「III」Capítulo 15 (Parte 2)

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Probablemente a él le hubiera gustado esperar un rato más a que yo me recuperara, pero no había tiempo. No porque su abuelo fuera a aparecerse, con el avanzar del sol en su recorrido celeste. No. Sino que yo ya no lo resistía más. Ya no podía permanecer con vida por mucho más tiempo si Armin no me hacía suya en ese instante. Pregunté si sus preservativos estaban en la caja debajo de su cama, y él asintió. Mientras yo la sacaba fuera, Armin se quitó sus pantaloncillos de mezclilla.

Le dije que esperara, pues yo quería hacerlo. Él me había empapado la entrepierna con su amor, era lo mínimo que podía hacer por él. Le pedí que se arrodillara sobre la sábana, y con cuidado le deslicé la ropa interior hacia abajo. La tiré por ahí. Él se sentó sobre sus pantorrillas, mientras yo me extasiaba. De tonalidad exacta a la del resto de su hermoso cuerpo, con un rubor precioso en la punta. Justo como el de su nariz. Sus vellos delgados y dispersos, en un marrón claro como el de sus cejas y los pocos que tenía en las axilas. Esa parte era tan suya como el resto. Esa parte era Armin.

Con mucho cuidado, le ocasioné un gruñido acallado al bajar la piel. Me incliné sobre mí misma y posé un beso diminuto en esa zona rosada y húmeda. Me dio igual que él lo observara. Sonreí. Abrí el preservativo, y lo acerqué a su miembro, pero detuve mi movimiento. Parpadeé.

- ¿Annie?

"Esto va a funcionar como una barrera entre los dos. Esto va a impedirnos la unión total, pues no voy a recibir su semilla". Jamás se me ocurriría intentar eso de que el chico se viniera fuera. ¡Y menos cuando estaba ovulando! Yo era algo estúpida, pero tampoco tanto. En su lugar, llevé mi mano a la zona empapada entre mis muslos.

- ¿A-Annie?

Rocié todos mis dedos con aquello, sintiendo las mariposas pues seguía muy sensible. Luego saqué la mano y la pasé por toda su longitud, humedeciéndola.

- ¡¿A-Ann...?! -sus manos empuñaron la sábana, y admiré las entradas de su bajo vientre tensándose.

- Listo... Te lo voy a colocar, ¿está bien?

Nos perdimos mutuamente de nuevo. Puse el condón en su sitio. Armin me detuvo, balbuceando que tuviera cuidado con la burbuja de aire, y al final terminamos acomodándolo entre los dos. Lo acaricié lentamente para asegurarme de que él sí pudiera sentirlo todo. Las contracciones en su rostro me hicieron ver que ya estaba listo.

Una vez más... Una vez más posé mi espalda fría sobre el calor de sus almohadones. Una vez más Armin se acomodó sobre mi cuerpo, cubriéndome con su calor. Una vez más mis piernas se abrieron a los lados, abriéndome hasta mi límite. Una vez más nos perdimos en un mundo paralelo como los que él creaba en su mente, pero que este era solo nuestro. Un mundo de menta y azul. Un mundo de árboles, cielo y océano. Un mundo en el que solo los dos existíamos. "¿Por qué te amo tanto?"

Pidió mi permiso, y de nuevo empezó a presionar punzantemente en mi entrada, explotando una presión dolorosa. Fruncí mi ceño y me aferré a sus hombros. Él se detuvo. Abrí los ojos. Armin temblaba. Usualmente era solo yo, pero ahora también él estaba aterrorizado. Podía leer la duda, podía escucharlo juzgándome. Que otra vez me dolía, que otra vez no podría hacerlo. Ahuequé su rostro.

- Armin... Armin, mírame -calmé un poco mis jadeos- Vas a tener que empujar... ¿de acuerdo? Vas a tener que empujar aunque yo llore, o grite, o diga que me duela... Vas a tener que hacerlo, Armin...

- P-pero... -miró hacia abajo.

- ¿Lo harás? -corté, percibiendo cómo la visión se me nublaba- ¿Puedes hacer esto? ¿Por mí? Por favor...

Con sus cejas angustiadas posó un beso largo en mis labios. El dolor y la presión en toda la parte baja de mi cuerpo iniciaron de nuevo. Su dureza se abría paso. Mis dedos se asieron de nuevo a alguna parte de su piel: no podía ver por mis párpados contraídos. Más torrentes cálidos desde el fondo de mi alma. Mierda. Dolía mucho en serio. Casi tanto como la navaja del sacapuntas. Tironeante y en escalada. Armin respiraba cada vez más fuerte contra mis labios, y yo hice lo que no debía: un gemido gritado escapó en contra de mi voluntad.

Menta. Una historia de Armin y Annie [Trilogía completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora