| Capítulo veinte |

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Lo que más temía se hizo realidad. Los resultados dieron positivos. Así que hice una cita con el ginecólogo el cual confirmó lo que yo ya sabía.

¡Maldita sea! Estaba embarazada. Pero quién era el padre de mi hijo. Luis o Adrián.

En la consulta le pregunté a la doctora si era posible saber cuánto tiempo tenía de embarazo y al sacar las cuentas junto con ella supe quien era el padre de mi bebé. Ella me dio vitaminas y me dijo que tenía que estar yendo con ella regularmente a las consultas para controlar todo lo que se trataba de mi embarazo.

Al llegar a mi departamento no voy a negar que lloré, y lo hice a mares, porque no quería ser madre, no en ese momento de mi vida. Apenas podía conmigo, como tener la responsabilidad de cuidar a otro ser. Pensé en suspender mi embarazo, pero era algo demasiado riesgoso, las clínicas clandestinas tenían muy mala fama, y en aquel entonces el aborto era ilegal. También pensé en darlo en adopción, pero ese bebé no tenía la culpa y había demasiados niños en el mundo sin padres, en condiciones precarias. Así que tomé la mejor decisión que pude haber tomado en aquel entonces y fue hacerme cargo de mis acciones, como la adulta que era. Tenía que hacerme cargo del bebé. Yo sola, porque no pensaba decirle al padre que estaba embarazada. Ambos tomamos nuestras decisiones y teníamos que aprender a vivir con el peso de ellas.

Repasé varias semanas la decisión que tomé. Así que en una de las llamadas que tuve con Adrián, con todo el dolor de mi corazón tuve que terminar con él. Tuve que mentir al decir que conocí a alguien más, lo hice para hacerlo más fácil, para que él me odiara y yo no sentir remordimiento de lo que estaba dejando escapar. Tal vez, la mejor relación que tuve en mi vida.

De verdad quise, deseé con todas mis fuerzas que Adrián fuera el padre de mi hija, pero no, el padre era Luis. Y justamente con el paso de los años Valentina me recordó más a mi gran amor, que a su padre bilógico.

Ser madre soltera en México, en los noventas, no fue fácil. En mi trabajo todas hablaban de mí a mis espaldas. Decían que por promiscua eso me había pasado, por no darme a respetar, incluso, hasta llegaron a decir que el hijo que estaba esperando era de mi jefe, cosa que no podía ser más equívoca.

Lo duro fue decírselos a mis padres, lo mantuve en secreto siete meses, era la ventaja de vivir sola en otra ciudad y no verlos seguido, solo hablar con ellos por llamada, pero tenía que hacerlo, porque sino que explicación les daría cuando llegaran y viera que tengo un bebé conmigo en el departamento. El último trimestre del embarazo el doctor me recomendó que mantuviera reposo lo más posible, pero no podía por mi trabajo, pero trataba de estresarme lo menos posible. Así que por ese motivo no podía viajar a contárselos en persona. Se los tuve que contar por llamada telefónica. Pensé que me dejarían de hablar ó rechazarían mi decisión; al contrario me apoyaron en todo momento. Ella incluso se ofreció a mudarse conmigo cuando la niña naciera para cuidarme. Me negué, pero ella dijo que lo haría de todos modos.

Un mes después ella ya estaba viviendo conmigo, fue de gran ayuda tenerla en casa, pero también tuve que acostumbrarme a vivir juntas otra vez, porque yo tenía mi manera de hacer las cosas y ella la suya.

Pasados unos meses más tarde, ella se regreso a su casa y yo tuve que vérmelas con la niña. Como era muy pequeña la guardería no la aceptaba, así que Esther se ofreció a cuidarla, le ofrecí una cantidad de dinero por hacerlo, pero ella se negó. Pasados unos meses más Valentina pudo ser admitida en la guardería y yo como tenía más responsabilidades, mi horario laboral disminuyó, junto con mi salario.

Pasaron cerca de tres años, cuando Adrián regresó a México. No pude ocultar que tenía una hija y al saber la edad que tenía, sacó sus cuentas y pensó, por un momento, que él era el padre, pero lo negué por completo.

— ¿Por qué nunca me contaste?

— ¿Qué tenía que contarte, que estaba embarazada de otro hombre? —Bufé—Por dios Adrián.

—Sabes que me hubiera hecho cargo de ti y de la niña

—No era justo que cargaras con eso, apenas tenías para vivir tu solo

—Si tan solo hubiera sabido

—No hubieras podido hacer mucho. Estoy bien así. Valentina es una niña asombrosa y estoy orgullosa de ser su mamá. Es muy lista

—Tiene a quien sacar, tú también eres una mujer muy lista.

Seguimos nuestra amistad. El vio crecer a mi hija, se convirtió en su padrino y yo lo vi casarse con alguien más. También lo vi perder a ese alguien. Y por una segunda vez, lo vi marcharse. Y desde entonces no lo volví a ver en persona.

Recuerdo que alguna vez escuché la frase "Si no te gusta dónde estás, muévete, no eres un árbol". Eso mismo me pasó, pero tardé años para comprenderlo. Fueron muchos factores los que intervinieron para tardara en hacerlo. No quería, porque tenía una hija pequeña que dependía completamente de mí, ¿de dónde iba a sacar el dinero para mantenerla? También tenía miedo, pues ese trabajo era el único que había tenido, el mundo de las leyes era lo único que conocía, me daba miedo salir de mi zona de confort, pero tenía que hacerlo, ya no me gustaba lo que hacía y tampoco la gente que había a mi alrededor. Así que un día me levanté decidida, fui con mi jefe a darle mi carta de renuncia y no pude. Simplemente no pude. Tuvieron que pasar cerca de dos años después de eso para poder hacerlo.

Lo que sí hice ese día fue inscribirme a un curso de arte que solo era los fines de semana. Hice contactos en ese tiempo y la que fue mi maestra me recomendó en una galería. Y fue donde tomé la decisión de irme del bufete. Ahí trabajé durante varios años, hasta que supieron que dibujaba y fui haciendo presencia con mis dibujos en pequeñas exposiciones, que con el tiempo y con la corrida de voz se fueron haciendo cada vez más grandes.

Ahora que estoy escribiendo esto soy una artista reconocida. Me tomé el tiempo para escribir esta memoria de aquel diciembre, porque fue el que más marcó mi vida y luego de reflexionarlo, un tiempo en esta pandemia por covid, decidí hacerlo, en parte para plasmar los sentimientos que tuve por Adrián, y la pregunta que Valentina siempre me hizo de niña, que yo nunca respondí y por eso dejó de preguntar, quien era su papá y porqué nunca le hablé de él.






Primera actualización del año

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Primera actualización del año. Feliz inicio de una nueva vuelta al sol.

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Nuestras noches de diciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora