita un beso en mis labios y yo quedo como tonta sonriendo-.

-Buen día, perrito. -Digo y él suelta una carcajada-.

-Qué romántica. -Dice riendo-. Me gusta como te queda mi remera.

-Me la podría quedar ¿No? -Digo sonriendo-.

-Toda tuya. -Asienta poniéndose boca arriba-. Pero, -Me acerca a él-. ahora te la quiero quitar.

-¿Si? -Digo subiendome a él y sintiendo su erección mañanera, por lo que gimo-.

¡Mierda!

Comienzo a quitarme su remera y él me mira con atención, acariciandome con sus nudillos, haciendo que mi piel se erice, soltando suspiros tras suspiros porque aunque no sea la primera vez que me toque, cada vez que lo hace se siente como la primera y éso es hermoso. Es único.

Me deslizo por su cuerpo y beso sus labios, mientras que él acaricia mi espalda desnuda. Bajo mis labios por su cuello, su pecho y de reojo veo que cierra sus ojos, intentando calmar su respiración. Sigo por su abdomen y antes de seguir bajando, él me sube, me besa y en un segundo quedo debajo de él.

-Sara, me estás haciendo perder la cabeza. -Susurra en mis labios y yo lo abrazo, volviéndolo a besar- Decime que...

-Si. -Lo interrumpo-. Anoche fui a la habitación de Elizabeth y tomé la pastilla del día después. -Sonrío-. Ahora ponete esto. -Meto mi mano por debajo de la almohada y saco un preservativo, por lo que él ríe-.

-¿En serio lo pusiste ahí? -Pregunta riendo-.

-Te conozco, Esteban. -Rodeo los ojos y él me roba un beso-.

-Sos la única que me conoce. -Confiesa y mi corazón se acelera más de lo normal. Volviendo a sus labios-.

-¡Amorcito! -La puerta se abre y Esteban se sale de encima de mi en un segundo-. ¡Estefanía! -Exclama mi segundo nombre mi mamá y yo me tapo con la sábana-.

-¿Por qué no golpeas? -Grito-.

-Te doy cinco minutos. -Me advierte enojada-. Y -Al fin mira a Esteban-. ¿Esteban? -Grita otra vez-. ¿Cómo? -Se queda boquiabierta-. Pensé que era otro chico o -Se lleva las manos a la cabeza-. ¡Dios mío! -Exagera pero me confunde porque a su vez una ola de felicidad pasa por su cara-.

Confundida me levanto de la cama, tapandome con la remera de Esteban y me acerco hasta mi mamá que no sabe si pegarnos o llorar de felicidad.

-Mamá. -Aclaro mi garganta-. Perdón, pero dame cinco minutos. -Digo exhalando-.

-Si, si. -Dice anonadada y sale de la habitación-.

Esteban suelta una carcajada fuerte y yo lo fulmino con la mirada de brazos cruzados, negando con mi cabeza.

-Yo llego a encontrar a mi hija así y estrangulo al chico. -Dice riendo-.

-Pobre niña. -Digo yendo a mi armario-.

Por si regresas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora