| Capítulo diecinueve |

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Después de encontrarnos en la playa, al día siguiente tomamos un autobús de regreso para el Distrito Federal y dos días después lo vi partir con rumbo a su nuevo destino. Fue difícil despedirnos en el aeropuerto.

—Te voy a extrañar—me abrazó con fuerza

—Lo sé—sonreí con ternura—Pero yo estaré aquí cuando regreses—lo tomé de la mejilla y lo besé con ternura. Fue un beso distinto a los demás, no hubo pasión en él, sabía a melancolía con unos toques de tristeza.

Como lo supuse, él ya tenía todo listo para mudarse. Tenía la residencia donde llegaría, los vuelos. Sus muebles del departamento se los pasó a su hermana y madre y algunos otros los vendió. Todo estaba resuelto, así que para mí fue más sencillo asimilarlo todo.

Días después tuve su primera llamada, lo hizo calculando la hora en la que llegaría a mi departamento de mi primer día de trabajo después de las vacaciones. Estuvimos platicando por horas, hasta que nos ganó el sueño a ambos. Quedamos en hablarnos una vez a la semana por los costos de la llamada.

Aproximadamente unas tres semanas después me llegó una postal de él. En la imagen salía la estatua de la libertad y muchos edificios detrás de ella. Al parecer la compró los primeros días que estuvo ahí.

Nueva York es genial. Ojalá estuvieras aquí. Te echo de menos, Micaela.

Te amo.

Atte.

Tu vecino favorito.

Después de leer su postal, tomé mi cámara y salí a tomarme una fotografía. Justo con el ángel de la independencia detrás. Yo salía al frente y sacaba la lengua en ella. Tomé varias fotos más, para poder revelar el rollo y le escribí una nota por detrás.

Para que no me extrañes tanto. Yo también te echo de menos. Mi adorado Adrián. Por cierto tengo nueva vecina. Una señora se ha mudado al departamento que era tuyo.

Atte.

Tu adorada novia

Pasaron un par de semanas. Al salir de mi departamento con rumbo al supermercado, me sentí mareada, me dolía el estomago y sentía algo de nauseas. Mi nueva vecina iba saliendo, se me quedó viendo fijamente cuando cerraba la puerta.

— ¿Estás bien, niña? —siempre se refería a mí de esa manera. Ella ya era una persona mayor, vivía sola y de vez en cuando la visitaban sus hijos, rondarían alrededor de los sesenta años, tenía el cabello teñido de negro, pero sobresalían unos cuantos mechones de color blanco—¿Estás pálida?

—No se preocupe. Tengo un dolor de estomago, seguramente me cayó mal algo que comí. Siempre me da una infección estomacal, por comer cosas en la calle.

—Estos jóvenes, por eso siempre les digo a mis nietos que no coman cosas en lugares sospechosos y más en esta ciudad.

Intenté sonreír, pero mi vista de nubló y me agarré de la puerta para no caerme.

—A ti te pasa algo más—ella tomó las llaves de mi mano y abrió la puerta de mi departamento, me ayudó a entrar y me senté en el sofá—Sé que no nos conocemos, pero puedo ayudarte.

—Ya le dije que solo tengo una infección estomacal, creo que iré a consulta a la farmacia que acaban de poner aquí a dos cuadras—mi vecina de nombre Esther, miró hacia alrededor de mi departamento, como si buscara algo, hasta que dio con la fotografía que tenía junto con Adrian.

— ¿Él es tu novio? —Asentí—Es muy guapo. No te culparía si ya hiciste el amor con él.

Sentí su comentario fuera de lugar

— ¿Disculpe?

—Dime, ya lo hiciste con él— se sentó—No te preocupes, no te voy a juzgar. Soy una señora con una mentalidad abierta, yo tuve varios novios antes de casarme en una sociedad en la que no era muy bien visto que una mujer tuviera varios novios. Antes solo eras novia del hombre con el que te casarías, además, te confieso que yo hice al amor con mi esposo, días antes de casarnos. No te preocupes, no te voy a regañar.

—Sí, ya lo hice.

— ¿Y él donde está?

—En Nueva York, allá vive él

Ella me miró con preocupación.

—Me temo que lo que tienes, posiblemente no sea una infección estomacal. Creo que posiblemente estés embarazada.

—Es imposible acabo de tener mi periodo—mentí. En ese momento recordé que no había tenido mi periodo. Diciembre y enero fueron unos meses tan ajetreados que no lo recordé.

—Pues en ese caso, creo que si tienes una infección estomacal. Pero hay mujeres que han tenido su periodo aun estando embarazadas, a una comadre le pasó.

—No se preocupe, estaré bien. No creo que sea eso.

Ella se levantó.

—Bien, te dejó voy al mercado a comprar mi despensa. ¿Quieres que te traiga algo?

Negué con la cabeza.

Ella se fue dejándome con la duda. Cuando vi por la ventana que ella caminaba por la calle, me bajé y fui a la farmacia más cercana. Ahí había un consultorio médico, entré a la consulta y él me hizo chequeos y preguntas de rutina. Al final me dio una lista de estudios sanguíneos que me tenía que hacer antes de darme medicamentos. Y me dijo que cuando tuviera los resultados fuera para recetarme el medicamento.

Para acabar con mis dudas, ya estando en el laboratorio incluí uno para saber si estaba embarazada. Necesitaba descartar esa posibilidad y aunque saliera el resultado positivo también tendría que ir con un ginecólogo para poder cerciorarme.

 Necesitaba descartar esa posibilidad y aunque saliera el resultado positivo también tendría que ir con un ginecólogo para poder cerciorarme

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