Capítulo veintinueve.

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Sara.

-Acepto. -Respondo casi en un hilo de voz-.

Él asienta con una sonrisa, agarra mi bici y me da el paso para que entre a la casa. Entro y un pasillo me envuelve, el cual sus paredes están llenas de fotografías familiares. Lucio deja la bici por un costado y mientras, yo disfruto de las fotografías. Observo y observo y me topo con una de un niño en un balde, junto a un perro; el niño está riendo y el perro mojandose también.

-Ése soy yo. -Me dice Lucio, apuntando el cuadro que estoy viendo-.

-Es la foto más tierna que he visto. -Suelto una carcajada-.

-Si, si, burlate. -Responde despeinandome-.

-¡Ey! -Le doy un leve empujón y él ríe-.

-¿Hijo? -Se escucha una voz del otro extremo-.

-No me fui, ma. Ahí voy. -Responde Lucio en tono alto para que la escuche-.

-¿Tu mamá? -Pregunto por lo bajo-.

-Veni. -Me sonríe, tomando mi mano-.

Me lleva de la mano hasta lo que parece ser la sala de estar y me quedo parada a un costado, mientras que Lucio sigue adelante, dejándome ahí.

¡Me dan ansiedad los lugares nuevos!

La sala está decorada de colores cálidos. En una de las paredes hay un televisor colgado con parlantes a su alrededor. Hay sillones, una mesa ratonera, consola de juegos, y más fotografías familiares.

Observo con atención las fotografías donde sale Lucio y sonrío al encontrar un cuadro mediano donde salgo yo con él. Una sensación de nervios pasa por mi cuerpo y un suspiro sale por mi boca, pues me siento parte de la familia que aún no conozco y éso es algo bonito.
Me acerco más para admirar la fotografía y una carcajada suelto al recordar ése día; fue en nuestra cafetería favorita, el día que nos conocimos. Yo salgo sentada, riendo y él rodeandome con sus brazos, también riendo, detrás de mi. Nunca voy a olvidar todas las sensaciones que sentí al tenerlo frente mío, al sentirlo.

-¡Sara! -Me hablan-.

Pego un salto y doy la vuelta para mirar, encontrándome con una mujer de pelo castaño, ojos marrones y una tierna cara, junto a una sonrisa contagiosa.

-Sara, -Se acerca Lucio-. te presento a mi mamá.

-Un gusto, señora. -Asiento amablemente-.

-¡Señora! -Suelta una carcajada la mujer-. Llamame por mi nombre, María.

-Está bien. -Sonrío-.

-El gusto es mío. -Me toma mi mano y yo me sorprendo por el gesto-. Ahora vamos a que te cambies de ropa y tomes algo caliente.

-Gracias. -Digo-.

Pasamos por un pasillo ancho, el cuál hay un espejo inmenso y en las paredes del mismo están llenas de medallas y trofeos de Lucio por los deportes que hace. A un costado está el baño.

Seguimos por la cocina; en un costado está la mesada, junto a la alacena y los electrodomésticos, hacía el otro extremo está la mesa y sillas, a los costados hay muebles colgantes donde hay diferentes vinos, copas, vasos, cubiertos. Al final del comedor hay una puerta, y al lado una ventana gigante la cual me permite ver que hay un pequeño jardín.

-Por acá. -Me dice María y yo la sigo-.

Subimos por las escaleras y otro pequeño pasillo nos envuelve, el cual tiene cuatro puertas. Abrimos una y nos adentramos a su habitación; es espaciosa y está decorada con colores claros.

Por si regresas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora