Capítulo dieciséis.

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Ya tenía los pezones erectos por la paliza y, cuando él los apretó entre los dedos, las sensaciones hicieron latir su clitoris.

La penetró con facilidad. Estaba tan mojada que estaba segura de que podría haber albergado una pija el doble de grande y larga, y no es que él tuviera un arma pequeña.

Esteban.
-¡Sara! -Cierro el libro, sentandome-.

-¿Qué? -Salta de un brinco, mientras acomoda su ropa-.

-¿Cómo es que lees éstas cosas? -Le muestro el libro-.

-Y -Se acerca molesta-. ¿Vos qué haces hurgando mi mochila? -Me quita el libro-.

Me lanzo a reír y ella guarda el libro entre la ropa, algo sonrojada. Cierra el armario y se queda apoyada en él, cruzada de brazos.

No, no pasó nada luego de que me provocó. Simplemente me hizo la cobra. Se alejó y comenzó a desampacar.

Al parecer acepta que compartamos habitación. Ella es buena ante las tentaciones, yo no. Lamentablemente no.

Dejo de reír y me levanto, quedando enfrente de Sara. Aún sigue con su bikini de arriba y tengo que admitir que se le pega jodidamente bien ese rosa pastel a su piel. Ya no es una niña.

Apoyo mis dos manos a su alrededor, en las puertas del armario, encerrandola. Puedo ver cómo se tensa y que su respiración es nerviosa.

Me fascina el poder que tengo en ella.

-¿Todavía no terminas de leer el libro? Sarita. -Le pregunto sonriendo de lado-.

-No aceptas que una mujer te diga que no ¿Verdad? -Ríe-.

-No durará mucho tu resistencia, preciosa. -Le respondo y me alejo de ella, para salir de la habitación-.

Llego a la puerta y veo que ella se sienta en la cama, limando sus uñas.

-Pude por años ¿Te crees que un par de días se me será imposible? -Ríe-.

¿Confesión?

Antes de dar un paso más, relamo mis labios y vuelvo a la habitación. Sara sabe que detesto que me reten.

Cierro la puerta con seguro y me acerco con desesperación a ella. Ésta mujer me volverá loco.

La acuesto, con cuidado, a la cama, mientras que ella se hace más para atrás. Quedando ella debajo y yo encima de su cuerpo.
Elevo sus manos hacia arriba y tomo sus muñecas.

-No te gusten que te den retos, he. -Ríe Sara-.

Me acerco más a ella y abre sus piernas, dándome el acceso de que me sienta, por lo que suelta un leve gemido.

Presiono nuevamente mi miembro contra su intimidad y gime más fuerte.

Me da gusto oírla, por lo que rio abiertamente. Paso mi pulgar por sus labios y ella lo chupa, mirándome fijamente.

¿Dónde quedó la nena de mamá que solo se la pasa leyendo? ¿En qué momento creció?

Bajo mis manos a su cintura, me alejo de ella, y presiono una tercera vez. Su cuerpo se eleva, gimiendo.

¡Mierda! Me muero porque sea mía. Admiro plenamente verla volviéndose loca.

Me acerco a su boca y sonrío. Sé que le molesta.

-¿Segura que vas a aguntar? -Le pregunto-.

-Chicos. -Golpean-. La comida ya está lista. -Dicen del otro lado-.

Por si regresas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora