「III」Capítulo 20 (Parte 1)

537 37 68
                                    

JEAN

¿Qué estás haciendo?

Como siempre, estaba aburrido. Todo siempre empieza por ese sentimiento. Sentado en una de las bancas en un pasillo del preescolar, yo balanceaba los pies hacia el frente y hacia atrás. ¿Por qué teníamos que estar allí si aún eran vacaciones? Claro que yo quería entrar ya para volver a ver a mis amigos, Oliver y Ricky. Pero aun así, era aburrido... Mamá llevaba toda una vida hablando con esa señora gorda que llegaba a la clase a veces. No había nadie más de mi edad, solo señores y viejas necias.

Mamá siempre duraba mucho hablando con gente. Siempre me llevaba a lugares de adultos, que me hacían miles de preguntas y me ponían a dibujar. Yo odiaba dibujar. Y odiaba los anteojos. La doctora Jones tenía anteojos, y aunque me gustaba jugar con ella, siempre me terminaba aburriendo y le pegaba para que me dejara en paz.

- ¡¡Ah!! -grité mi quejido, saltando del asiento.

Ya no podía más. Estaba aburrido. Puse la oreja sobre la puerta, pero no podía escuchar mucho.

- No podemos matricularlo en otra escuela, entiéndalo, por favor. Yo le prometo, directora, que su comportamiento va a mejorar. Estamos trabajando en eso, y...

Cosas aburridas. Como siempre.

Miré a los otros señores que esperaban su turno. Me metí los índices en la nariz para parecer una morsa, levantando mi cabeza hacia el techo. Pero no dijeron nada. Ellos también eran aburridos. Caminé hacia la puerta que daba al patio de los árboles. Allí había encontrado muchos de mis tesoros de intercambio. "Voy a explorarlo ahora que está vacío". ¡Ja! Oliver y Ricky se lo perdían. Encontraría mil cosas que llevaría el primer día de primaria, y esos tontos quedarían babeando de la envidia.

Pateé las piedras nada más salir. El césped estaba cortito, así que me tiré a revolcarme un rato. Pero también era demasiado picoso; me puse en pie. Empecé a buscar piedras, pero no había ninguna. El fondo del patio había una reja con huecos en la tierra por abajo. Yo le dije a Marty que los habían hecho los duendes que venían del río, y el idiota se lo creyó. ¡Tonto! Caminaba hacia allá, pues quizás los perros habían traído piedras de colores, cuando mis ojos notaron algo junto a un árbol.

Una niña.

"¡Bien! ¡Ya puedo jugar con alguien!" pensé. Llevaba una blusa amarilla de mangas largas, y uno de esos petos por las rodillas, como muchas otras de mi escuela. Hecha un puño sobre sus rodillas, abrazándolas. El pelo rubio por los hombros le caía por las orejas. ¿Le dolía la panza? ¿Por qué estaba quieta en medio de la nada?

- ¿Qué estás haciendo?

Giró su cara hacia mí. Sus ojos me miraron. Eran azules. Eran como el cielo y los arándanos. Me gustaban los arándanos. Me sentí muy raro de que me mirara. Y aún más raro cuando me sonrió. Me picaba el pecho por dentro, e intenté calmarlo, rascándome la camiseta por fuera.

- Estoy viendo las hormigas -bajó otra vez su cabeza, señalando una línea de insectos- ¿Sabías que estas se llaman carpinteras pero no comen madera? Son... eh... eh... ¡carnívoras! Significa que comen otros bichos. ¿Lo sabías?

- Sabía que comen otros bichos. Una vez se comieron una polilla enorme -me acuclillé junto a ella-. Pero no se llaman carpinteras, se llaman "Flik". Eso dicen los de primaria.

- ¿Flik? ¿Cómo en la película? -ella olía muy rico.

- Sí. Pero son solo las que se van de la línea.

Tomé una rama delgada y picoteé la tierra frente a una de ellas. La línea de bichos negros se rompió, y comenzaron a volverse locos. Aparté una de las hormigas, persiguiéndola con la rama para que no pudiera regresar.

Menta. Una historia de Armin y Annie [Trilogía completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora