Capítulo treinta y cuatro.

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Esteban.
Tenía miedo.
Miedo a que me rompieran de nuevo,
de volverme a perder,
y ésta vez no encontrarme.

Tenía miedo de sentir
más que la última vez,
miedo de follar sintiendo amor,
miedo de ver el sol salir
mientras un cuerpo desnudo me abraza por la espalda.

Lo mío es salir corriendo por la madrugada.
Tenía miedo de sacarme el corazón
y depositarlo en otra mano,
miedo a que la usaran como avión de papel, miedo a que no vieran que
lleva la etiqueta de "fragil".

Quería ir jugando entre algunos labios,
no tomarme nada en serio
y volver impronunciables
los "te quiero".
Quería dar probadas de cariño
pero no ser residente de ningún sitio.

Y a pesar de todo,
vos diste vida y media por mi,
me demostraste más de lo que tus palabras podían decir
e hiciste más de lo que prometiste.

Y yo te dije: "tengo miedo a enamorarme."
Y ¡Qué idiota!
Ambos sabíamos que ya lo estaba.

03:00 a.m. Estoy en frente de mi ventana, en mi escritorio, apreciando las estrellas y tomando algún whisky viejo que tenía mi padre guardado en su vinoteca, mientras que escribo.
Ella no sale de mi cabeza y no paro de darle vueltas al asunto o en lo que estará haciendo

¿Estarás en tu cama durmiendo? ¿Estarás pasandotela bien por la ciudad?

¿Por qué soy tan imbécil? Tan cobarde, pienso.
Cada vez que trato de acercarme más, la daño. No sé cómo quererla sin hacerle mal.
No sé qué hacer con mis impulsos, con mis miedos.
He permitido que me dañen tanto y ahora estoy teniendo mi consecuencia: no amarte como te lo mereces.

Mereces una persona que caliente tu alma,
que haga enloquecer tu mente,
que provoque la humedad entre tus piernas,
que te haga adicta a la poesía,
que al besarte muerda tus labios,
que al acariciarte haga estremecer tus miedos,
que te haga sonreír.
Necesitas una persona que en lugar de inventarte cuentos, te lea poesía mientras te vas quedando dormida.
Alguien que sepa que sos un poema romántico y erótico,
alguien que sepa que sos más que todo y que la perfección se queda corta a tu lado,
alguien que logre excitar tu mente al compás de tu cuerpo,
alguien que no quiera perderte y si lo hace que sea solo para encontrarte de nuevo.

Y puedo darte todo eso y más, pero trato y solo te lastimo.
Tengo tantas sogas ahorcandome el corazón y tantas heridas por sangrar que se me hace demasiado abrirme de pecho. Y lo siento, más por mi que por vos.
Tengo mucho miedo de que éste no sea nuestro momento.
Pienso a veces que lo mejor es marcharme antes de que caiga tu último pétalo, preciosa flor.

Te amo y lo he hecho toda mi vida, siempre será igual, pero al parecer estás muy lastimada por mi culpa y yo muy a la defensiva porque me lo reclamas; entonces, solo nos volvemos en una constante amenaza de "qué vamos a hacer."
Te escribo porque me importas, te escribo porque me arrepiento por lo hecho y te escribo porque me lastima la idea de ser el culpable de tus lágrimas.

Sara tiene un corazón de artista. Eso es lo que me vuleve loco de ella.
No le digas que el cielo es azul, porque en su mundo puede ser verde, gris, dorado, por eso siempre le ofrecí el cielo.
En su mundo, puede ser mañana y noche por la tarde.
En su mundo, no solo llueve agua, pueden llover luciérnagas o letras. En la lluvia ella recuerda.
En su mundo, las canciones no solo son melancólicas, chispeantes o danzarinas, también son altas, de piel blanca y dan portazos en lugar de decir adiós. Otras solo son silencio o caricias lentas por el cabello. En la música ella encuentra a su padre.
Allí, en su mundo, no hay eclipses de sol o de luna, hay despedidas y bailes entre cuerpos celestes. En los eclipses ella ve a su abuela.
En su mundo, todo fenómeno natural lo vuelve película de romance, terror y suspenso. Ella sabe de las discusiones entre el sistema solar y Plutón, del amor imposible entre mercurio y Neptuno, sabe todos los detalles.
En su habitación la soledad grita, llora y ríe. Tiene maletas que cuentan sobre los lugares a los que nunca fue y las veces que desconocidos quisieron desnudarla.
En su escritorio hay libretas que explican la anatomía de una despedida y hay lágrimas que nunca lloró.
En el armario hay cajones que chillan por miedo al cambio. Hay calcetines que ya olvidaron su par y se dieron cuenta que su pareja no es su igual.
Ella piensa que las medias se rompen con facilidad porque tienen una historia que nunca se atrevieron a contar.
Ella piensa que los zapatos son seres curtidos en la vida dura porque siempre los han pisado y que son alérgicos a ir donde nadie los llama.
En su corazón de artista, no pide que la entiendan ya que nadie está preparado para darse cuenta de que toda cosa puede ser persona y toda persona puede ser melodía y toda melodía puede ser nudo en la garganta.

Ella es mi artista, mi musa y el amor de mi vida. No puedo perderla. Voy a buscarla. Tengo que buscarla.

La buscaré y le daré miradas que guardé en un rinconcito de mi alma.
La buscaré y le diré que es mi vida, porque lo es.
La buscaré y le diré que no puedo prometer cosas que no puedo darle, pero que la amaré y que le aseguro que será real.
La buscaré y sacaremos sus miedos y los míos a pasear por nuestras bocas.

Y podría decir tantas cosas más, pero si ella si fija en mi manera de mirarla y escribirle, ya debería saberlo todo.

Por si regresas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora