「II」Capítulo 7 (Parte 2)

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Me valió un pito que no quisiera irse de allí: lo arrastré fuera, abriéndome paso entre una multitud cada vez más amontonada. "Annie" me llamaba una y otra vez, pero yo no volteaba. Estaba furiosa con él, cierto, pero aún más con los inútiles de sus "amigos". ¿Dónde putas estaban? ¿Por qué lo habían dejado solo con esa gente? Llegamos a la sala principal, y el sillón estaba totalmente ocupado. Pensé en dirigirme hacia donde yo había despertado hacía no mucho tiempo, pero un estornudo del chico me hizo cambiar de idea. Armin estaba empapado hasta los huesos, en esa madrugada de inicios de primavera. Le daría otra maldita neumonía si no se cambiaba de ropa en ese instante.

"Me cago en todo. Váyanse todos a la mierda" pensé mientras me dirigía a la escalera. Trepamos la primera sección de la escalera, y en cuanto llegamos al descansillo ese chico dio un jadeo que me obligó a mirarlo, preocupada.

- Las escaleras están desnudas, Annie -no podía ver su rostro bien a causa de la oscuridad, pues las luces del segundo piso estaban apagadas.

Así que no solo estaba ebrio. El corazón se me estrujó dentro del pecho, al darme cuenta de que alguien, probablemente esos imbéciles, habían drogado a Armin, a mi novio. Lo ayudé a que subiera la otra mitad de los escalones, y él seguía diciendo estupideces sin sentido, con una amplia sonrisa en su rostro. Ese sillón también estaba ocupado, mierda. Llevé las manos a mi frente y resoplé, pensando. ¿Qué hacía ahora? ¿Qué tenía que hacer? Nunca había cuidado de alguien ebrio, siempre era a mí a quien debían cuidar.

"Piensa, Annie, piensa" probé con el baño de invitados, que para variar estaba siendo utilizado en ese momento, con la puerta cerrada. "El balcón daba al cuarto de Christa, ¿no? Alguien como ella debe tener miles de chaquetas y sudaderas que no utiliza". Con aquello en mente me dirigí hacia la puerta corrediza, pero me detuve antes de deslizarla, pues el asombro me heló la sangre. "¿Pero qué... mierda?" Reiner estaba sentado sobre el sofá de exterior, besuqueándose con la chica que tenía encima. Aquello no habría sido sorpresa si esta no hubiera tenido esa falda plisada de rayas blancas y negras, esa camiseta negra y ese cabello en dos coletas caídas y desarregladas, en el mismo color que su ropa.

"¿Mikasa?" di dos pasos hacia atrás, confundida. ¿No que le gustaba Eren? ¿Por qué se estaba besando con él? Con ese... gorila promiscuo. Bueno, en todo caso era su asunto, no el mío, y aunque me preocupaba no podía hacer nada al respecto. Además, tenía cosas más importantes en las qué pensar, como tragarme el nudo de mi garganta o que mi novio no se muriera producto de unos pulmones asmáticos. Solo me quedaba una alternativa, y era la puerta al otro lado de la habitación, al final de un corto pasillo junto a las escaleras.

"¡No, Hannah, no puedes entrar! Ese es el cuarto de mis padres, por eso siempre está cerrado".

"Pues qué pena, Christa. Te lo mereces por habernos invitado a esta fiesta de mierda". Armin reía y charlaba estupideces con unos chicos de último año en el sofá. No traía ninguna horquilla en el cabello, pero gracias a mi costumbre de dejarlas pegadas en las bolsas de mis pantalones, localicé una sobre la tela gruesa de mis shorts. Esa cerradura estaba haciéndome la vida imposible, y estaba tan concentrada en ello que ignoré las llamadas de Armin. Por fin sonó un clic y la puerta cedió. Solo rogaba que no hubiera nadie adentro cogiendo.

- Ven.

Lo jalé de nuevo del brazo, llevándolo hacia la habitación. Uno de los idiotas de último año nos gritó "usen condón" antes de que pudiera bloquear la puerta desde adentro. Todos se podían ir a la mierda. Para empeorarlo todo no encontraba el maldito interruptor.

- ¿Estás enojada?

- No. Ven.

Lo tomé con un poco más de delicadeza, dándome cuenta de que tal vez había sido muy brusca todo ese tiempo. Aunque había una pequeña sala con sus respectivos sofás, lo ayudé a subir a la plataforma en donde estaba la cama y lo dejé sentado sobre la colcha. Volvió a estornudar, y a reírse por este hecho. No habían lámparas de mesa, sino que unos bombillos dentro de globos tallados en madera colgaban del techo, cerca de la cabecera. El interruptor estaba incorporado a la superficie de la mesa de noche, y por fin una luz cálida y tenue iluminó la habitación.

Menta. Una historia de Armin y Annie [Trilogía completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora