「I」Capítulo 13

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ARMIN

Aquel jueves era la entrega del primer proyecto de historia. Erwin nos había dividido en subgrupos al principio del año, y a cada uno nos dio una civilización precolombina. Para ese día, el segundo jueves de noviembre, debíamos entregar una serie de mapas informativos sobre la investigación que habíamos realizado. A mi subgrupo, compuesto por Ymir, Sasha y yo nos habían tocado los olmecas. El profesor nos dio tiempo durante las clases para que nos pusiéramos de acuerdo, así que el día de la entrega llevaba el mapa sobre las principales zonas agrícolas y cultivos que yo mismo había dibujado. Debo reconocer que los mapas solían salirme muy bien, no por nada quería estudiar geografía física. Claro que mis dibujos jamás podrían llegar al nivel de los de Annie, pues lo que ella hacía ya era arte -algo en lo que yo no destacaba.

Annie... Sus dibujos me habían dejado sin habla. Había pasado casi una semana desde aquel viernes tan extraño. Ese fue sin duda uno de los días más peculiares de mi vida: Jean casi me obligó a comerme su saliva, me di cuenta de que estaba enamorado de una chica y luego esa misma chica había encontrado mi revista porno bajo la cama. Pero sorprendentemente había terminado bien. La imagen de Annie sonriéndome mientras se cerraban las puertas del autobús se había quedado plasmada en mi mente.

Acomodé mis audífonos mientras cruzaba el pequeño bosque para llegar a la puerta de las escaleras de emergencia. El viento ya empezaba a tornarse un poco insoportable para mi gusto; pronto tendría que empezar a usar gorro pues cubrirme la mata de pelo con la capucha de la sudadera no sería suficiente. Incluso ya dentro del edificio sentía cómo mis tímpanos ardían. Marco me salió de frente, pues venía bajando las escaleras. Sentí una especie de deja-vú, como si ya hubiera vivido aquello antes. Me hice a un lado para que pasara, pero para mi sorpresa él se detuvo a mi lado, mirando hacia el piso. Me quité uno de mis auriculares.

- Sería mejor que te fueras... -me susurró, y luego continuó su camino.

Yo no era estúpido. Sabía perfectamente a lo que se estaba refiriendo, y para mis adentros agradecí su advertencia. Mi corazón empezó a latir con más fuerza y mi respiración se aceleró. Algo así debería ser suficiente para que saliera corriendo a esconderme en algún lado. Miré mi reloj: estaba a punto de sonar la campana. Si hubiera sido otro día, si tan solo hubiera pasado otro día... Erwin había sido muy claro: se entregan los tres mapas a las siete de la mañana o todo el grupo pierde el puntaje. No podía irme y falsificar la firma de mi abuelo en una justificación de ausencia; Erwin lo notaría y me enviaría a detención, aparte de igualmente quitarle el puntaje no solo a mí sino a Sasha e Ymir.

"No es tan malo" pensé. "Solo debo dejar mi mochila en el casillero, entregar mi tarea, pedir permiso para ir al baño y marcharme". Terminé mi trayecto hasta el segundo piso, en donde se empezaban a amontonar los estudiantes de segundo y tercero, sacando libros de sus casilleros o aprovechando para chismear alguna cosa antes de entrar a clases.

"Está bien. Está bien, Armin. Todo estará bien". Mis manos sudaban dentro de las bolsas de mi sudadera, ¿por qué habían tantas personas en el pasillo? Esquivé a un grupo de chicas que reían a un volumen exagerado y a un muchacho de tercero que pasó a mi lado corriendo. También tuve que esperar que una pareja terminara de besarse sobre el casillero de al lado para acercarme.

Cuando intenté meter la llave mi vista se oscureció, y todo a mi alrededor empezó a desaparecer. Mi casillero estaba abierto. "Vamos, Armin, no es la primera vez". Me armé de valor y abrí la puerta de un golpe. No sé realmente cuántos eran, pero debían ser más de cincuenta, por la intensidad con la que aquella ola de condones usados cayó a mis pies. Escuché personas gritar detrás de mí; luego empezaron las risas. Mi vista se nublaba cada vez más, y mi pecho empezaba a doler. Quería correr, pero no podía, mis piernas no respondían. Al contrario, me obligaban a apreciar cómo algunos de aquellos envoltorios de látex sobresalían entre mis libros y cuadernos; había restos de semen en el metal de la base. Solo oía murmullos. Sudaba por todas partes, me hormigueaban todas las extremidades, me empezó a faltar el aire, no podía razonar. Sentí que iba a morir allí mismo.

Menta. Una historia de Armin y Annie [Trilogía completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora