「I」Capítulo 4

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ANNIE

La luz de las cuatro de la tarde ya empezaba a teñir todo y a todos con ese peculiar color amarillo. Revisé de nuevo la dirección que me había mandado para asegurarme de que fuera la casa correcta. Era en una calle muy tranquila, de aceras muy amplias con árboles plantados en las jardineras que cubrían la calle con sus ramas. La temperatura empezaba a bajar lentamente, y el viento recorría el asfalto levantando algunas hojas. El otoño estaba apenas entrando, y esa transición era uno de mis momentos favoritos del año. Las casas de madera pequeñas, de dos pisos; pintadas en tonos suaves, ya saben, como blanco, rosado y marrón claro. Era un lugar bonito. Me imaginé por un momento viviendo en un lugar como aquel.

La casa de ese chico era de dos pisos y tenía una pequeña bandera nacional colgando de uno de los pilares que sostenían el techo del porche. "Vaya que su familia es patriótica" pensé. Subí las escaleras y toqué el timbre. La casa estaba rodeada de setos y otros arbustos pequeños. Abrió la puerta y volteé mi cabeza. Armin salió con una evidente expresión asustada. Eso me extrañó. ¿Acaso yo le daba tanto miedo?

- H-hola, Annie, p-puedes pasar... -me invitó

El interior de su casa era un poco más oscura, supongo que por la madera de las paredes. Logré ver una cocina con desayunador, una mesa de seis sillas y al fondo una sala con sofás cubiertos con mantas bordadas. Olía un poco a humedad, pero no era molesto en sí. También olía un poco dulce. Noté que Armin ya había cerrado la puerta y miraba hacia el piso como luchando por que salieran las palabras de su boca. Me volteé lanzándole una mirada de extrañeza. ¿Cuál era su problema? Sabía que no tenía amigos y que siempre estaba solo, pero tenía que haber hecho proyectos con otras personas antes. No podía quedarme ahí todo el día, me quería largar rápido.

- ¿Y bien? ¿No vas a llevarme a la mesa o a tu habitación o a algún lado? -mi voz salió más agresiva de lo que planeé- No tengo todo el día.

- S-sí -alzó la vista sobrecogiéndose. Se acomodó los lentes totalmente enrojecido- Es por aquí...

Se dirigió a las escaleras y yo lo seguí. Me pareció extraño que siendo tan tímido me estuviera guiando a su habitación. Mientras las subía vi que habían fotos en la pared. No me pareció correcto quedarme mirándolas. Igualmente, me valían. El segundo piso tenía un techo sorprendentemente bajo, y solo consistía en un pequeño pasillo con tres puertas. Se detuvo y se volvió sin hacer contacto visual.

- La del fondo es el baño, por si la necesitas -señaló a una puerta tan pequeña que Bertholdt no habría podido entrar.

Su cuarto quedaba al otro extremo del pasillo. En realidad era más grande de lo que me había imaginado a juzgar por lo apretado que se sentía todo dentro de su casa. Yo había entrado a la habitación de muchos chicos antes, pero nunca había visto una como la de él. Las paredes eran moradas, pero había salpicado pintura blanca y azul de una forma tan increíble en una de ellas que parecía una galaxia. Había un escritorio metálico lleno de libros y papeles desordenados, a la par de una computadora de mesa. Noté que estaba incómodo de que estuviera repasando su cuarto con mi mirada, pero me dio igual. Detrás del escritorio había un librero lleno de aún más libros y estuches de algo. Al otro lado del cuarto había un camarote metálico, pero la litera superior estaba llena de ropa de cama, almohadas y otras cosas. Una televisión pequeña descansaba en un mueble de piso junto a unas cuantas consolas de videojuegos, y una alfombra circular con diseño de Pokéball estaba también en esa esquina. Frente a la puerta estaba la ventana que daba a la calle. La pared del fondo estaba llena de posters de aliens, personajes de anime y criaturas fantásticas. Definitivamente era el cuarto de un nerd.

- Eh... p-podemos trabajar en la computadora- se sentó en una silla de ruedas azul con negro y corrió hacia atrás una silla plegable de metal- y-ya tengo algunas ideas para el proyecto.

Menta. Una historia de Armin y Annie [Trilogía completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora