Después de nuestra reunión no vi a mi madre en días, ella estuvo demasiado ocupada con la venta de sus cosas, ultimando detalles con la mudanza que se haría cargo de llevar algunas de las cosas más importantes al departamento de Adrián y terminando de empacar lo que dejaría en casa de mis abuelos.Yo también estuve ocupada empacando en una caja lo que mandaría a Cartagena, era lo que no podía dejar, no podía deshacerme de esos recuerdos, eran unos cuantos libros que también podía comprar allá, fotografías que podía digitalizar e imprimir allá y mi primer microscopio, cosa que también podía comprar allá porque era un simple juguete, pero era más el valor sentimental, que no podía dejar aquí en México. Eran parte de mi vida, de mi historia y se merecían estar presentes en mi nuevo comienzo.
Era 29 de diciembre y me mandaron un mensaje de la farmacéutica para que me presentara en ella. Pensé que algo malo había pasado, que se canceló mi contrato o que hubo algún contratiempo, siempre pensando lo peor de las situaciones.
Cuando me presenté, me tenían preparada una fiesta de despedida. Ahí estaba el presidente de la farmacéutica y mi jefa de laboratorio junto con mis compañeros de proyecto, algunos de ellos me ayudaron a hacerlo, porque yo fui la que tuvo la idea, pero para ejecutarla fue un trabajo en equipo.
El lugar en el que estábamos era el comedor de la empresa, dónde siempre que queríamos un respiro y teníamos hambre íbamos a ese lugar. Había un letrero que decía: Feliz Viaje. Había comida y bebida para alimentar un ejército. Ver a todos ahí me hizo sentir querida, valorada, por los que estaban ahí. Suprimí las lágrimas que intentaban brotar de mis ojos, sonreí, y caminé hasta ellos.
—Feliz viaje—gritaron casi a unísono cuando me vieron. Fue algo emotivo.
—Te vamos a extrañar—dijeron unas cuantas personas acercándose a mí.
Mi jefa, que estaba platicando con algunas personas de alto mando se acercó hacia donde yo estaba. Ella era una mujer de unos cincuenta años, de imagen imponente, cabello platinado. Una persona que destacaba por su inteligencia en el laboratorio y en los negocios. No por nada había ido escalando en la empresa hasta donde está. El mejor promedio de su generación desde licenciatura hasta sus posgrados ambos hechos en Estados Unidos de América, en donde fue la única latina en graduarse de esa universidad cuando los cursó.
— ¿Ya tienes todo listo para irte? Te vas en cuestión de días.
Asentí
—Empaqué toda mi vida en una maleta y una caja. Literal. Sólo me queda un asunto pendiente y podré irme tranquila.
—Te vamos a extrañar aquí en el laboratorio. No será lo mismo sin ti.
—Tampoco es para tanto, si todo sale como se tiene planeado voy a regresar.
Ella negó con la cabeza.
—Si todo sale bien, te quedarás allá.
— ¿Qué? — su confesión me sorprendió. Mi contrato decía 6 meses, pero planeaban dejarme ahí.
— ¿Es una broma? —pero sabía que no lo era.
Negó con la cabeza.
—Felipe—así se llamaba el CEO de la empresa—Quiere que veas como es el ambiente ahí. El laboratorio no está en su mejor momento, y quiere que tu lo saques de ahí.
—No hago milagros. No soy la persona indicada para ello.
—Claro que lo eres, por eso te manda para allá, para que reproduzcas la patente y para que le pases los informes de cómo está el laboratorio, porque hemos recibido archivos que es un completo desmadre
— ¿Y por qué no hacen algo?
—Porque el líder del laboratorio dice que todo está bien, y manda archivos en los que muestra que tiene razón, porque llegan a sus metas. Y contigo allá, podemos saber si es cierto o no.
—No soy una soplona
—Y no lo eres, solo vas a ir a hacer tu trabajo y conforme hagas tus reportes, nos daremos cuenta si es que te apoyan en el proyecto o no.
A nosotros se acerca Juana, una de las señoras que hacen la limpieza. Estaba cerca de los sesenta años, tenía su cabello cubierto de canas, con un tinte que comenzaba a deslavarse. Ella tenía el turno nocturno y por lo regular siempre me la encontraba cuando salía ya entrada la noche.
—Hablaremos luego—me dijo mi jefa y se fue a platicar con algunos de mis compañeros de laboratorio.
—Hay doctora Valentina, la voy a extrañar. Quien me va a ser compañía en el turno de la noche.
Reí
—Te van a acompañar los microscopios y las bacterias
Ella rió
—Que le vaya muy bien. Yo si la voy a extrañar, es una excelente persona. No como estas personas que solo hablan de usted a sus espaldas.
—Es algo que sé muy bien que hacen, no te preocupes.
—Bueno, me voy. Solo quería pasar a saludarla, tengo que terminar el turno y entrar al mío, me tocó cubrir a Juancho que está enfermo. Además a mí no me invitaron, pero quise venir a despedirla.
—Gracias por tomarte el tiempo y espero que se recuperé Juancho— él era el conserje del turno de la tarde.
Vi como despareció entre la multitud.
Me acerqué al área donde estaban las bebidas y la comida. Me serví un poco de refresco en uno de los típicos vasos rojos.
Pasamos una tarde amena entre risas, música y buenos deseos para mí y el viaje que estaba a punto de emprender.
Recuerda que puedes seguirme en mis redes sociales:
www.tiktok.com/deya.books
www.instagram.com/deya.books
ESTÁS LEYENDO
Nuestras noches de diciembre
RomanceValentina siempre quiso saber, quién fue su padre y por qué su madre nunca lo mencionó. Después de descubrir un cuaderno en el que su madre relata sobre el rompimiento con su novio y la relación con su amable y guapo vecino, decide leerlo, para así...