「II」Capítulo 17

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ANNIE

- ¿Hablas en serio?

- Sí, hablo muy en serio -le sonreí a su rostro preocupado.

Levanté el marco blanco de la ventana hacia arriba, y la corriente de aire frío me llenó los pulmones. Finalmente la temperatura había subido por encima de los quince grados, y los aromas florales cubrían todas las calles. Sonriendo para mí misma saludé con la mente a la casa de dos pisos al otro lado de la calle. Algunas nubes amarillas empezaban a teñirse de rosa por el lado contrario a la luz. Los gorriones ya volaban a esconderse en el árbol que la casa de los Arlert tenía en su fachada. Era como si el mundo nos estuviera invitando a hacerlo. Me trepé sobre la silla metálica.

- ¡E-espera, Annie! -se levantó de su asiento de ruedas con rapidez y me jaló de la blusa- ¡T-te lo digo en serio, n-no está diseñado para soportar n-nada de peso, d-detente, por favor!

- Armin, te lo aseguro. Tu porche va a soportar a dos personas de cincuenta kilos -rodeé los ojos.

- S-si quieres ser exacta en realidad son cuarenta y tres, y cincuenta y uno... ¡P-pero como sea, j-justamente eso, Annie! Es una masa de casi cien, y debe ser m-más del doble del peso de la nieve durante el invierno. Te lo digo en serio, l-la estructura la c-construyó el abuelo, y teniendo en cuenta la época y los m-materiales de construcción...

Solté otro suspiro y lo dejé hablando solo. Decididamente pasé mi cabeza, una pierna y luego la otra; una suave risa involuntaria me salió por la nariz, y gateando sobre el techo me senté a no mucha distancia de la ventana. La inclinación era muy poca, y no había llovido desde hacía dos días, por lo que no existía el peligro de resbalarnos. Me giré hacia él. El cabello desordenado combinaba en tonalidad con la pintura de los tablones exteriores.

- ¿Lo ves? No pasa nada, Armin. La gente se sube a los techos todo el tiempo, una de mis familias temporales tenía uno parecido a este. -di unas cuantas palmadas al espacio junto a mí- Bien, ahora es tu turno.

- Le tengo pavor a las alturas.

- También le tienes miedo a los perros y ya te enfrentaste a dos más grandes que tú en menos de un mes. Solo es un piso de altura, no seas llorón, ven -sonreí.

- Bien -refunfuñó, soltando un quejido.

Fue algo divertido verlo apoyar sus manos temblorosas en el marco, golpearse levemente la coronilla y silbar mientras se arrastraba fuera de su ventana, intentando calmarse. Con mucho cuidado y lentitud se sentó cruzando las piernas; sobé la parte que tenía adolorida, pero mi novio me indicó que estaba bien. Cuando me preguntó frunciendo su ceño que si ahora estaba feliz se me salió otra risilla de nuevo, y me recosté sobre las tejas aplanadas.

Por suerte andaba con suéter, pues de otra forma quizás se habría evidenciado que mis pechos se separaron ligeramente hacia los lados, producto de andar sin sostén. No fue intencional, solo que Will se levantó en la mañana y lavó toda la ropa en un ataque de responsabilidad, o algo así. Las prendas blancas no estuvieron listas para cuando ya me tenía que ir a la escuela.

- Bueno, ¿y ahora qué? -preguntó el chico mirando al cielo. También duró un rato en acostarse a mi lado. Su fleco cayó hacia atrás.

- Bueno, ahora me terminas de contar lo que sucedió con Mikasa y Eren.

- ¿Lo del domingo? Ah, cierto... -parpadeó- Quedé en que bajé al primer piso mientras hablaban, ¿verdad? Bueno, me detuve allí porque realmente no hay más cosas que contar. Quiero decir, sí me quedé en su casa por un rato muy largo ayudando con el almuerzo y charlando con su familia. Incluso conocí a su padre, ¿sabes? Es muy amable, como su esposa. Mikasa tiene padres muy alegres.

Menta. Una historia de Armin y Annie [Trilogía completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora