Acto 2

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Detestaba la realidad en la que ahora vivía, pero era más adecuada para él. No permitió que Reine volviera a llorar después de ese día. Comía los alimentos que la hermana de Ellen le traía y siempre agradecía su estadía incluso cuando parecía que despreciaba su presencia. Algo había cambiado dentro de él, una oscuridad se apoderaba de su herido corazón sin saberlo.

Los días pasaron y los deberes de la escuela aumentaban conforme pasaba el tiempo. Reine era paciente con él, pero ella no era una docente calificada como para ayudarle en temas avanzados. Sabía que ella lo hacía de todo corazón, pero no iba a servir de todos modos. Tal vez por un milagro o no, Mana llegó a dar con él.

—Hermano...

—Mana...

Sabía que ella no había hecho nada, pero su relación como hermanos traía viejas memorias que compartía con Kotori y que deseaba olvidar.

—¿Por qué no mencionaste nada, hermano? —Mana estaba herida, había depositado toda su confianza en él y le había contestado de la peor forma posible—. ¡Yo no quiero estar lejos de ti! —exclamó con fuerza antes abalanzarse hacia él.

Podía jurar que ese abrazo había sido necesario. Se sentía alegre al tener contacto con su hermana de sangre.

—¡No me importa DEM! ¡No me importa Ratatoskr! ¡Solo no quiere perderte de nuevo!

Lágrimas comenzaron a descender por sus ojos. No había llorado en mucho tiempo. Necesitaba esto, necesitaba desahogar todas esas emociones que acumulaba en su interior. Correspondió ese abrazo y se permitió llorar mientras pedía las disculpas más sinceras que salían de su corazón.

—¡Perdóname! ¡Perdóname, por favor! —se había equivocado al no buscarla; no merecía una hermana tan dulce como ella—. ¡Por favor, perdóname Mana!

—Hermano... No me dejes... ¡No lo hagas!

—No lo haré... Eres mi hermanita...

—Hermano...

Permitió que su hermana se quedara a su lado al igual que Reine. Las dos estaban más tranquilas al ver cómo él buscaba arreglar su nueva vida sin perder contacto con ellas. No podían opinar nada sobre lo que pasó entre los espíritus y él, solo se limitaban a darle el apoyo que necesita y estar ahí para cuando las necesite. 

Nuevamente los días pasaron y Reine tenía que ir a su trabajo en la organización que el señor Woodman fundó. Sabía que Kotori estaba bien con su ausencia, después de todo es lo que en el fondo deseaba si buscaba una relación con ese chico. Miró nuevamente en la cocina buscando algún bocadillo notando la presencia de Karen.

—Buenos días—saludó él.

—Buen día, Itsuka Shidou.

—Eres igual a ella...

—¿A mi hermana?

—Sí... Dices mi nombre de manera tan similar.

—Entonces lo hago mal...

No habían cruzado muchas palabras en el pasado. Apenas y se conocían, pero la mirada de Karen era la misma que Ellen poseía, incluso cuando ambas personalidades eran opuestas a primera vista. Podía ver qué estaba agotada, cuidar del señor Woodman no debía ser sencillo, pero ese amor que sentía por él le permitía sufrir sin quejarse.

Debía darle las gracias de alguna manera, aceptó cuidar de él cuando no era su responsabilidad. Decidió preparar el almuerzo lo que sorprendió a la mujer. Al notar que ella estaba por levantarse terminó por regañarla cosa que sorprendió mucho a Karen.

—Estás cansada, te sientas ahora y me dejas preparar el almuerzo a mí—ordenó con autoridad mientras veía como la hermana de Ellen tomaba asiento en la misma silla donde se había sentado antes—. Escucha, sé que Elliot y tú poseen una historia, pero creo que no deberías rendirte con él incluso cuando el profesa un amor a hacia una mujer que no lo ama de la misma forma que tú.

—Harías lo mismo... —habló ella con cierta rabia en su tono de voz—. ¿Serías capaz de luchar por ellas de la misma manera en que me lo pides?

Shidou decidió no responder.

Los ojos de Karen se llenaron de lágrimas tras pensar mejor en sus palabras. No sabía si lo había arruinado, incluso temía por todo el avance que había logrado al hacer que tomara apuntes con Reine-san. Cuando su plato fue servido, notó una mirada fría que de alguna manera era cálida.

Itsuka Shidou ya no era ese chico dulce que se preocupaba por los espíritus. En su corazón ya no existía amor, sino un sentimiento de frustración y de odio. No solo odiaba a las chicas, también se odiaba a sí mismo.

De un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora