Capítulo doce.

59 5 3
                                    

Sara.
Esteban termina de cantar y siento la necesidad de agradecerle de otra manera. Soy más impulso que persona, por lo que espero que deje la guitarra y cuando posa mi mirada en mi, me le acerco con rapidez y lo beso.

No sé qué estoy haciendo ni por qué, pero se siente bien.

Sus labios me siguen, aceptan el beso. No voy a negar que más de una vez sentí curiosidad de probarlos, de que me lleven a ese infinito que se dejan ver cada vez que sonríe.

El beso comenzó lento, pero cada vez nos ponemos más ansiosos, y la respiración no nos importa.

Esteban posa su mano derecha en mi cuello y la otra en mi cintura, dándole el acceso de que me acerque aún más. Por siguiente paso mis piernas a los costados de las suyas, tomándolo de la nuca y él sube sus dos manos a mis mejillas.

Continuamos basándonos y no quiero parar, no sé si está bien o no esto, pero se siente de maravillas, él siempre lo quiso y últimamente yo también.

Esteban me trata con suavidad, eso me sorprende, porque he visto cómo es con todas y no es para nada tierno.

Con confianza me siento en sus piernas y él baja sus manos a mi cintura. Puedo sentir cómo sonríe y energías, a las que no estoy acostumbrada, pasan por mi vientre.

Lentamente Esteban introduce su lengua al beso y se siente malditamente bien.

Yo no soy una experta besando, lo he hecho pocas veces, contadas con los dedos de una mano y ni llega a las cinco, pero estoy segura que éste es mi favorito.

¿Por qué? ¿Por qué? Perrito. No quería caer, no lo quería hacer, porque temo a tirarme por el precipicio que tenes como boca y que la caída duela el doble, pero soy necia y prefiero quedarme con la culpa, que con la duda de cómo hubiese sido hacerlo. Así que besame, besame y no pares, que aunque no sepa qué nos diremos después, quiero que te hundas en mi piel y me beses como si no hubiera mañana.

Esteban me pega más a él, y puedo sentir su respiración más agitada, su deseo. Baja sus manos a mis muslos y lentamente comienza a subir mi vestido, eso me hace soltar un gemido, pero lo atrapan sus labios.

Nuevamente siento que sonríe y eso me estremece.

Señoras hormonas, no hoy.

Por unos segundos cortamos el beso y nos miramos fijamente. Él está sonriendo y yo algo sonrojada.

Sube sus manos a mis caderas, por encima de mi vestido y se inclina más hacía mi, sentándose derecho, acomodando mis piernas alrededor de sus caderas. Pasa su dedo índice por mi pecho, levantando mi mentón, deposita un beso en mi cuello y sube a mi oído.

—Te dije que todo vuelve, Leoncita. —Me dice en mi oído y por siguiente muerde a penas mi oreja—.

Su voz pone mis pelos de punta.

¡Señoras hormonas!

Me arrodillo, aún sentada, y apoyo mis manos en sus hombros. Nos miramos fijamente y él aprieta mis muslos, sube su mano derecha a mi mejilla y nuevamente pega sus labios con los míos.

Se siente bien y por primera vez no quiero reclamarle nada, solo pedirle que continúe.

Me besa, cada vez con más intensidad. Siento sus manos subir, me da a entender que le gusta hacerlo.

Ahora solo con dos de sus dedos acaricia mis muslos y eso me hace gemir levemente.

Nunca antes nadie me ha tocado, no he tenido primeras veces de nada, solo yo misma he experimentado, y aunque esto sea algo simple para mi, logra despertar mis cinco sentidos.

Por si regresas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora