「II」Capítulo 13

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ANNIE

La mañana más extraña de toda mi vida, y una que siempre iba a recordar. Naturalmente me enojé, y medio lo mandé a la mierda en el interior. ¿Cómo se le ocurría hacer algo como aquello? Es cierto que esa habitación me provocaba más seguridad y comodidad que mi propia estancia, y que ya podía considerar a su abuelo como una persona cercana, pero... ¿dejarme sola? ¿Abandonarme de esa forma con un adulto obviamente preocupado por mí? ¿Con alguien que me iba a interrogar sobre qué putas estaba pasando en mi casa como para que me hubiera visto en la necesidad de quedarme en un hogar ajeno?

Nada más abrir los ojos por segunda vez esa mañana y descubrir lo que Armin había hecho tuve otro estallido de llanto; no tenía fuerzas ni derecho para enojarme con él, pues su intención fue buena. Además, el asco que sentía de mí misma por el asunto de Bertholdt era tanto que no cabía otra emoción. Solo... estaba cansada. Dormir no me había ayudado a aliviar el dolor; al menos, luego de tantas horas de tener ese peso sobre el pecho, me acostumbré un poco a él.

Me vestí a toda velocidad sin saber qué hacer. Era obvio que no iría a la escuela, pero tampoco a mi casa. En mi mente ingenua, tal vez de verdad estaba totalmente sola, pues eran más de las ocho, la hora de apertura de la verdulería. Tomé mis cosas y me propuse a escabullirme con el mayor sigilo, procurando no provocar ni un solo ruido en cada paso que daba. La cocina estaba vacía, y ya estaba en el recibidor cuando escuché que el hombre mayor me saludaba con un "buenos días". Maldije internamente y me dirigí a la cocina. Arrodillado acomodaba en la alacena las latas y paquetes que había comprado la tarde anterior, antes de recogernos.

Se comportó muy amable, en realidad. Aunque intenté negarme, el abuelo de mi novio nos preparó unos huevos con tocino, y se sentó a desayunar conmigo. Mi cabeza daba vueltas, pues por un lado me sentía terriblemente incómoda por esa situación, pero por el otro no pude evitar pensar en hacía cuanto tiempo no desayunaba acompañada por alguien más. Había olvidado lo extraño que se sentía, un poco... ¿bien? Su rostro tenía una sonrisa arrugada permanente, pero el solo ver sus ojos me daban aún más ganas de llorar. Las preguntas que me hizo no fueron muy invasivas, solo las naturales. Aunque quería no decir ni una palabra, era lo mínimo que podía hacer por quien me estaba alimentando, en más de un sentido. Terminé confesándole que había tenido una pelea bastante grande con mi padre, sin mencionar los golpes y el motivo, obviamente. Si abría la boca sobre lo que ocurrió la noche del viernes Armin no me lo perdonaría nunca.

Me llevó en su auto, y por más que le insistí en que me dejara en la estación del metro, no me hizo caso. Se empecinó en llevarme directo hasta mi casa, y por primera vez borró la sonrisa y afirmó su voz conmigo, como si también fuera su nieta, o algo así. "¿Por qué mierda le di la dirección a Armin aquella vez? Maldición". El dolor en mi pecho, las lágrimas que recorrían mi rostro y el nudo de mi garganta se acrecentaban más conforme nos íbamos acercando. Era vergüenza, más que nada. Yo sabía muy bien que ni en apariencia ni en personalidad yo coincidía con el ideal de chica dulce y buena que cualquier padre o abuelo esperaría como novia de su nieto. Si eso ya me jugaba en contra, odiaba que se diera cuenta del agujero de drogas, orines y delincuencia en el que vivía yo. En cierto momento, en un alto esquinero, estuve por abrir la puerta y salir huyendo. Pero no pude. No tenía fuerzas para nada más que llorar. Es que solo quería desaparecer, solo es que... todo era mucho. Todo era demasiado.

Se parqueó en frente de ese edificio de mierda, y la gota que derramó el vaso fue cuando dijo que quería hablar con mi padre. Me negué, explicándole que a esa hora debía de estar durmiendo por su trabajo nocturno. El anciano insistió, y continué llorando mientras balanceaba la cabeza de un lado para el otro. El abuelo de Armin me abrazó, diciéndome con su voz quebrada que lo entendiera, que él me quería muchísimo y que esto era por mi bien. Pero yo no podía permitirlo, jamás. Y no era solo porque no quería que se diera cuenta de que yo era adoptada, algo obvio a simple vista. En el momento que Will lo observara entraría en cólera, se sentiría atacado y comenzaría a gritarle. Eso sería mi fin, el de Armin, el de nosotros. Sería el fin de nuestra relación. "¿Por qué no pude simplemente haber pasado la noche en un parque? Idiota."

Menta. Una historia de Armin y Annie [Trilogía completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora