| Capítulo dos |

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Desperté a la mañana siguiente, porque unos ladridos bastante intensos me despertaron. Vi la hora en el despertador que estaba al lado de mi cama, en la mesa de noche, 6:30 am. Solté una respiración sostenida. Cubrí mi cara con la almohada y ahogué un grito.

-Chingada madre. Pinches perros-grité en voz alta.

Intenté dormir después de eso, pero no pude. Así que fui a la cocina, me preparé un café y salí a sentarme en la silla que tenía en mi pequeño balcón, enredada en mi cobertor, porque la temperatura era baja. Tomé mi libreta de dibujo, y comencé a dibujar la vista que tenía frente a mí, el amanecer que se reflejaba en las ventanas de los edificios.

A lo lejos pude ver como venía caminando Adrián, traía las manos en los bolsillos del pantalón. Reí al verlo, lucía trasnochado.

- ¿Haciendo la caminata de la vergüenza, vecino?-le grité desde el balcón. Él miró hacia arriba y negó con la cabeza.

-Nunca será de la vergüenza-rió

A los minutos estaba afuera en su balcón.

- ¿Qué es lo que haces despierta tan temprano y en domingo?

-Unos estúpidos perros no dejaban de ladrar y me despertaron. Así que decidí sentarme aquí a ver pasar a las personas, como anciana-Negó con la cabeza- Estuvo intensa la fiesta si llegas hasta esta hora

-Bastante, las fiestas en estas fechas son las mejores. Amo diciembre, el clima y la temporada. Navidad es lo mejor

Bufé

- ¿No te gusta la navidad?

Negué con la cabeza

-Digamos que no tengo un muy buen recuerdo de la fecha

En realidad no lo tenía. La odiaba con toda mi alma. En casa la amaban, pero yo la veía como el enemigo, porque sabía que sería la reunión familiar, en donde todos se decían sus verdades disfrazadas de consejos y buenos deseos. Hipócritas.

-Creo que tendré que convencerte de lo contrario.

Reí

-Eso está por verse.

Pasó su mano por el cabello.

-Bien, intentaré dormir un poco. Buenas noches. Vecina

-Buenos días, Adrián.

Él rió

Alrededor de medio día fui a comprar algunas cosas que me hacían falta en la despensa. Me puse un suéter bastante abrigador, color rosa y mis tenis. A pesar de tener varios años viviendo en esa ciudad no me había podido acostumbrar a su clima.

Fui al supermercado que estaba más cerca del departamento. Me fui caminando. Cuando venía de regreso, noté que venía Adrián avanzando en mi dirección, seguramente iba también a la despensa, reconocí su caminado inconfundible y sus tan peculiares gafas de aviador.

Lo saludé muy entusiasmada, sabía que no le agradaría, por la cruda que tenía de haber llegado hacía sólo un par de horas.

-Vecino-le grité

Él frunció el ceño.

-Por favor, no grites, Micaela-hizo énfasis en mi nombre.

-No me digas Micaela, sabes que odio ese nombre.

-Pero así te llamas

-Pero también tengo otro nombre

Sonrió

-Está bien, no quiero pelear, Mónica-se tocó la frente

- ¿Te duele la cabeza?

Asintió

Nuestras noches de diciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora