Último Acto: Nuestra Cita I

510 33 9
                                    

—Karen-san...

La energía liberada a través del mundo finalmente cesó. Los cielos oscuros de los que ahora caía una blanca ceniza iban extinguiendo los incendios cercanos al sitio en donde su mayor logro se volvió su mayor fracaso.

Itsuka Shidou, el joven que juró proteger a los espíritus no pudo proteger a la mujer que le dio  un sentido a su vida cuando esta se descarriló en un espiral de desesperación y tragedia. Sus brazos seguían sosteniendo el cuerpo sin vida de Karen Nora Mathers con un amor que nunca pudo ser confesado.

El cabello azul, tan peculiar de su familia, se tornó del mismo color que la ceniza. Sus ojos caramelo pasaron a ser de un color carmesí tan intenso y carentes de vida; parecía un muerto en vida, aunque la muerte nunca llegó por él. De sus ojos, aquellas lágrimas que salieron sin control, solo quedaba un rastro seco que conectaba con el tranquilo rostro de la mujer que nunca tuvo que morir.

El mundo ya había sido muy cruel, riéndose de él una y otra vez. Las risas que alguna vez soltó fueron apagándose poco a poco de la misma forma que el fuego de los alrededores. Su espada, de un color platinado hermoso pasó a opacarse hasta aboserber toda la luz que la tocaba. Lo que alguna vez fue espada infinita llena de esperanza, ahora cargaba consigo el juicio de su portador.

—Teminaré el juicio—susurró estirando así uno de sus brazos hasta tener entre sus manos aquella espada con la que salvó a su hermana—. Este mundo será reformado. 

—He cometido muchos errores a lo largo de la vida, he pecado demasiado; mi alma no puede ser salvada.

—Mío...

—Aún cuando mi hijo me otorgó el perdón, dándome la oportunidad de tener esa vida soñada a lado de su antecesor, mis errores terminaron por alcanzarlo... Karen Nora Mathers, aquella mujer que te amo con tanta pasión y que salvó a Itsuka Shidou de terminar con su vida, finalmente ha dado su último suspiro.

—Karen está...

—Aquel sujeto la mató, aquel hombre que nunca reconoceré como a mi hijo—confesó con pesar el Espíritu de Origen mientras veía los rostros intranquilos de los presentes—. De otro mundo, de una brecha existente por mi mera presencia, aquel sujeto que se hace llamar Itsuka Shidou buscó de una forma traer aquella reformación consigo.

—¿Todo esto es la reformación? —cuestionó la capitana teniendo dudas con los eventos que sucedían a su alrededor—. Hace años tratamos con algo similar, seguro podemos...

—El poder de los espíritus no se puede determinar, es como si una fracción del Universo mismo se presentara ante ellos; o mejor dicho, es como si Dios nos diera una parte de su poder para que podamos estar en un mundo alterno donde la vida misma es tan distinta a la que vivimos en este mundo—explicó Mío notando el gesto melancólico de la pelirroja—. Puedo ofrecer mi ayuda, pero requiero tiempo para idear un plan.

—Necesitamos mucho tiempo si queremos detener a Itsuka Shidou—añadió Elliot. Ambos ahora decidieron ver a la capitana de las JSDF esperando que aprobara cualquier idea loca que llegara  a la mente de ambos.

—Bien, hagan lo necesario para que ese chico no destruya el mundo—dijo de forma desinteresada, no sin antes darle una última mirada al jefe de Industrias ASGARD—. Tenemos que hablar sobre esto después, no me gusta que me oculten cosas...

Tras decir eso, la mujer de carácter fuerte se levantó para así salir de la habitación. Ya tenía mucho con que lidiar por ahora y el pasado de ambos no era algo con lo que quisiera involucrarse.
Ya solos, el ambiente del sitio se tornó tenso. Existían muchas cosas por hablar, pero tan poco tiempo para conversar. Ambos sabían que este reencuentro sería corto, así era la naturaleza de ella y eso era una de las tantas cosas que él llegó a amar con tanta pasión al punto de ignorar al mundo mismo con tal de tener otra oportunidad para poder ver aquel rostro que conoció hace ya tantos años.

De un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora