「I」Capítulo 9

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ARMIN

Perdí el balance. Todo a mi alrededor se volvió difuso y desorientado. ¿Eran árboles? No. Eran... eran estanterías. Me dolía la cabeza. A mi alrededor se extendía un mar de libros de todos los colores y tamaños, y algunos incluso seguían abiertos con sus páginas moviéndose sin parar. Cuando recuperé la visión habían unos muslos blancos enfrente mío, con un par de manos apoyadas en sus rodillas sonrosadas. Por encima de las botas militares sobresalían dos calcetines de algodón color mostaza.

- ¿Estás bien, Armin? ¿Te golpeaste la cabeza?

Su voz era suave, serena y dulce en mis oídos. Levanté la mirada. Se había inclinado hacia el frente, y por debajo de su blusa de tirantes holgada podía apreciar su sostén negro. No tenía encaje ni nada, era un sostén simple, pero sobresalía de él un poco de sus pechos blancos y redondeados. Me pregunté a quién podrían pertenecer, así que subí aún más la mirada. Sus ojos azul cielo me miraban profundamente. Su rostro estaba tan cerca que podía sentir cómo el aire de su respiración agitada penetraba en mis pulmones. Yo solo tomé su rostro entre mis manos... y la besé. Pero no fue un beso común y corriente. Introduje de lleno mi lengua en ella y podía saborear cada centímetro de su boca.

Di un sobresalto abriendo mis ojos y pude escuchar mi propia respiración agitada. Las vetas circulares de las tablas de la litera de arriba siempre me habían parecido un rostro, desde que yo estaba pequeño. En ese momento sentí como si me juzgaran. Estaba sudando y me sentía totalmente confundido. ¿Qué mierda acababa de pasar? Me incorporé dando un bostezo y restregando mis ojos a la luz del haz mañanero que entraba entre las cortinas. ¿Era en serio? ¿De verdad había... soñado con Annie?

Se me vino a la mente de nuevo lo que había visto. Eso no había sido un sueño: el día anterior accidentalmente vi sus pechos a través de su blusa. No lo hice a propósito, yo no era un pervertido. Fue solo la combinación de variables tan extrañas que desencadenaron esa situación: el libro en la última estantería, el cable, la escalera y el que ella se inclinara hacia el frente. En el momento claro que me dio un subidón de vergüenza, pero luego lo dejé pasar. Después de todo Annie no me gustaba... ¿cierto?

Y ahora mi cerebro me había traicionado, enviando una imagen en alta resolución y perfecto realismo en medio de mis sueños.

- ¡Ya basta, Armin! -me golpeé las mejillas y comprobé su alta temperatura.

Pero no había tiempo para pensar demasiado. Había algo mucho peor debajo de las cobijas, podía sentirlo. Suspiré mientras lo revelaba haciendo a un lado el edredón. No solo había tenido un sueño sobre Annie, sino que también me había provocado una erección. Era un maldito enfermo. Todavía no había sonado la alarma de mi celular, pero ya había luz en la ventana; no faltaba mucho para mi hora de levantarme. No tenía tiempo para esperar a que se me bajara. Respiré pesado. La forma más rápida era pues... hacerlo. "Claro, es lo más lógico" me justificaba, aunque siendo sincero tampoco tenía ganas de dejarlo pasar.

Pero no podía hacerlo pensando en ella. Yo no estaba tan jodido. Me recliné levantando los bordes del edredón que se arrastraban sobre el piso, colocándome de cabeza. Con la vista volteada logré estirar mi mano y arrastrar la caja de zapatos hacia afuera de la cama. Tomé la revista que había dentro, además de un paquete de toallas. Me incorporé y escogí una página al azar. Debía apurarme antes de que sonara la alarma.

Empecé con lo mío. La chica de la fotografía era hermosa, pero mi cerebro seguía intentando arrojarme la imagen de Annie a la cara. ¿Por qué me estaba haciendo eso? Sacudía mi cabeza intentando no pensar en ello. Mi mente se calmó por un rato y yo ya estaba cerca. Parecía que todo iba a salir bien, pero no fue así. Su imagen era la que tenía plasmada cuando sentí la descarga eléctrica que recorría todo mi cuerpo, mientras tapaba mi boca con mi mano.

Menta. Una historia de Armin y Annie [Trilogía completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora