Afortunadamente era viernes, un viernes 13, para los supersticiosos de mala suerte, pero para mí no. Bueno, no del todo. Ese era mi último día en el despacho y ya no regresaría hasta entrando el año.
Terminé todos los pendiente que mi jefe me había dejado, cerré perfectamente la oficina y dejé al velador encargado, dándole instrucciones precisas que me había dejado mi jefe.
Me despedí de mis compañeras, las cuales me desearon feliz navidad y feliz año nuevo, algo hipócrita de su parte después de que hablaran a mis espaldas todo el tiempo.
Cuando llegué al departamento lo único que quería era descansar. Darme una ducha tibia, hacerme una bebida caliente y ver una buena película acostada en mi cama. Pero no, Adrián tenía otros planes. En cuanto subí las escaleras él ya me estaba esperando en la puerta de mi departamento.
Abrí la puerta y él entró detrás de mí.
—Al fin saliste de vacaciones, podré mostrarte la ciudad sin tener que regresar temprano
—Estás loco.
—Lo que quiero hacer con mis vacaciones es dormir todo el día
Bufó
—Eso no pasará, mi estimada
Puse los ojos en blanco.
— ¿Por qué estás tan animado?, ¿te metiste algo?
Negó con la cabeza.
—Pero necesito que me hagas un favor.
— ¿Qué ocupas?
—Necesito que vengas a una fiesta familiar conmigo y finjas ser mi novia
Ahora fui yo la que bufé
— ¿Estás bromeando?
Negó con la cabeza nuevamente
—En mi familia son muy metiches, y todo el tiempo me están diciendo de cosas sobre no tener pareja y no llevar nunca a nadie a la cena.
—Si mal no recuerdo, tuviste una novia después de noso...—hice una pausa—hace varios años.
—Sí, pero no duró y nunca la presenté a mi familia.
— ¿Por qué no lo hiciste?
—No creí que fuera a durar y tuve razón. No duró.
— ¿La cena es en navidad?
Asintió
—Perfecto, así tengo una excusa creíble para no ir a visitar a mis padres este año. No me malinterpretes, los amo, son mis padres y mi única familia, pero no resistiría este año pasar las fiestas con ellos sin que me estén preguntando constantemente sobre Luis.
— ¿Qué harás ahorita?
—Bañarme y dormir
Rió
—De eso nada. Cámbiate, ponte algo abrigador y nos vemos en abajo en quince minutos.
— ¿A dónde quieres ir?
—Ya lo verás.
Salió casi corriendo de mi departamento.
Quince minutos después, estaba saliendo de mi departamento muy bien cobijada. Con mi abrigo, bufanda y botas. Ni siquiera me dejó bañarme y no quise hacerlo porque iba a salir a lo frío e iba a estar titiritando todo el tiempo.
Bajé y él estaba recargado en el umbral de la puerta principal. Me vio y sonrió
—Pensé que me dejarías plantado.
—Sí, claro. Como si tú fueras a dejar que eso pasara, si no hubiera bajado en el tiempo pactado hubieras ido a buscarme.
—En eso tienes razón.
— ¿A dónde me llevarás?
—No te diré.
— ¿Tienes idea de que lo descubriré cuando tomemos el metro, la pecera o un taxi, no?
—Lo sé, pero de todos modos no te diré. Sólo tendrás que seguirme.
Y así fue. No me dijo, pero lo intuí cuando emprendimos camino y tomamos el transporte. Ahí estábamos en pleno zócalo del Distrito Federal, con un viento gélido soplando en nuestras nucas.
Estuvimos platicando y caminando sin rumbo durante un tiempo. Llegamos a un puesto y compramos un par de esquites. Caminamos un poco y nos sentamos en una banca. Desde donde estábamos se podía apreciar el enorme pino de navidad que habían puesto, el cual, ya estaba encendido también había varios adornos de luces que colgaban en las calles del centro. La ciudad de noche y con esas luces se veía hermosa, le daba luz a los viejos edificios que contaban tantas historias en sus paredes. Y en ese momento me enamoré de la ciudad en la que vivía, porque noté algo en ella que no en su momento no vi.
Adrián notó que estaba sumergida en mis pensamientos y me sacó de ellos.
—Es hermosa la ciudad, ¿no lo crees?
Asentí
—Me gusta mucho en esta época del año, por las luces que siempre hay en ella, la hace lucir resplandeciente. No es como Nueva York en esta época del año, pero tiene su toque más rustico y más en esta zona.
— ¿Has ido a Nueva York? —le pregunté
—Sí, cuando era niño mis padres me llevaron una vez para navidad. Fue impresionante estar en rockefeller center frente a ese enorme e imponente árbol de navidad, patinar o tener una blanca navidad.
—Sería genial tener algo así en la ciudad. ¿Te imaginas una pista de hielo aquí en el zócalo?
—Sería una buena idea.
Y ocurrió muchos años después. Le dio un toque más invernal a la ciudad. Además de las pistas de hielo que se abrieron con el paso de los años.
—Me gustaría poder vivir todo eso algún día. Tenemos que ir a Nueva York algún día. O alguna otra ciudad. Quiero conocer el mundo entero, aunque tenga que trabajar toda mi vida en ese lugar que odio para poder ahorrar lo suficiente para hacerlo.
Él se quedó callado mirándome, supe que en ese momento quiso decirme algo, pero la voz no le salió. Sólo fingió una sonrisa y asintió.
—Algún día, Mónica, algún día.
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Nuestras noches de diciembre
RomanceValentina siempre quiso saber, quién fue su padre y por qué su madre nunca lo mencionó. Después de descubrir un cuaderno en el que su madre relata sobre el rompimiento con su novio y la relación con su amable y guapo vecino, decide leerlo, para así...