Acto 20

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—¡Feliz cumpleaños, Kotori!

—¡Onii-chan!

Itsuka Kotori, la única hija de la familia Itsuka estaba alegre en su octavo cumpleaños ya que su hermanito mayor la había dejado dormir con él. Sus padres habían intentado todo lo posible para que ella durmiera en su habitación, pero sus intentos terminaban en fracaso ya que todas las mañanas los encontraban juntos durmiendo como si no existiera otro placer en la vida.

Para la pelirroja estar junto a su amado hermano mayor era lo más importante en la vida. Había sido adoptado desde que era una bebé. Él nunca la dejó sola y todos los días jugaban hasta cansarse. Incluso la escuela no era problema ya que siempre estarían juntos en la tarde disfrutando de la compañía del otro.

—¿Cómo te sientes?

—¡Me siento feliz de tenerte aquí! ¡Te amo, Onii-chan!

—Parece ser que una vez más mi pequeña no puede dejar a su hermano mayor.

—¡Mamá!

Los dos hermanos Itsuka miraron hacia la puerta de la habitación donde encontraron a su madre observando desde el marco con una sonrisa pícara. 

—Parecer ser que ustedes dos terminarán siendo una pareja si siguen con estos juegos—comentó Itsuka Haruko mientras dejaba ver un gran desayuno preparado por ella misma—. ¡Feliz cumpleaños, Kotori! —exclamó con emoción mientras fingía lanzarse a la cama lo que asustó a los pequeños.

—¡Hey! ¡No sean así con su madre!

—¡No des esa clase de sustos! —fue la respuesta de Kotori ante la idea de su madre antes de ponerse de pie sobre la cama para así abrazar a su madre—. ¿Se irán hoy? —preguntó ella conociendo la forma en que sus padres vivían la vida lejos de Japón.

—El avión parte a las 11:30 de la mañana, aún nos quedan unas horas antes de que me vaya.

El rostro de Kotori se puso triste al oír esto. Sus padres solo habían podido venir un día antes de su cumpleaños. Todo fue alegría hasta que su papá se retiró en la madrugada mientras que su madre busco quedarse un poco más con ellos. No era un mal cumpleaños, pero en el fondo deseaba que fuera diferente.

—No te sientas mal, de todos modos tú tienes a Shidou contigo.

Las palabras de su madre le regresaron el ánimo que había perdido.

—Es cierto, jamás te dejaré sola.

—Onii-chan...

Antes de que Kotori pudiera lanzarse a llorar, su madre intervino.

—Bien, es hora de hablar de forma más madura ahora que ya no estaré con ustedes para cuidarlos y evitar que me den nietos a una edad muy temprana—comentó Haruko mientras ignoraba los reclamos de sus dos hijos—. Shidou, necesito que cuides mucho de Kotori y evites que se salga con la suya a la hora de comer caramelos, especialmente las paletas chupa pops; es un mal hábito que le inculque y es por esa que te doy esa responsabilidad. ¿Entendido?

—¡Entendido! —exclamó el pequeño con alegría mientras abrazaba a su hermanita quien se había agarrado a llorar por todo lo que dijo su madre sobre ella—. Tranquila, siempre que comas bien te daré una paleta—eso último lo dijo en voz baja regresando los ánimos a la pelirroja.

—Te amo, Onii-chan...

Los chicos no se habían percatado de que su madre era capaz de leer sus labios. Decidió no decir nada al respecto ya que confiaba plenamente en que ambos crecerían bien en su temporal ausencia.

De un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora