| Capítulo cuatro |

102 11 0
                                    




Desperté a la mañana siguiente con los ojos hinchados por haber llorado la noche anterior. Era demasiado temprano, me hice un té de manzanilla. Utilicé las bolsas para ponérmelas en los ojos y se me bajará un poco.

Me mentí a bañar con agua tibia, me cepillé el cabello, lo sequé. Me puse mi ropa de oficina. Y salí a tomar el transporte para atravesar media ciudad y poder llegar al centro, a aquel viejo edificio que funcionaba como un despacho jurídico.

Llegué, revisé la agenda y comencé a trabajar con los pendientes. Era la última semana en la que mi jefe estaba presente, faltaban dos para tener mi libertad por lo que quedaba del mes y poder reposar sin tener que atravesar la ciudad todos los días.

Toda la semana sería pesada, porque estaríamos trabajando para restar la mayor parte de pendientes del despacho.

Cuando salí de trabajar me encontré a Adrián en la estación del metro. Me pareció un poco extraño, porque no era su camino habitual.

-Hola vecina-se acercó a saludarme. Se paró a un lado de mí, entonces nuestra diferencia de estatura se hizo un poco más notoria, como era costumbre.

- ¿Qué haces aquí? Este no es tu camino habitual.

-Hice unos pendientes por la zona y tuve que transbordar en esta estación para llegar a casa

Lo miré incrédula. Sabía que mentía, pero no dije nada.

- ¿Qué harás cuando llegues a casa? -preguntó mirándome fijamente.

-Dormir, tengo mucho sueño. Me siento muy cansada.

-De eso nada. Es temprano. Veamos una película.

-De verdad estoy cansada, tuve mucho trabajo en la oficina.

-Pretextos. Nos bajaremos una estación antes para llegar al video centro a rentar una película.

Arqueé una ceja y cedí

-Está bien, pero yo elijo la película.

-Es sencillo escogerás una de terror, conozco tu genero favorito.

-Sí, es cierto. Veamos Poltergeist.

-Mejor rentemos viernes 13

-Y yo sé por qué quieres ver esa.

- ¿Por qué? - giró levemente su cabeza y me miró

-Salen demasiadas tetas. Y yo no quiero estar viendo eso mientras estoy cenando. Si quiero ver unas me miro en el espejo.

-Está bien. Te propongo un trato. Rentemos una que ninguno haya visto y que sea de un genero completamente opuesto al que nos gusta.

- ¿Quieres ver una película de romance? -arqueé una ceja mirándolo incrédula

- ¿Por qué no? Sería interesante experimentar con el género.

Lo miré atónita

-Me sorprendes.

-Niñita-expresó un hombre a un lado de nosotros. Tendría como unos cincuenta años. Su cabello tenía sombras platinadas en ellos. Traía un portafolio en la mano.

Su comentario no me agradó. El hecho de que a un hombre le gustara una película romántica no lo convertía en mujer o que a mí por ejemplo me gustaran las películas de acción o terror no me convertía en hombre. Había muchas cosas que no me gustaban de la sociedad de aquel entonces y son patrones, que aunque pasen años y cambiemos, siguen estando muy arraigados.

-Oiga-apreté los puños

El hombre me miró con inferioridad

- ¿Dejarás que una mujer te defienda? -le preguntó a Adrián-Marica-y le escupió

Nuestras noches de diciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora