「III」Capítulo 14

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ARMIN

El domingo no fue solo el día de piscina para Pieck y su novio Porco. Al parecer, también era su último día en la ciudad, antes de visitar a sus parientes en Nueva Orleáns durante un mes entero. Y eso significaba que Marcel también estaría fuera del estado por todo ese tiempo. Era la celebración del fin de sus adolescencias, según intuí: tanto el muchacho que no dijo mucho durante la piscina, como su hermano gemelo regresarían a la ciudad en septiembre a iniciar sus rumbos como universitarios.

El abuelo no podía con todo en la verdulería él solo. Llamó a Paul Wong, el hijo del repartidor, pero él no podía trabajar a tiempo completo ni todos los días de la semana. El abuelo pidió mi ayuda, y no me negué. Sí me dolía perder tanto tiempo, especialmente para verme con mi novia, pero era necesario. Hice a un lado mis proyectos de Jandur y mis avances en RPG Maker: ya tendría tiempo para ello luego de que Marcel regresara, o en migajas a lo largo de esas semanas. De alguna forma lo lograría. A veces había que velar por los demás por encima de uno mismo.

Así que durante el resto del verano, debería acompañarlo toda la jornada desde la mañana, los lunes, jueves y sábados. Medio tiempo hasta el almuerzo, los miércoles y los viernes. Visitaría el apartamento de Annie los martes y la tarde del miércoles. Mi novia estaría a la una en mi casa el último día de la semana. Los domingos seguirían siendo su día de visita común, con mi abuelo cuidándonos a ambos. Claro que si habían actividades, como el cumpleaños de Sasha el sábado, existía flexibilidad. Y algunos días en que Wong no se presentara, producto de su otro empleo, yo tendría que cubrirlo incluso los días que tenía "asegurados" para mis actividades.

La verdad, era algo que ya me esperaba. "Es su manera de decirme indirectamente que él ya lo sabe todo. Por eso redujo las visitas de los viernes. Él lo sabe, pero... No entiendo por qué no ha dicho nada. Si no lo aprueba, si le desobedecí, ¿por qué no de plano me pidió trabajar todo el viernes? ¿Por qué sigue permitiendo que tengamos ese pequeño momento solo para nosotros dos?". Fuera de eso, sus actitudes hacia mí no habían cambiado. No se veía distante, ni enojado, ni decepcionado. La mezcla extraña del abuelo temeroso por mi bienestar, amable con Annie y amoroso con ambos era la que residía en su rostro.

Aunque las consecuencias sí molestaron bastante a Annie. No dijo nada pues entendió que era una situación irremediable. Su rostro se ensombreció con la noticia, más de lo que ya estaba desde eso. Lo que más le dolió, según pude leer en sus ojos, fue que los viernes ya no los tuviéramos completos. No podíamos cambiarlo a los martes pues el horario de Gabi dependía de su madre. Ya no habrían mañanas de jugar con los ingredientes mientras cocinábamos, o de ver cualquier película que estuvieran dando en Fox, o de que ella jugara alguno de mis títulos, soportando a duras penas la tensión entre ambos. Ahora solo serían tardes. Cuatro horas. Solo cuatro horas para probar lo que viniera.

En el momento, y luego de que sucediera, pensé que ella lo había tomado con calma. Pensé que de verdad la había logrado hacer sentir mejor. Quise que así fuera, quería tomarlo con "madurez", como aquella vez que pasamos la página muy rápido, durante los exámenes de ampliación. Pero no fue así. Y no solo se trataba de su actitud mixta y extraña durante la piscina. Sus mensajes se sentían tristes, Gabi la irritaba con mayor facilidad.

"Esta vez pasar la página y superarlo no parece funcionar". A veces me incomodaba que nuestra relación fuera tan aleatoria: lo que marchaba bien en cierta situación, no lo hacía en una siguiente, aunque se presentaran variables muy parecidas. ¿Se había asustado como yo lo hice cuando ella me hizo la paja por primera vez? No. No fue solo que no pudiera hacerlo por miedo. Ella cargaba con la culpa de algo sobre lo cual no tenía control.

Mi madre era prostituta.

La noche del domingo, y mientras me duchaba todo el cloro, lo pensé por mucho tiempo. ¿Ella... había estado presente durante alguna de las citas de su madre? Entré en un hoyo de angustias por posibilidades extremadamente negativas. ¿Qué tan adentro había llegado realmente en sus traumas? Annie siempre recordaba con mucho amor a su madre. O al menos, eso era lo que reflejaba cuando me contaba sobre ella. Sobre sus dibujos, sobre sus ojos, sobre los panqueques que le preparaba por las mañanas. Siempre las partes buenas. Yo la imaginaba como un ángel drogadicto. Pero quizás... no lo era.

Menta. Una historia de Armin y Annie [Trilogía completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora