「I」Capítulo 14

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ANNIE

Esa mañana era el primer día en que me había tenido que colocar la chaqueta forrada sobre la sudadera. Luego de todo lo que Armin me había contado, aquellos muros en tonalidades rosáceas se veían más grises y opacos que de costumbre. Para mí aquel lugar siempre había sido simplemente una pérdida de tiempo, pero a la vez, en cierto modo, uno de mis tantos refugios para no estar en casa. Pero para él no era así: ese lugar había sido un infierno.

El día anterior fuimos a comer hamburguesas a una esquina a la que Armin siempre había querido ir, pero como su abuelo ya no estaba en edad de comer cosas con demasiado colesterol nunca había tenido la oportunidad de ir con él. Mientras estábamos allí él ya se veía un poco mejor, pero su aura en general seguía triste. Sentía la calidez en el pecho, pero a la vez era como si una espina me atravesara el corazón a cada momento. Aunque él dijo que no lo había dicho en serio, yo no podía dejar de mirar su rostro contorsionado, con dos torrentes de lágrimas cayendo sobre sus mejillas... reprochándome que yo nunca hice nada para ayudarlo durante el año pasado.

En el momento esas palabras fueron como una espada de culpa que me partió por la mitad. Él tenía toda la razón. Cuando se refugió en mi pecho para llorar se aferraba tan fuerte a mis brazos que me dolían -efectivamente comprobé que en el izquierdo me habían quedado marcas de sus dedos, aunque eran casi imperceptibles. Él sollozaba y gritaba alternadamente, y yo solo seguía en estado de shock. Cuando logré recuperar la consciencia me percaté de que estaba terminando de cantar aquella canción. Mi memoria simplemente la había traído a flote sin que yo lo pretendiera; mis labios se abrían y cerraban, pero mi cerebro no lograba entender el porqué estaba cantando.

Traté de hacer memoria de todo el año pasado con la mayor rapidez posible. Traté de hacer memoria de qué mierda era lo que me encontraba haciendo yo cada vez que le hacían algo. Y no encontré nada. Pude sentir que mis ojos se humedecían. No había nada, nunca había notado nada pues... nunca había notado que Armin existía. Él solo era una de aquellas personas en el fondo, un rostro gris del que no sabía siquiera el color de sus ojos.

"Lo siento pero... no tenía idea de nada de eso... Yo... El año pasado yo... Yo no notaba tu presencia, lo siento... Perdóname, Armin".

Me estaba disculpando de corazón, pero cuando llegué a casa por la noche lo pensé mejor. Tanto esas palabras como todo lo que le había dicho después habían quedado como si me estuviera justificando. Como si quisiera librarme de la culpa escudándome de que el error era suyo por no haberse hecho notar para que otros lo ayudaran. ¡No era culpa de él, en lo absoluto! Tenía que hacérselo saber. Empujé las cobijas hacia un lado, tomando el celular y abriendo WhatsApp, pero me detuve. No tenía idea de cómo decírselo.

Igualmente no pude pensarlo mucho, pues justo en ese momento el dispositivo entre mis manos vibró, y abrí el chat para ver su mensaje. "Todavía no me siento capaz de enfrentarme a todo, así que no voy a ir mañana. ¿Puedes tomar apuntes por mí?" Me quedé un rato pensando en si debía repetirle que no se suponía que tenía que enfrentarse a ellos solo, que me tenía a mí. Negué con la cabeza en la oscuridad; él necesitaba un tiempo a solas. "Claro. ¿Pero qué harás con tu abuelo? Me parece que deberías contarle lo que pasó". "No. No puedo ahora, solo no puedo. Le diré que estoy enfermo". Un asunto así no podía ser tomado tan a la ligera, así que insistí. "Armin, él tiene que saberlo. No puedes seguir cargando con esto solo, recuerda". "Lo haré, pero no por ahora. Por favor, entiende, Annie. Te pido de nuevo que por favor tomes apuntes por mí mañana. Buenas noches."

Él nunca me había cortado la conversación antes. Al parecer estaba molesto. Dejé el teléfono sobre la mesa de noche y me tiré de nuevo en la cama. Una parte de mí me decía que tenía que darle tiempo a recuperarse de semejante atrocidad que había vivido; que no era de mi incumbencia tomar cartas en el asunto. Pero la otra no podía dejar de sentir esa espina de culpa por no haber hecho nada hasta ese momento, una ira incontrolable hacia Jean, Thomas y Floch; y me decía continuamente que yo debía hacer algo al respecto. Era su amiga, después de todo.

Menta. Una historia de Armin y Annie [Trilogía completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora