| Capítulo veinticinco |

46 7 0
                                    




Cuando llegué a casa de madrugada, busqué en Facebook su nombre: Luis Fernando Garza. Salieron infinidad de resultados, después de ver varios, di con uno que llamó mi atención. Lucía algo mayor, pero sus facciones eran muy parecidas. Accedí a su perfil y comencé a ver las fotografías que había, hasta que di con una de joven y sin duda era mi objetivo. Vi su fecha de nacimiento, me di cuenta que era un par de años mayor que mi madre. Tenía dos hijos, ambos varones. Tenía una concesionaria y eso me venía como anillo al dedo, ya que necesitaba vender mi coche. Di clic en la página que compartía una infinidad de veces en su perfil, busqué la información sobre la concesionaria. Anoté la dirección en mi celular y lo busqué en google maps, para ver que tan lejos quedaba de mi departamento.

Estaba a unos cuarenta minutos, pero no me importaba, para mí todo eso valía completamente la pena. Tenía años queriendo conocerlo, verlo por lo menos una vez, saber su nombre, como era físicamente, sus gustos. Bien dicen que cuando le niegas algo a alguien más lo quiere y ese era mi caso, conocer información sobre él era lo que quería.

Si iba a comenzar de cero en un nuevo lugar, necesitaba cerrar por completo todos mis ciclos aquí en México y eso era lo que estaba haciendo, al menos era lo que pensaba.

Desperté a la mañana siguiente alrededor de las nueve de la mañana. Hasta raro me pareció despertar tan tarde. Estaba acostumbrada a levantarme temprano para ir al laboratorio, pero después de aceptar la propuesta de la farmacéutica, me dieron lo que quedaba del mes para que arreglara todos mis asuntos para mudarme sin contratiempos. Ese descanso me vino como anillo al dedo para hacer mi pequeña búsqueda. Me levanté del colchón inflable que era lo único que quedaba en mi habitación, además de unas cuantas cajas y mis maletas. Faltaban dos días para navidad, la ciudad estaría hecha un caos en cuanto a tráfico, busqué una muda de ropa, algo abrigadora, porque era una mañana bastante fría en la ciudad. Me hice mi café matutino y emprendí mi camino para conocer a Luis Fernando Garza.

No mentiré al decir que no estaba nerviosa, claro que lo estaba. Cuando llegué estacioné mi auto en el estacionamiento que tenían en el local, justo los dividía una pequeña reja entre los autos que vendían y el estacionamiento. Había un par de personas viendo los autos y un joven que no debía ser más grande que yo. Quizás era su hijo.

Me quedé viendo los coches por unos minutos, pasando de uno a otro, como si tuviera la intención de comprar alguno, cuando un señor, el mismo de las fotografías, se me acercó. Era solo un poco más alto que yo, cabello azabache, con unas cuantas luces blancas en el cabello, perfectamente bien rasurado y olía a colonia con tonos dulces. Usaba pantalón de vestir color negro con una camisa color azul cielo, que combinaba perfectamente con sus ojos, ahora entendía por qué mi madre cayó rendida a sus pies.

— ¿Le puedo ayudar en algo señorita? —me preguntó al acercarse. Me giré hacia él para tenerlo frente a frente — ¿Mónica, eres tú? —después de ese comentario supe que era el Luis que yo buscaba.

— ¿Disculpe?

—Lo siento, pero es que eres idéntica a una vieja amiga—Sí, claro vieja amiga, vino a mi mente— ¿buscaba algún coche en especial?

Negué con la cabeza

—En realidad quiero vender el mío y un buen amigo me recomendó este lugar, me dijo que aquí compran coches de segunda mano—mentí.

—Sí, pero los tomamos como parte del pago para comprar otro modelo.

—Entiendo. Lo que pasa es que no voy a necesitar otro coche. Estoy vendiéndolo, porque me mudaré del país.

Me fijé en su reacción, no le importaba lo que yo le estaba diciendo y tampoco le importaba el motivo por el cual vendía mi coche.

—Creo que no podemos ayudarla con eso—comentó fríamente.

Nuestras noches de diciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora