Capítulo treinta y ocho.

14 2 0
                                    

Sara.
Mi acto de fin de curso es hoy. Mi pasada de año al que próximamente será el último.

Hoy es un día de despedida también; hoy es el penúltimo día de Lucio en Argentina, hasta el otro mes que regrese.

Estoy nerviosa por ello. Los "hasta pronto" que he escuchado, jamás han regresado.

Me he dado cuenta que soy una exagerada con las despedidas, y aceptar que las personas son o pueden ser temporales me aterra.

Lo he asimilado unas treinta veces, pero lo voy a repetir nuevamente; mi apego hacia Lucio es tan grande que me da miedo a no saber qué hacer en este mes que se irá.

Formo rápidamente dependencias hacia las personas, lo admito. Es por eso que esta última semana sin tener un mínimo contacto con Esteban, me ha desestabilizado más de lo normal.
Mi ansiedad viene en aumento, a tal punto que hubo momentos en los que estaba con Lucio, en su casa, y no podía despegarme de la cama.

Mi ansiedad es un asunto que solo comparto con Lucio y solo él sabe calmarla...

Pero como decía; hoy es mi acto de fin de curso y por lo que sé, hay ciertos meritos que recibiré.
Es por ello que me encuentro subiendo las escaleras de la escuela, junto con mi mamá, mi hermana y Lucio, con su madre, para entrar al auditorio de actos.

Por cada paso que doy, me acomodo la ropa que llevo puesta, y el lazo que tengo en el cuello de la camisa me está asfixiando.

Detesto usar jeans ajustados y camisa, lo detesto.

-Mamá -Digo-. ¿Por qué me lo ajustaste tanto? Kuki. -Trato de quitarme el lazo-.

-Sara, no empeces. -Me responde y Lucio suelta una carcajada-.

-Yo que vos no me rio y camino. -Le digo a Lucio, mirándolo molesta-.

-¿Qué me vas a hacer? Metro cincuenta. ‐Me responde burlón-.

Lo miro con furia y él comienza a reírse con fuerza. Comienzo a acercarme hasta él, lentamente y el comienza retroceder hacia atrás:

-Sara... -Dice-. ¿Qué vas a hacer?

-Hacerte correr. -Amenazo-.

Lucio me mira con picardía y yo caigo tarde de lo que dije.

-¿Me harás correr? Sara. -Me pregunta sonriendo y yo siento mis mejillas rojas-.

-No quise decir eso, Garrido. -Respondo nerviosa-.

-Pero lo dijiste. -Se ríe a carcajadas-.

Yo me le acerco y él me abraza por la cintura, como señal de paz, volviendo a caminar, entrando a la escuela.

Me sorprendo por la decoración de color dorado y negro que hay en la entrada, pero no le llevo el apunte.

-Sé que soy el amor de tu vida, Lucio. -Le susurro y él me sonríe-. No lo hagas público.

-Oh, oh. Tengo que ser el típico cliché en el que mejor amigo se calla toda su vida el amor que tiene por su amiga, hasta que un día ella dice casarse con otro y le pide a su amigo ser la dama de honor, planeado secuestrarla. -Responde-.

-Exactamente. -Rio-. Dejame vivir mi cliché.

Comenzamos a reír, aún abrazados, y él deposita un cálido beso en mi frente.

-El día que te cases tiene que ser con alguien que realmente vea que ya se ganó toda la fortuna del mundo en el momento en el que te conoció, princesa. -Me dice, mirándome fijamente-.

Dejamos de caminar y toda mi atención es para sus ojos, que siempre tienen ese brillo tan característico suyo. Ese brillo que me hace creer en un infinito y que no quiero jamás dejar de verle.

Por si regresas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora