| Capítulo once |

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El final perfecto de la noche mágica que imaginé nunca sucedió, después de comer tacos nos regresamos al edificio, porque solo un par de minutos más tarde me dieron ganas de vomitar, pasamos por una farmacia y compré un pepto-bismol, para tomármelo y así evitar alguna imprudencia, como que me diera diarrea y no alcanzara a llegar al baño del departamento.

A la mañana siguiente apareció Adrián en mi puerta, con unas bolsas en las manos, había ido al supermercado, eso fue notorio. Yo tenía un semblante de pocos amigos, la cara pálida y el cabello hecho un desastre agarrado en una coleta.

- ¿Qué es lo que haces aquí? -pregunté al abrir la puerta, pero no la abrí toda-No puedo salir hoy, me sigo sintiendo mal. He vomitado dos veces. Tus pinches tacos me cayeron mal-puse los ojos en blanco.

-Por eso he venido-subió las bolsas a la altura de sus hombros-he comprado unas cosas para hacerte una sopa-sonrió-es mi ofrenda de paz por llevarte a esos tacos.

La abrí por completo y me quité del paso dejándolo pasar. Él dejó las cosas en la cocina. Se lavó las manos y comenzó a sacar las cosas de las bolsas. Las verduras las lavó y cortó en trozos pequeños, yo le ayudé. Vi como me miraba, lucía preocupado.

-Me veo peor de lo que me siento-le dije para quitar tensión en el ambiente.

Comenzó a oler bastante rico, pero a los segundos de olerlo, me entraron las nauseas. Fui por un vaso con agua y lo bebí todo de una. Las nauseas cesaron.

-Me preocupas, si esto no para, creo que tendrás que ir al doctor para que te recete algo para la infección estomacal que debes de tener.

-No te preocupes, ya pasará. Seguramente fue el chile de los tacos, no estoy acostumbrada a ello.

Me miró de manera picara

-No estás acostumbrada al chile, yo pensé que sí.

Lo miré un poco extraño, hasta que caí en cuenta que me estaba albureando.

- ¡Qué pelado!

-Fuiste tú la que te mataste solita

Lo empujé levante del hombro

-Madura, Adrián

-Está bien, ya no diré nada. Para que no te sonrojes.

Sentí que mis mejillas estaban a punto de explotar, no podía ver mi reflejo, pero seguramente estaban más rojas que el tomate que estaba licuando él.

-La sopa tiene que cocerse, así que puedes aprovechar ese tiempo para irte a bañar, para que te relajes un poco.

Asentí

-Gracias

Fui a ducharme y eso era lo que hizo falta para que me sintiera un poco mejor, un baño con agua caliente. Toda la tensión que sentía se disipó, cuando salí, traía un pantalón de pana bastante abrigador y mi cárdigan color gris, porque se sentía el departamento helado, a pesar de no tener ninguna ventana abierta.

Fui con rumbo a la cocina y él ya estaba sirviendo la sopa en los platos.

-Te ayudo-le dije y tomé el plato en mis manos y por un milisegundo nuestras manos se tocaron, él la acarició de manera intencional, es lo que me gusta pensar hasta estos días, pero quizá no lo fue y era una señal, que no supe interpretar en ese momento.

-Gracias-respondió él y llevé el plato hasta la mesa.

Nos sentamos, di el primer bocado de la sopa, estaba deliciosa y fue lo que necesitó mi estomago para sentirse mejor.

-Sabes he traído una película-dijo Adrián al sentarse frente a mí

- ¿Cuál trajiste?

-La sirenita

Arqueé una ceja

- ¿De verdad?

Asintió

-Sé que no tienes cinco años, pero creí que tal vez te gustaría verla. Sería divertido. He escuchado que el cangrejo es bastante gracioso

Lo miré incrédula, sospeché de él. Algo en mí me decía que ya había visto esa película.

-Está bien. Hay que darle una oportunidad.

Él se levantó de la mesa y puso la película para verla mientras comíamos.

Escribo esto, porque fue importante, recuerdo ese día gracias a esa película y años después cada vez que la veía recordaba a Adrián y a la expresión de emoción en su rostro, como un niño pequeño.

Sonreí al verlo.

En ese momento supe que no era la primera vez que la veía. Entonces recordé que él tenía una sobrina pequeña, con la cual veía la película y cantaba las canciones, porque lo descubrí tarareando debajo del mar, cuando me levanté a lavar los platos y vasos. Cuando regresé me senté a un lado de él.

- ¿Qué no es la primera vez que la vez? -pregunté y él negó con la cabeza-Entonces ¿por qué te sabes la canción?

Me miró un poco asustado.

-Está bien, confieso que no es la primera vez que la veo. Mi sobrina Cinthya me obliga a verla todo el tiempo. Cada que voy a verla, la pone. Así que por eso me sé las canciones.

-Te debe de gustar bastante la película para verla conmigo en estos momentos.

-Está bien. Sí, me gusta. Es entretenida y Sebastián, el cangrejo es mi favorito.

-Es bastante divertido. Pero creo que deberían de hacer princesas más fuertes, valientes e independientes, tal y como es la mujer moderna.

Él me miró y sonrió

-Imagínate una inspirada en ti.

Rodeé los ojos

-Como si eso fuera a pasar

Pero con los años, hubo princesas más fuertes, más independientes y valientes. Las mujeres cambiamos con los años y ellas también lo hicieron y las niñas crecieron con unas mejores princesas como referentes, así como grandes mujeres en las bellas artes ó ciencias.


 Las mujeres cambiamos con los años y ellas también lo hicieron y las niñas crecieron con unas mejores princesas como referentes, así como grandes mujeres en las bellas artes ó ciencias

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