「III」Capítulo 28

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UNO

No era Caramel.

Era él.

Al otro lado del cristal, sus pozos me miraron por menos de un segundo; luego los apartó. Sentado sobre sus pantorrillas, a la altura del marco. Su mano derecha estaba desnuda, las yemas enrojecidas por el frío. Envuelto en capas y más capas de su ropa invernal azulada: las puntas del cabello le sobresalían del gorro, y cubrían sus orejas. El pecho se me encogió y me saltaron las lágrimas al instante. Ya cubrían sus orejas... Bajé mis calcetines a la alfombra y la cobija que me protegía se deslizó.

"Estás aquí, Armin. ¿Cómo? ¿Por qué?".

Me puse en pie. Él bajó sus manos. Quizás apretó un poco de la mucha tela que traía encima, como siempre hacía. Se vio en extremo inocente, bello, besable y golpeable a la vez.

"Eres un cabrón". Ya incluso se me habían pegado las groserías de Gabi.

Mis muslos, envueltos en los pantalones de pijama térmicos que me compró la mamá de Hitch, chocaron con la mesa de noche. La calidez mezclada con deseo, furia y euforia subió hasta mis mejillas, pero la devolví adentro. Fue algo bueno, pues con ella se fue el nudo de mi garganta. Es solo que no lo podía creer. Era un idiota. ¿Cómo subió siquiera? Abrí la ventana con algo de dificultad, pues siempre se quedaba pegada en el lado izquierdo. Él tuvo que ayudarme a elevarla por completo. El frío era mucho; de fijo se me erizaron los pezones que llevaba libres desde hacía dos semanas. "Porque nunca estaba de putas humor para usar sostén, Armin. No cuando tú estabas hundido y haciéndote daño, imbécil".

Nos quedamos quietos en nuestras posiciones. Relajé todos mis músculos.

Él no me veía. Le temblaba el labio inferior.

Yo sí. Vaya que lo veía. El borde negro de sus irises nunca me había parecido tan grueso. Mi corazón galopaba a toda velocidad. "¿Qué mierda? Estaba aquí con Hitch, fingiendo que me interesa Boku no Hero más que releer nuestro puto chat muerto y de repente apareces de la puta nada, ¡¿qué demonios, Armin?!" Afilé mi mirada como mecanismo de defensa, porque sentía las lágrimas a punto de saltarme. Armin era tan impredecible. Armin era tan inmaduro. Armin nunca fue como lo quise imaginar.

Pero lo amaba.

Por fin él hizo el primer movimiento. Sus manos se juntaron. Esas manos finas y con las uñas bastante largas para un chico, él que siempre las mantenía a ras. Sacó de su anular un... ¿anillo? ¿Qué? Mi respiración ya salía entrecortada. Él me lo tendió. Lo sostenía con mucho cuidado entre su pulgar e índice. Elevé mi mirada, y por fin tuvo el valor de sostenérmela.

No tuvo que usar palabras. Su alma hablaba por él.

"Lo siento. Perdóname, Annie" fue lo que me dijo.

¿Por qué? ¿Por qué se estaba disculpando? ¿Qué de tantas cosas? Conociéndolo, no era solo por haberme ignorado por dos semanas. No era solo eso. Era por abandonarme en general, por irse a Maylee, porque era necesario, porque él ya lo había aceptado. Y aún más. Era por haberme abandonado esa noche, aunque él no tuvo la culpa de nada. Era curioso, porque se adivinaban dos líneas brillosas sobre sus pómulos, pero no continuaba llorando. Mis pestañas no resistieron más, y cayeron hasta casi cerrarse.

"Te perdono. No tienes la culpa, pero te perdono. ¿Cómo podría enojarme contigo si estás aquí ahora?"

Tomé el accesorio metálico que quién sabe cómo había conseguido. ¿Lo guardó? ¿Por qué me lo devolvía?

Era obvia la razón de por qué me lo estaba devolviendo.

Me dolió. Esas dos semanas habían sido una opresión constante en mi pecho, que se interrumpió en aquel momento por un corte limpio. Pero era un corte necesario. "No. No quiero, todavía no. Todavía no, Armin. Déjame, déjanos ser un único ser autodestructivo por unos días más. Por unas horas más. Por unos minutos más". Introduje el anillo en mi meñique para que no se me perdiera. Retiré la lámpara de noche, los libros, la caja de pañuelos desechables y los exámenes sueltos de la mesilla, para que no rompiera o aplastara nada.

Menta. Una historia de Armin y Annie [Trilogía completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora