Capítulo treinta y dos.

19 1 0
                                    

Sara.
Nos seguimos mirando fijamente y su mirada es tan penetrante... Esos ojos azules que hoy lleva, y digo así porque cambian el color según el clima, me desnudan más de lo que ya estoy. También logran que una corriente eléctrica baje por mi cuerpo y se estacione en mi vientre, como siempre.

-Sabías que existe la puerta ¿Verdad? -Digo con una sonrisa y él me sigue analizando con su mirada-.

-Poe Verne te enamoró cuando entró por la ventana de Padme. -Responde con una sonrisa pícara-. Él la amenazaba y juró no tocarla porque le pertenecía a otro.

-¿Y vos qué? -Pregunto-.

-Digamos que yo soy el amigo de Poe. Nadie puede tocarte porque sos mía.

Suelto una pequeña risa y él da un paso hacia adelante, mientras que yo sigo inmóvil, comenzando a sentir un calor por mis mejillas.
Luego da otro y mi respiración comienza a ser más nerviosa.

Continúa acercándose y yo quiero pedirle que frene, pero mis gritos están ahogados y deseo que sus manos me acaricien una vez más.

Deseo sentirlo. A plena luz del día.

Él llega hasta a mi y con un último paso corta todo espacio entre nosotros. Nuestras respiraciones se sincronizan y estoy segura de que puede ver cómo mi pecho sube y baja.
Bajo mi mirada por un segundo y él me toma de mi mentón, delicadamente. Con su otra mano quita los mechones de mi cabello que tapan mis pechos. Sus dedos comienzan a acariciar mi hombro izquierdo, y un suspiro sale por mi boca. El contacto con mi piel hace que me estremezca por completo y él lo disfruta, porque me da una sonrisa de lado.

Quita la mano de mi mentón y lentamente comienza a acariciar mi cuello, bajando hasta mi pecho, sin dejar de mirarme.

-De todas las posibilidades, nunca creí que podría encontrarte así. Toda para mi. -Dice‐.

Con su otra mano intenta desprender mi sostén y al lograrlo, con sus dos manos, me lo quita, cayendo al suelo. Sus manos comienzan a descender por mi espalda desnuda y yo elevo mi cabeza hacia arriba, sintiendo cómo de a poco clava sus dedos en ella.
Su boca llega a mi cuello y va dejando pequeños y humedos besos, haciendo que muerda mi labio y mi cuerpo se vaya adormeciendo, entregando.

Sus labios van hasta mi pecho y su lengua a mis pechos. Yo suelto un gemido y deposito mi mano en su cabeza. Continúa bajando a mi abdomen, dejando besos. Luego se arodilla y su lengua comienza a subir por mis muslos, por lo que mi cuerpo se hace para adelante y mis dedos se enriedan con su cabello, logrando que suelte un fuerte gemido.

Él frena y se levanta, volviendo a mirarme fijamente, por lo que en ese momento me doy cuenta de que por más que pasen años y años, mi primera reacción hacia él siempre será la misma: rencorosa. La de ambos. Tanto que nuestros cuerpos se piden a gritos que se sientan y se marquen, se devoren.

Su mano acaricia mi mejilla y luego la enreda con delicadeza en mi cabello. La ternura es la segunda fase de nuestros encuentros, luego del rencor.

-Cobarde. -Le digo sonriendo y él también lo hace-.

-Un par de cobardes. -Me sonríe tiernamente-.

Y sin pedírselo, Esteban me besa con todas las ganas del mundo, logrando que me derrita justo allí, junto con mi corazón.

Sus manos van hasta mis mejillas y las mías a su cuello. Me encanta que sus labios ya sean familiar para mi boca, que nuestras lenguas se entiendan a la perfección y que no sepamos cómo separarnos, ni cómo terminar.

-Te extrañé. -Susurro contra sus labios-.

-No podía seguir viéndote en los brazos de alguien más, Sara. -Me responde reposando su frente contra la mía-.

Por si regresas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora