| Epílogo |

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3 de enero 2023

Mónica

Después de varios meses de haber escrito mi historia con Adrián, era justo escribir esta última entrada, relatando sobre nuestro reencuentro. Aprovechando un poco de mi tiempo libre, ya que estoy sola en casa.

Él y yo nunca dejamos de ser amigos, eso lo escribí, platicábamos seguido por llamada, mensaje y video llamada, pero hacía años que no lo veía en persona. Decidí verlo en mi reciente viaje a Nueva York. Lo llamé y le dije que estaría en la ciudad un par de días por trabajo, eso fue en agosto del 2022.

Al verlo fue como si los años no hubieran pasado, miré a ese chico de cabello rebelde y gafas de aviador que había sido mi vecino por muchos años. Todo en mí se removió por dentro. No fue el último hombre con el que estuve, pero si al que más había amado y según mi interior lo seguía haciendo, sino, no hubiera sentido toda esa revolución en mí.

Nos saludamos muy formales, nos dimos un beso en la mejilla, lo cual no resultó algo incómodo para los dos. Lo sentí con cierta familiaridad, como si nada hubiera pasado entre nosotros.

Nos citamos en un café y después de tomarlo, hicimos lo que hacía años nos prometimos: caminamos por Central Park. Él siempre quiso vivir en esa ciudad y yo siempre quise conocerla a su lado y así fue. A pesar de tener años en el mundo de las artes plásticas, esa era la primera vez que una galería Neoyorquina se comunicaba conmigo para hacer una exposición con mis obras. Había expuesto en cada una de las ciudades que yo había querido y con Nueva York cerraba esa lista que había hecho cuando joven.

—Ahora entiendo por qué te gusta tanto Nueva York, es tan cosmopolita—comenté admirando lo que había a mi alrededor.

—Sí, pero en ella me hizo falta alguien

— ¿Quién? ¿Tu madre? ¿Tu familia?

Negó con la cabeza

—Tú. Siempre quise que esta fuera nuestra ciudad. Recuerdo que de jóvenes hicimos una promesa, visitar Nueva York.

En realidad habíamos hecho varias. Muchas de ellas no las cumplimos, sino, hasta después y había otras pendientes que esperaba que cumpliéramos en el tiempo que nos quedara juntos.

—Lo recuerdo bien. Y ahora estamos aquí 30 años después. Más viejos, pero con el mismo espíritu joven que nos caracteriza.

—Para mí, siempre serás esa chica foránea que llegó un día a mi edificio de la que me enamoré perdidamente y que perdí dos veces.

Me detuve.

—Bien. Tienes una tercera oportunidad en este momento. ¿La tomas o la dejas?

— ¿Qué estás diciendo, Mónica?

—Sabes bien lo que estoy diciendo. En este momento me estoy abriendo ante ti. Ya no somos unos niños y ya no es necesario seguirnos mintiendo, o sintiendo temor, ya no. Es todo o nada—Lo miré fijamente esperando su respuesta. Estaba sorprendido por lo que había salido de mi boca—No tenemos nada que perder en estos momentos.

Sonrió

— ¿Por qué tardaste tanto tiempo en darte cuenta?

—Supongo que nunca he sido muy buena en esto

Me tomó de la cintura y me acercó a él. Acarició mi mejilla, pasó su dedo índice por la comisura de mis labios. Todo el tiempo desde que terminamos había imaginado este momento en mi mente. Yo entre sus brazos de nuevo. Me besó, sus labios se sentían tan familiares sobre mí, sabían a café y canela, por lo que habíamos bebido en la cafetería. En mi interior hubo toda una revolución de sentimientos encontrados.

Ahí estábamos en medio de central park a nuestros cincuentas dando un espectáculo público. Al separarnos nos reímos al darnos cuenta de lo que estábamos haciendo.

No escribiré que pasó después de eso, pero si lo guardaré muy en el fondo de mi mente y de mi corazón. Así fue como decidimos comenzar nuestra relación, la cual, fue a distancia, pero con lo que yo no contaba era que Valentina encontraría esta libreta y comenzaría a organizar un plan en su cabeza para reencontrarnos. Lo que si sabía era que él estaría en la ciudad para esos días por trabajo. Lo habían mandado llamar del museo para que revisara una de sus piezas, así que no me sorprendió encontrarlo ese día en el aeropuerto.

Pasamos ese diciembre, juntos, como la familia que debimos haber sido desde siempre. Pero aunque los años pasaron no se sintieron como tales. Era como si siempre hubiéramos estado juntos.

Fue difícil ver partir a Valentina hacia su nuevo destino, Cartagena. Bueno, creo que después de todos estos años, era justo que ambas tuviéramos nuevos inicios. Ambas en una nueva ciudad y de todo corazón esperaba que mi hija también tuviera su historia de amor, porque nadie más que ella merecía un final feliz. 

Nota de la autora:

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Nota de la autora:

Como prometí esta sería una historia corta, y así fue, a comparación de las demás novelas que he escrito de más de 60 mil palabras. Gracias por haber elegido mi historia y leerla. No tengo palabras para agradecerles. Espero de todo corazón que les haya gustado y que la recomienden para que esta bella historia no se pierda. Ojalá pronto les traiga una nueva.

Los quiero. Hasta el infinito y más allá.

Deya

Nuestras noches de diciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora