「III」Capítulo 22

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ANNIE

- Está... en el Hospital de Trost, pero... -la destrucción en el alma de Hitch era visible- No lo sé...

- Mi culpa... Armin... Mi culpa... -entre las piernas de Eren, un largo hilo transparente cayó desde su nariz hasta el suelo.

- Solo... le dijeron a Eren que... -la voz pausada y afónica de Mikasa se escuchó a las espaldas- lo habían encontrado y... que estaba en emergencias del Trost, pero solo eso...

La mirada de ese cuerpo se volteó hacia la chica asiática. Tenía la cara enrojecida. Y en sus ojos se delineaban todas las venas escarlatas. No paraba el llanto profuso de aquel que se deshacía en el suelo.

- ...porque... Eren es menor y... no le dijeron casi nada... Solo lo llamaron... porque fue el que lo reportó... hace media hora porque...

Hiperventilaba, tapándose la boca a medias con sus uñas de medianoche.

- ... no llegó... ¡Él nunca llegó! Lo buscamos... y corrimos, pero... ¡él nunca llegó!

Los párpados frente a esa visión se abrían y cerraban con mucha lentitud. Unos brazos ligeramente bronceados, cubiertos en bandas de colores, envolvieron a la gótica. Sasha también tenía las lágrimas hasta la barbilla, pero sus ojos estaban extendidos, como si su mente no pudiera procesarlo. Y lo mismo le sucedía a Connie: parpadeaba fijamente hacia Eren, sin ninguna expresión en su cara. Otros brazos envolvieron ese cuerpo vacío, y este notó que Anthony salió corriendo hacia el exterior del laberinto de escaleras. La cabeza se giró hacia aquella que la abrazaba. Era Janine, que temblaba con el ceño enfurecido y cargado de odio. ¿A quién odiaba?

Mikasa abandonó el calor de su amiga pelirroja, arrodillándose frente al que continuaba gritando. Personas nos rodeaban. Otra gente estaba allí, pero me daba igual. "¿En dónde estoy? ¿Qué está pasando?". El cuerpo continuaba parpadeando. Dos sombras a mi izquierda: una alta y otra baja. La baja llamó la atención de esos ojos, en el momento que el timbrar de su teléfono irrumpió los lamentos de Eren. Pieck contestó, manteniendo la compostura, aunque sus ojos no estuvieran secos.

- ¿H-hola? ¿Q-qué pasa... amor? -hablaba como un ratón- Estoy en lo... de Annie, ¿por qué?...

Sus pestañas se abrieron, humedeciéndose aún más. Se sobrecogió, y todo su cuerpo comenzó a sacudirse. Y ese otro cuerpo, que por algún motivo parecía familiar, se tornaba etéreo y pesado al mismo tiempo.

- ¿Q-qué? ¿Es ... en serio?... No sé, eso solo... ¿cómo?... ¿Cómo sabes eso...?

- Pieck... ¿qué pasa? -Marlo le sujetó el hombro.

- Mi culpa... es mi culpa... Mi...kasa... Es mi culpa... Mikasa...

- Sí... Voy a decírselo... -la pelinegra empuñó la tela de su pecho con la mano libre- Igual... Te amo...

- ¿Pieck? -se tambaleó la voz del muchacho.

- Mi culpa... Armin... Lo siento.... Armin...

- Era... Porco... -miró hacia el cuerpo sin dueña- Llamaron a Marcel de la ambulancia... porque estaba en los contactos de emergencia... d-del señor Arlert...

"¿Qué?"

- Al... señor Arlert...

- Mi culpa... perdón... Mikasa... es mi culpa...

Pieck aspiró su nariz, estirando su altura. Relajó la cara.

- Al señor Arlert le dio un infarto en la carretera.

Los párpados se cerraron definitivamente, y el mundo perdió todo su sentido. La oscuridad fue completa. "¡Annie!" gritaron voces. ¿Quién era esa Annie? ¿Dónde estaba yo? Yo existía, ¿cierto? Sombras, luces. El murmullo de las olas, a kilómetros de distancia. ¿Distancia? Si sabía que estaban tan lejos, significaba que yo estaba en alguna parte. Sí, yo existía. El sol y la luna. Un hermoso atardecer. Sensaciones me llenaban. ¿Entonces ese cuerpo sí era el mío? Yo... ¿sentía?

Menta. Una historia de Armin y Annie [Trilogía completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora