「II」Capítulo 2

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ARMIN

Tosí fuertemente, ahogándome. El peso de la gripe sobre mis pulmones ocasionaba un sonido agudo cada vez que respiraba. La cabeza me daba vueltas, y sabía que mi cuerpo estaba ardiendo, a pesar de que más bien yo me sentía totalmente frío, y continuos espasmos recorrían todo mi sistema nervioso. Eran demasiadas las ganas de envolverme en mi edredón que descansaba en el pie de mi cama, pero no era tan idiota. Si lo hacía la calentura subiría aún más. Las sábanas grises eran lo único que me tapaba, y el trapo húmedo y frío sobre mi frente también se me hacía incómodo. Cada vez que tragaba saliva la garganta se me raspaba, y ni siquiera podía respirar por la nariz totalmente taponeada.

El anciano abrió la puerta de repente, con una mascarilla médica puesta. Yo le había insistido en que siempre se la pusiera cuando yo estuviera resfriado, pues no quería pasarle ningún virus o bacteria que pudieran empeorar su ya delicado estado de salud. Su ceño seguía fruncido.

- ¿A-Ahora sí me vas a escu...? -intenté con un hilo de voz, pero la entrada repentina del termómetro en mi boca me hizo callar.

- No hables -seguía muy molesto.

El día anterior había llegado bastante tarde, ya bien entrada la noche. Annie ya no estaba, y aunque yo tosía y estornudaba no aparentaba estar peor que en los días anteriores. Cenamos un sándwich de pan cuadrado y nos fuimos a dormir. No le revelé nada de lo que había ocurrido en esa tarde; aunque la mayor parte del tiempo mi abuelo era muy alegre y relajado, su forma particular de enfadarse y aplicarme la ley del hielo en las veces que me lo merecía me asustaba. "Ya le contaré mañana, omitiendo que salí a correr bajo la lluvia".

Bueno, el universo no lo quería así. A las tres de la mañana yo no podía casi que respirar: por la boca los ataques de tos eran demasiado fuertes y continuados, y por mi nariz no pasaba rastro de aire. Llegó él con su pijama de cuadros de franela, encendió la luz y se alarmó muchísimo al verme en ese estado. Al posar su mano sobre mi frente murmuró un "Dios mío, Armin" y me ayudó a levantarme. A como pude, y tambaleándome, me coloqué unos vaqueros sobre la ropa interior con la que dormía usualmente. Él ni siquiera se quitó su pijama: nos colocamos los abrigos y botas en el primer piso y condujo hacia el hospital. A medio camino me percaté que había olvidado mis lentes, pero la verdad me dio igual.

Producto del sueño y de la confusión generalizada de una cabeza hirviendo en fiebre, supongo que perdí el conocimiento, pues cuando abrí los ojos de nuevo ya estaba en la camilla de emergencias, con el aparato conectado a mi nariz y boca. El medicamento gaseoso salía por aquel tubo, e impregnaba mis pulmones. Creo que se llamaba nebulización, o algo así, y era como una versión más intensa del inhalador de asma común y corriente. La doctora de piel oscura y cabello a ras de la cabeza hablaba con mi abuelo, sobre si yo había estado expuesto al frío durante la noche, o algo parecido. Lo miré negar mirando hacia el piso, genuinamente asustado de no saber porqué me había agarrado un ataque tan de repente. Esperé a que la mujer se fuera para hacerle un gesto con la mano a mi abuelo. Se acercó y le susurré "Fue porque me mojé con la lluvia... corriendo".

La cosa no había sido tan grave, y ya para las seis estaba de vuelta en mi cama, con 38 grados de calentura a pesar de estar totalmente medicado. Con mucho esfuerzo tuve que escribirle a Annie que no la podría acompañar a la Universidad de Trost, y que pasara un momento para que recogiera los plásticos de colores. Mi primer día como su novio y ya estaba siendo un fracaso...

El día se me pasó bastante rápido, pues lo único que podía hacer era dormir. Por ahí de las cinco de la tarde sentí la leve sacudida en mi hombro, y con pesadez separé mis párpados. Él me volvió a colocar el termómetro en la boca, mientras dejaba la bandeja con mi comida sobre la mesa de noche. Arrimó la silla metálica junto a mi cama y se sentó a esperar los tres minutos de rigor.

Menta. Una historia de Armin y Annie [Trilogía completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora