Capítulo seis.

55 7 1
                                    

—Lo que sea haría con tal de que seas
feliz. —Me sonríe—. Y ahora hablemos de vos.

Sara.
Lo que me pasa tiene nombre y apellido.

—Decime. —Digo—.

—Supongo que lo que te pasa trata de Esteban ¿No?

—Si. —Dejo mi taza en la mesa del lado—.

—Te escucho.

—En síntesis; discutimos porque quiere hacerme creer que no soy como todas, que para él soy especial, pero me trata como una más del montón y tiene novia, tiene que respetarla, Lucio.

—¿Pero vos qué sentís? Sarita.

—No lo sé. —Mis ojos se llenan de lágrimas—. He llorado todo el día, me afectó lo sucedido, supongo que algo siento.

—Veni, pequeña. —Me abraza y nos acostamos en el sillón, él abajo y yo en su pecho—.

—Te juro que me asusta sentir, Lucio. —Mis lágrimas comienzan a salir y Lucio me acaricia mi espalda, mientras que me rasca mi cabeza—. Y más por él, porque después de todo lo que Esteban le hizo a su novia, jamás podré confiar. Me siento con el corazón hecho trizas.

—A ver, bonita. —Nos miramos—. Mereces que te den amor de sobra, no sobras de amor, si él no sabe qué quiere, que se aleje, porque sos increíblemente maravillosa. —Me acaricia mi mejilla—. Y cuando te duela el corazón, trata de disfrutarlo. —Me nota confusa—. Es que no hay muchas cosas que te estrujen el corazón. Y si te duele de verdad, es porque valió la pena. Así que abrázate al dolor, que cuando menos te des cuenta, el tiempo te enseña a volar de nuevo, y a eso, vos y yo, lo sabemos muy bien.

Siempre sabe exactamente qué decirme, sus palabras siempre fueron como una anestesia a mis heridas, y ahora que ya dejamos la virtualidad de lado, sus abrazos son la cura a todo.

—Gracias por absolutamente todo,
gracias. —Lo abrazo más fuerte—.

Nos quedamos un rato largo abrazados, lo necesitaba.

—¿Y qué vas a hacer? —Corta el silencio—.

—Nada. —Me siento—. Que él haga la suya y yo la mía, somos familia. —Digo firme—.

—Si eso te hace feliz, estupendo, pero acordate que el tiempo es lo único que jamás vuelve.

—¿Y vos cómo estás? —Cambio el tema—.

Lucio me mira y sabe que estoy cortando la conversación por completo, por lo que se ríe.

—Yo muy bien, pequeña, mejor que nunca ahora que estoy con vos.

—Perdón que me hayas encontrado en estas fachadas. —Me señalo mi ropa—.

—Muy día de lluvia. —Ríe—.

—Hablando de ello. —Me hago un rodete—. No sabía que manejas moto.

—Desde hace muchos años.

Asiento y me levanto del sillón.

No me gusta la idea de que ande arriba de una motocicleta por la vida, no es seguro. Me asusta.

—Sara ¿Pasa algo? —Me pregunta siguiéndome—.

Dejo las tazas en la mesada para lavarlas y él se me queda atrás.

—Sara.

Me doy la vuelta y exhalo, mirándolo.

—Me da miedo que conduzcas una moto,
Lucio. —Respondo de brazos cruzados—.

Por si regresas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora