- ¡Maldita sea! -Farfullé al golpearme la cabeza con una caja del estante.
Estaba en la habitación conocida como la sala de menesteres. Sí, como la de Harry Potter. Este pequeño cuarto mi madre lo convirtió en bodega y lo bauticé de esa manera, porque en ella guardaba todo lo que no quería tirar, alegando que algún día lo podría necesitar.
Buscaba los adornos y el árbol de navidad. Ella me había encargado decorar su departamento, se encontraba fuera de la ciudad y tardaría días en regresar y quería que todo estuviera listo para nochebuena.
En realidad, me sorprendía que ella no hubiera decorado su casa aún.
Era una fanática de las fiestas decembrinas. Amaba con locura esas fechas.
Me concentré en buscar las cajas con las esferas y sus figuras de cerámica. En alguna parte debían de estar. Recorrí minuciosamente cada estante, hasta que los encontré en lo alto. Me paré de puntas y con cuidado saqué la primer caja, luego la segunda, pero en la última no tuve tanta suerte y tiré las dos cajas que estaban a su lado. Me agaché para recoger lo que estaba en el suelo, pero su contenido me pareció interesante, eran una serie de fotografías, cuadernos y objetos viejos, como cassettes y un walkman. Dejé todo de nuevo en su lugar, pero una fotografía llamó mi atención. La tomé y la acerqué más, con la linterna de mi celular la vi mejor. Era mi madre, a lado de un joven un poco más alto que ella, de cabello negro y ojos color miel. Ella sonreía, se miraba alegre, llena de luz. Hacía mucho tiempo que no la miraba así. Vi el reverso, Diciembre del 91, tenía escrito. Sin más, guardé esa foto en la caja, la tapé y la dejé dónde la encontré. Me di cuenta que la caja tenía escrito lo mismo en una etiqueta que solía ser blanca, pero que, con el paso de los años se tornó amarillenta.
Saqué los adornos junto con el árbol. Me di a la tarea de desempacar y limpiarlos porque estaba llenos de polvo. Pero no dejaba de pensar en quien era el joven junto a mi madre, ¿acaso era mi padre?
Siempre me pregunté cómo hubiera sido mi vida si mi padre y madre hubieran estado juntos. Crecí en una familia conformada solamente por ella y yo. Mis abuelos vivían lejos, en una ciudad que quedaba a casi tres horas de distancia en un vuelo.
Cuando le preguntaba, de pequeña, sobre él su rostro entristecía de repente, así que decidí no preguntar más por él. Admito que me hubiera gustado una respuesta de su parte, aunque no me gustara, pero al menos sabría que ocurrió.
La curiosidad pudo más que yo, así que fui nuevamente a la bodega, la cual solía ser mi habitación y saqué esa caja.
Tomé el primer cuaderno y vi que era como una especie de novela en combinación con un diario en el que relataba lo que había vivido aquel diciembre. La primera hoja tenía fecha del 30 de noviembre de 1991.
Comencé a leerlo con la esperanza e ilusión de encontrar alguna pista sobre la identidad del hombre que pudiera ser mi padre, qué pasó con él y por qué que ella nunca lo mencionó.
Nota de la autora :
Hola, si has llegado hasta esta parte, Gracias. He decidido escribir esta historia que lleva desde el año pasado rondando mi cabeza y al fin ha tomado forma. Es una comedia, pero no sé si resulte graciosa, porque lo admito, siento que no soy lo suficientemente chistosa. Es un género que siento que no se me da bien, pero trataré de serlo, sin dejar de lado lo que me caracteriza.
Así que comienza esta nueva aventura que será corta y por estas fechas decembrinas, porque desde Octubre hasta diciembre son mis meses favoritos del año. Les subo este adelanto y al final de mes tendrán el primer capítulo de la historia.Nos estaremos leyendo con actualizaciones seguidas.
Los quiero hasta el infinito y más allá ✌️
ESTÁS LEYENDO
Nuestras noches de diciembre
RomanceValentina siempre quiso saber, quién fue su padre y por qué su madre nunca lo mencionó. Después de descubrir un cuaderno en el que su madre relata sobre el rompimiento con su novio y la relación con su amable y guapo vecino, decide leerlo, para así...